El putrefacto olor a a tierra pantanosa me despierta a mitad de la noche o día. De otra manera, ya estaría muerta. Da igual la hora. No sé cuántos días han trascurrido. Aún tengo el sabor en las encías junto con los últimos restos del rocío que se acumula en esas asquerosas plantas. Claro que cuando las llevo a mi boca y bebo del agua, me parece lo más delicioso del universo. El condimento sangriento que bebo gracias a mi labio roto me hace olvidar un poco el mal sabor.
Vamos. No son tan complicados estos últimos días. He pasado por peores momentos. Esto no tiene que ser distinto. Me prometí nunca extrañar el abrasador calor de Bagdad, pero con este frío que me carcome hasta lo más profundo de mis huesos, creo que tengo que romper ese juramento.
¿Qué es peor? ¿Morir de insolación o hipotermia? Si ya estoy pensando en tipos de muerte es porque se me acabaron los chistes malos para contarme a mí misma. ¿En qué momento vendrán por mí? Desde hace rato que no me sale sangre del corte en mi ceja. Entonces, llevo al menos unos tres días. No me duele esa herida ni las patadas que me dieron en mis piernas y vientre. Todo sería tan perfecto si mi meñique no se hubiese fracturado o roto. Vamos. Esto no es tan difícil. He pasado por peores y siempre he salido bien librada. Además, siempre hay un plan C. Uno que no quiero utilizar porque solo es un viaje de ida...
Despierto de un sobresalto al momento en que mi cabeza se resbala de la improvisada almohada que formé con mis brazos.
Con la manga de mi polo me limpio la saliva que se estuvo escurriendo por mi boca todo este tiempo. Carajo. Ya casi amanece y no he descansado como debe de ser. Me gustaría mentirme diciendo que quería recordar mis días de universitaria cuando dormía en un sofá con un libro a medio abrir tirado en el suelo, pero esto es distinto. Me quedé dormida leyendo 130 posts de un canal de Telegram llamado La Habitación Roja.
Ahora entiendo cómo es que La Chica Escarlata tiene sus nada despreciables 53 mil seguidores en su canal. Empiezas con un post, saltas al otro, y al otro, y al otro y así hasta que llegas al último y empiezas a desesperarte por leer más. Para mitigar esa tortura puedes leer los comentarios que deja la gente como tú en cada post, e incluso comentar. Dudo que La Chica Escarlata los lea todos, pero da igual, si comentas te sientes parte de su comunidad.
Me pregunto si de esos 50 mil y pico, ¿alguna personita sabrá lo que yo sé de ti, Chica Escarlata?
Morgana Kincaid: La Chica Escarlata no es tu alter ego como al principio creía cuando comencé a leer post por post. Solo eres tú siendo tú misma. No buscas parecer omnipotente ni decirles a tus seguidores lo que quieren leer. Intuyo que describir tu día a día es una manera de aflojar un poquito esas malditas cadenas de rojizo acero tan caliente como la lave y que te despelleja la piel a diario por solo ser tú.
Moría de sueño cuando llegué al post 122. Allí describes el día en que tus padres te "obligaron" a irte de vacaciones a Máncora. Gracias al cielo lo hicieron y nos pudimos conocer, nena. Y no me arrepiento de eso ya que no eres tan impulsiva como creía. Eso es algo muy bueno para alguien como yo que odia a la gente que no se toma el tiempo de pensar en los siguiente diez pasos posibles que desatará saltar a una piscina llena de víboras.
Pero algo más interesante son los primeros post que tienes. En esos donde sutilmente cuentas tus dos intentos fallidos de suicidio. El primero sí lo entiendo porque perdiste frente a tus ojos a tu mamá. Pero el segundo lo dejas a la interpretación. Incluso, no sé si es cierto o no. Imagino que debió ser algo mucho más fuerte que perder a tu madre en un solo pestañeo para tomar esa decisión. Sin embargo, te has repuesto de ambos incidentes y aceptaste divertirte conmigo.
Me provocas tanta curiosidad Morgana que anhelo saber más de ti haciéndote las preguntas precisas. Sin embargo, eso no sería tan divertido como el misterioso jueguito que estamos tejiendo durante las últimas semanas en que has venido a mi departamento. Ya debes intuir que me andas enamorado como una adolescente. Siento que el mismo efecto te recorre la sangre y estremece los nervios, pero no te atreves a confesármelo -ni yo tampoco-.
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La Chica Escarlata
عاطفيةA sus 22 años, Ana sigue envuelta en su depresivo estilo de vida. Lo único que desea es que llegue diciembre para graduarse y nunca más volver a la universidad donde no tiene amigos. Un inesperado viaje junto a su papá y madrastra la orillará a cruz...