Mientras que la temperatura en Lima no logra llegar ni a los 20° C sea el día que sea, aquí en Piura, no baja de los 25 grados. Sí, el clima tenía que volver aún más mierda a mis vacaciones. No era necesario echarle más sal y limón a la herida, pero a la vida le gusta conspirar de esta manera. Prácticamente, acepté con "engaños" este viaje. Recién cuando estábamos a mitad del vuelo, a mi papá se le ocurrió contarme que en el hotel también estaría un oficial de la marina que fue parte de su promoción cuando fue cadete. El resto lo deduje en un instante. Sacando cuentas, seguro que su amigo tendría hijos más o menos de mi edad. El comentario de Helena confirmó lo que yo estaba pensando. ¡Ella también fue cómplice de esto! A esas alturas, mi rostro lucía tan rojo como mi cabello. Es obvio que si me lo decían antes, jamás hubiese aceptado. Hacer nuevas amistades no va conmigo. Y mucho menos si son hijos de militares, ya que ellos son más creídos que nadie. Por supuesto, yo también lo soy, pero eso no implica que deba de pertenecer a su círculo social.
No les he vuelto a dirigir la palabra desde que lo supe. Me he mantenido en silencio desde las ocho de la mañana cuando aterrizamos en el aeropuerto de Piura, y sigo igual pese a que muero de calor mientras un taxi nos lleva hasta Máncora. Sí, me muero por preguntar cuánto tiempo más falta para llegar, pero mi orgullo puede más que la sensación de bochorno que me consume por dentro. Claro que mis actitudes no pasan desapercibidas. Helena ya me ha alcanzado varias toallitas de papel Kleenex, y no me he hecho del rogar. ¡Este calor es un infierno! ¡Y ni siquiera es verano acá en el norte del país!
Luego de un rato, decido preguntarle a Helena sobre cuánto tiempo falta para llegar al hotel. Me conviene hacerlos sentir culpables en vez de enfadados por mi actitud, ya que así podré tener a Helena de mi parte ante cualquier "situación difícil" que se me presente. Entre esas situaciones está el pasar horas y horas con la otra familia. Ya ni recuerdo cuál es el apellido del amigo de mi papá.
Mi madrastra transmitió mi pregunta hacia al chofer del taxi, y aunque yo oí claramente la respuesta, ella se tomó la molestia de repetírmelo:
- Solo quince minutos, Ana.
- Gracias -le susurré-.
- No te preocupes que en el hotel hay aire acondicionado.
- Gracias al cielo -suelto con molestia-.
- Ya verás que metiéndote a la piscina o al mar, se te pasará el calor.
- Helena, sabes que odio el verano y las playas.
- Sí, pero de vez en cuando es bueno cambiar un poco las cosas, ¿no crees?
Gracias a Dios, nuestra conversación pasaba desapercibida para mi papá, ya que el conductor y él estaban enfrascados en un charla sobre la política peruana. Mi padre iba leyendo en su celular las tonterías que decía el "flamante" comunista del presidente en su discurso de envestidura que está siendo ahora mismo en la capital. No sé cómo, pero creo que por mi desatención en las palabras de Helea fue que acepté que al menos me mojaría los pies en las orillas del mar.
- ¿Me perdonas? Sabes que no te quería mentir ni "ocultar la verdad" -exclama con la mirada de cachorrito-.
Sí, claro que me gustaría decirle que jamás lo haré, pero Helena es lo más cercano a una "amiga" en mi vida. Tampoco es que yo desconfíe de mi propio papá, pero hay cosas que son más fáciles de decir y entender entre mujeres. Es por esa razón que decido amistarme con ella, pero no con papá. Él sí tendrá que hacer méritos.
- Dime que no habrá más "sorpresitas" en este viaje.
Ella gana unos segundos mientras me entrega otra toallita Kleenex debido al sudor que corre por el puente de mi nariz. Su silencio me hace dudar. ¿Qué más me están ocultando?
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La Chica Escarlata
RomanceA sus 22 años, Ana sigue envuelta en su depresivo estilo de vida. Lo único que desea es que llegue diciembre para graduarse y nunca más volver a la universidad donde no tiene amigos. Un inesperado viaje junto a su papá y madrastra la orillará a cruz...