8. Deja-Vu

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Los problemas en los que me meto.

Por no querer parecer una tonta frente a Juliette, acepté cumplir su reto. Dos horas después, recién empecé a preocuparme por todo lo que implica hacerlo. Jamás he ido a ningún bar. ¿Qué bebida se pide? ¿Qué se hace? ¿Cómo diablos se supone que voy a coquetear con una mujer? Y yo toda soberbia, me atreví a decir "con un chico sería demasiado fácil", sí cómo no. Fácil es que la otra persona esté interesada en captar mi atención, pero jamás he coqueteado con nadie. ¿Pero cómo negarme a un pedido de Juliette?

- Así te ves muy bien, Ana. Te acuerdas de que te quejabas diciendo: "Helena, ¿para qué quiero una minifalda en la playa?".

- Sí, bastante -respondo-.

Mini oscura, camiseta blanca y unas sandalias. Según yo, frente al espejo, me veo bien y más importante: me siento linda vistiendo así. Rechacé ponerme una camiseta de tirantes, ya que con esta minifalda sería demasiado vulgar. Claro, la virgen queriendo evitar parecer una puta en las puertas del infierno. Jamás he ido a un bar, pero sé que ahí es donde es más sencillo ligar. Y dado que es el bar del hotel, bueno, no hay que ser muy perspicaz para intuir las intenciones de la gente que te buscan conversación.

Considerando esos detalles, mi papá jamás me hubiese dado permiso para salir esta noche al bar. Al menos, no, estando sola. En el mejor de los casos, me tendría que acompañar Helena. Es cierto, papá también tiene la culpa que yo sea tan extraña y poco sociable. De cualquier manera, Helena siempre ha sido mi cómplice desde que nos conocimos -quizá así se ganó mi confianza y amor de hija-. Así que una vez más intercedió por mí. Claro que tuve que arreglar un poco el cuento de mi inesperada salida nocturna. Le conté una media verdad a mis padres sobre que Mimi me invitó a tomar. Es casi, casi la verdad. Solo que yo fui quien la invitó para las once y media. Supongo que con media hora me será suficiente para cumplir los deseos de Juliette. Además, de una vez quiero descartar la idea de que Miriam es Juliette. Lo dudo mucho, pero quiero estar segura al cien por ciento.

Salgo de la habitación a pocos minutos de las once. El bar forma parte del restaurante, y el camino no es muy largo, pero me gustaría que no fuese así. Estoy bastante nerviosa por lo que sucederá, pero también me emociona que Juliette esté por allí desvistiéndome con la mirada, haciendo que me sienta deseada y que tengamos algo tan íntimo como este tipo de juegos.

Lo que busca alguien que va a solas a un bar en medio de la playa es algo "divertido" de una sola noche. Entonces, no debe ser difícil encontrar a una chica que no esté acompañada. De cualquier manera, si esta es mi noche de mala suerte, mi plan B es Mimi. A su lado no es problema ser graciosa ni coqueta, somos algo así como amigas. Juliette se lo tendría que creer.

A falta de pocos metros para llegar a la entrada del restaurante, mi andar se reduce hasta casi detenerme. "Has hecho cosas más lujuriosas y complicadas hace unas horas", susurra mi mente, y ese es el impulso que me hace cruzar las puertas. Las luces están a medio encender, dejando un ambiente en ligera penumbra alrededor de las mesas donde había más que nada parejas. El lugar más iluminado es obviamente la barra. Un par de hombres bebiendo en solitario, pero con miradas que escaneaban el lugar buscando a una presa. Pero también hay una chica de cabello bastante corto, sin bebida y viendo el celular. Juliette tenía razón con eso de ir a la barra. Más vergüenza me daría sentarme sin más en una mesa ocupada solo para decirle hola a una desconocida.

Mi mejor opción es intentar hablarle a esa chica.

El coraje se diluye a medida que me acerco a la barra. No me atrevo a ocupar el banco que está libre a su lado, ni mucho menos echarle una mirada. Dejo un espacio libre y me siento. Observo de reojo que ella sigue absorta en su celular. ¿Y ahora qué hacer?

La Chica EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora