25. Adiós

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Curioso en cómo la vida cambia tan rápido al tomar una decisión. Hasta hace dos semanas estuve segurísima de que hoy sería un gran día. Tenía planeado con Miriam decirles a nuestras familias que éramos enamoradas, y así pasaríamos la Navidad juntas. ¿Qué le regalaría a la chica que lo tiene todo? En mi mente habían nacido miles de ideas para sorprender a mi enamorada durante la Nochebuena. Incluso, ya estaba lista para sonrojarme cada vez que Helena o Gisele hiciesen algún comentario sobre nuestra relación.

Sin embargo, hoy es víspera de Navidad y no estoy haciendo nada más que recordar lo miserable que es mi vida. Siempre lo ha sido así. Ya no debería ni siquiera sorprenderme ni sentirme mal por algo que está escrito en las estrellas. Después de todo, hace dos días tuve una última oportunidad para despedirme de Juliette viendo quién fue todo este tiempo, pero preferí guardar su identidad en mis fantasías.

Ella no se molestó. Hasta creo que contaba con esa decisión, pero dejó las cosas muy en claro. Si se me ocurría volver a buscarla en el departamento, ahora sí que no la encontraría. No me arrepiento de jamás haberla visto a los ojos. Ese detalle no hubiese cambiado el hecho de que ella se fue de mi vida. No sé si esperaba que le pidiese que se quedara e intentase conseguir un trabajo que no la obligase a irse tan lejos. Una decisión muy egoísta de mi parte, pero era una posibilidad de la que nunca sabré su resultado.

Supongo que nos despedimos en "buenos términos" y con un amoroso beso en los labios, pero ello no quita el hecho de que me duela el corazón. Ni qué decir de lo mucho que ya la extraño. Juliette me confesó que todo este tiempo estuvo leyendo los post que hice en mi canal de Telegram, pero que ya no lo haría desde ese día de la despedida para no hacerme sufrir.

Fue un adiós definitivo, pero con una excepción.

Juliette me dio un usuario de Telegram para escribirle por si un día yo me animaba a visitar Francia o si ella venía de nuevo a Lima. La única regla era que si le escribía por otro motivo, simplemente perdería mi última oportunidad de algún día vernos.

He intentado darle sentido a esa wildcard. ¿Acaso indirectamente me pidió que la vaya a buscar a Francia? Tal vez su partida solo es para darle tiempo a lo nuestro. Yo soy el desastre que necesita calma antes de arrasar de nuevo con todo lo que encuentre a su paso. La idea no me suena tan inalcanzable dado el hecho de que puedo ir a hacer una maestría en España. Entre Madrid y París no hay mucha distancia, podríamos vernos muy seguido, tener una relación más "normal" de la que tuvimos aquí.

Le sonrío al techo de mi habitación mientras pienso en lo romántico que sería pasear por las faldas de la Torre Eiffel un sábado por la tarde, visitar los Campos Elíseos, navegar en el sur de Francia, y tener una cena a la luz de las velas todo sería tan...

- ¡Morgana! -grita la voz de Helena, haciéndome saltar de la cama-. Me haces gritar habiendo visita -se queja al cruzar la puerta-.

- ¿Qué...? No te escuché -digo con extrañeza-.

- Desde hace rato estoy que te llamo desde la escalera. Miriam está esperando en la sala.

- ¿Miriam?

La expresión que hago es de total sorpresa como si me hubiesen dicho que del cielo está lloviendo sangre.

- Sí, la hija de los Herrera. Vino a desearnos una bonita Navidad, pero quiere hablar contigo.

- Ah... -es lo único que logro articular-.

- Iré al salón de belleza antes que haya más fila de espera. Tu papá está todavía en casa de tu tía, pero eso no significa que no vendrá en cualquier momento.

- Y eso lo resaltas, ¿por algún motivo en especial?

En automático Helena esboza una sonrisa de "no te hagas la graciosa conmigo", pero yo sigo sin captar la razón.

La Chica EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora