- ¿Ganas como de qué?
- No sé. Quizá prender un cigarrillo -suelto sin más-. Jamás he fumado, pero luego de haber hecho el amor tantas veces quisiera calmar un poco a mis hormonas con algo fuerte... Está bien, no sé ni lo que digo.
- Entiendo a qué te refieres. ¿Qué te parece si bebemos whiskey acá en la cama?
- ¿Por qué me engríes tanto? -digo en un suspiro, apartando mi rostro de su desnudo pecho para poder besarla en los labios unos segundos-.
- Me tienes muy enamorada, nena. Es así de simple la explicación -responde entre besito y besito-. Ahora dame solo un minuto.
Mantuve los ojos cerraditos hasta que el sonido de sus pasos se hacía lejano al bajar las escaleras. La habitación ya había dejado el tono naranja del atardecer por uno más oscuro y grisáceo tan típico de Lima. Me acomodé un poco mejor en la cama y tomé entre los brazos la almohada de Juliette. Allí hundí mi rostro para respirar el exquisito aroma a jazmines que emana de su melena. Cómo me encantaría pasar una noche completa a su lado. Ya me imagino estando entre sus brazos, sintiéndome amada y protegida por todo su ser. Vaya. Siempre me reír de las personas que se enamoran perdidamente, y ahora he caído en lo mismo sin darme cuenta. Y aunque soy consciente de ello, no se me pasa por la mente el querer cambiar algo en nuestra relación.
- ¿Me extrañaste? -su voz fluye desde la escalera, advirtiéndome que está por aparecer en la habitación-.
- Tu almohada me sirvió de compañía -divertida digo al incorporarme en la cama pegando mi espalda en la cabecera-.
- Aquí tienes. Le eché un poco de hielo.
- Gracias.
El vaso está igual del frío que el líquido, pero este pronto me calienta la garganta al darle un largo trago. Unos segundos después abro los ojos y miro hacia el frente de la habitación. No volteo a mi izquierda para descubrir la identidad de Juliette. Siento que ya no necesito saber quién es. Después de todo, ella es Juliette. No hay más vueltas que darle al asunto. Claro, por ahora. En algún punto la conoceré y sé que solo me enamoraré más. Después de todo, no nos definimos por nuestro físico o por lo que decimos sino por nuestras acciones. Y Juliette ha sabido demostrarme que en verdad le importo.
- Aunque me hayas dicho que eres reservada con el resto de las personas, conmigo siempre hablas mucho. Así que cuando te quedas en silencio, debo de preguntar: ¿En qué piensas?
- En nosotras, en lo feliz que me siento por haber compartido prácticamente un día completo a tu lado.
- ¿Te cuento algo?
- Sí, claro.
- Acabas de provocarle un mini infarto a mi corazón al escucharte decir "nosotras". Suena muy bonito y tierno.
Confiesa en un dulce susurro que se filtra a través de mi oído, para luego hacerme cerrar los ojos ante la tersa mordida que le da al lóbulo de oreja.
- Morgana, no quiero romper con la felicidad de esta tarde, pero hay algo que anda dándome vueltas.
- ¿Algo grave?
- No lo creo. Solo que me da curiosidad cómo es que te estas ausentando de tu casa por tanto tiempo. No lo digo con intenciones de que te vayas. Si por mi fuese, te pediría que te quedes a dormir.
- Me escapé por la mañana con la excusa de ir a una entrevista de trabajo. Y mis papás iban a salir toda la tarde a casa de mis primos porque es el cumpleaños de mi tía.
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La Chica Escarlata
RomanceA sus 22 años, Ana sigue envuelta en su depresivo estilo de vida. Lo único que desea es que llegue diciembre para graduarse y nunca más volver a la universidad donde no tiene amigos. Un inesperado viaje junto a su papá y madrastra la orillará a cruz...