Capitulo 30

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                                                                        Anastasia

Me hallaba junto al escritorio de Andrea, hombros atrás, lista parala guerra. 

Eran las once y cincuenta. Necesitábamos irnos ahora paraasegurarnos de estar en Midtown a tiempo para almorzar con mi padre, pero Christian no se encontraba en su oficina.

 No había hablado con Christian desde que dejó mi apartamento. Esperaba que Andrea me enviara una solicitud de reunión o que me llamaran a la oficina de Christian y me dijera que ir a almorzar con mi padre y Christian era por el bien del equipo.La cosa era que me sentía feliz de hacerlo. De acuerdo, no feliz, pero me sentíapreparada para almorzar con mi padre. Quería que me vieran en el equipoganador. El almuerzo sólo podría ayudar a mi meta si eso significara queteníamos más probabilidades de tener éxito en nuestro lanzamiento. 

Me puse un vestido azul marino, justo por encima de la rodilla con uncuello redondo, y una chaqueta sin cuello a juego confeccionada a la altura de lacintura. Era mi traje de la suerte, y lo más cercano a Prada que podíapermitirme.

 —Andrea, tengo que irme —dijo Christian mientras pasaba por delante de mí y entraba en su oficina. Andrea lo siguió y puso el archivo que llevaba en suescritorio.

 Christian apareció en su entrada.

 »Anastasia —dijo, jugando con el cuello de su chaqueta azul marino. Quisedar un paso al frente y alisar los dedos sobre la tela. Se veía bien. Siempre seveía bien.

 —¿Estás listo? —pregunté.

 Simplemente asintió y nos dirigimos a los ascensores. 

—Buena suerte —gritó Andrea detrás de nosotros.

Nos quedamos de pie, silenciosamente esperando los ascensores, rodeados de empleados de Greyg & Asociados. El regalo me tomó desprevenida y me trajo recuerdos de los regalos extravagantes que mi padre solía enviarme cuando era niña para tratar de compensar el hecho de que olvidó mi cumpleaños o no vino a visitarme cuando me dijo que lo haría

Tal vez desenvolvía los hermosos Jimmy Choo's que cambiaron mi mente,pero mientras pensaba en ello, se me ocurrió que tal vez Christian no entendió cómo su sincronización había sido tan mala. El regalo fue un agradecimiento más que un soborno. Probablemente no se dio cuenta de que parecía como si estuviera intentando manipularme con regalos y cosas. Con esa comprensión llegó un entendimiento de su extraño comportamiento el sábado. Me di cuenta de que porla razón que fuera, se comportaba un poco raro conmigo. Eso claramente no leimpidió tratar de seducirme o follarme como si fuera su trabajo. Pero fuera de laseducción y del sexo, no tenía tanta confianza en sí mismo, por lo que practicaba. 

Mientras Christian y yo nos acomodábamos en el taxi, que iba a toda velocidadhacia el centro de la ciudad, empezamos a hablar al mismo tiempo.

 —Quería decir que lo siento —dije. 

—Gracias por venir —dijo.

 Nos dimos la vuelta hacia el otro y él sonrió un poco. 

—Los zapatos son hermosos —dije. 

Apartó la mirada. —Fue inapropiado. No debí. —Metió su mano por su cabello y yo miré hacia sus largos dedos, sabiendo cómo se sentían sobre todo micuerpo. 

—Fue algo realmente lindo de hacer. 

—Parecía que te gustaron los que Amanda recibió el sábado.

 Sonreí con una mueca. Eran una versión más alta, chispeante y sexy quelos de su hija. 

»Y sé que ya te quité demasiado tiempo. Renunciar a tu fin de semana fue... 

El Rey de WsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora