Capítulo 2.

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Me desperté gracias a la luz que se escabullía entre la cortina, fue inevitable no bostezar y rascarme la cara, una manía que tenía desde que era pequeño. Noté que Callum seguía dormido con la rubia que con suerte sabía su nombre y ya me había ofendido, me levanté en silencio y tomé mis artículos de aseo para marcharme al baño que estaba a unas tres habitaciones desde la mía lo más rápido posible. Caminé mientras notaba como otros estudiantes iban al mismo lugar que yo, el baño común. Nunca me había tocado compartir el baño con más gente y menos cuando se trataba de compartirlo solamente con hombres, me refiero a las duchas y desvestirme frente a más personas, sé que no se me haría fácil, para nada fácil, pero intenté imaginar otras cosas entretanto me sacaba la ropa en la pequeña ducha y la colgaba fuera de ésta, sabía que me exponía a un montón de bromas pero no quería pensar lo peor. Cuando terminé de ducharme, salí del pequeño compartimiento y fue inevitable no mirar que en el lugar habían más estudiantes secándose y vistiéndose, mis cosas no estaban donde las había dejado, Maldita sea, maldita sea Damien pensé de inmediato, con un poco de vergüenza me acerqué al chico más cercano que tenía, se secaba el pelo y estaba sin camisa, controlé los ojos para no exponerme.

—Oye disculpa, ¿No has visto mi ropa que tenía colgada ahí?—Le señalé el colgador que estaba afuera de la ducha.

—Hola—Me sonrió y me estrechó la mano— Hmm... No— Hizo una mueca.

Me mordí el labio y creo que notó mi nerviosismo de novato, estoy seguro que tengo un cartel de neón gigante sobre mi cabeza que dice: "Soy nuevo, pueden joderme todo lo que quieran".

—Creo que se quien la puede tener, acompáñame— Lo seguí.

Llegamos al otro extremo del sector en el cual estaban las duchas donde se cambiaba el equipo de fútbol, me daba miedo llegar así sin avisar pero el chico me dijo que lo acompañara, no quería que Callum estuviese presente para que no me vea hacer el ridículo, no sé por qué pienso eso si me da lo mismo ese chico, es uno más del montón de los sin cerebro.

—¡¿Alguien ha sacado la ropa de éste chico?!— Gritó.

—¿Qué pasa Black?, ¿Acaso tienes novio nuevo que lo defiendes tanto?— Bromeó uno de los jugadores, era muy alto y parecía piedra, me intimidó de inmediato.

—Cállate Scott, simplemente intento ayudar al novato a encontrar sus prendas así que no te hagas el interesante— Le soltó de vuelta, aún no sabía su nombre pero me di cuenta que no era igual que los demás, era simpático y lindo.

—Deja de llorar Black y toma— Le lanzó mis prendas al que tenía como apellido Black, el simpático, y me las devolvió. Sentí como mis mejillas se colocaban rojas de inmediato, así que me marche y le sonreí agradecido.

Cuando me estaba terminando de poner la ropa se acercó el chico simpático que tenía como apellido Black, tenía curiosidad de cuál sería su nombre pero no se lo preguntaría, no quería mostrar interés alguno en él.

—Lamento lo que hicieron mis amigos, siempre se enteran de quienes son los novatos y les hacen este tipo de bromas, espero que no te lo hayas tomado a mal— Se rascó la nuca y me sonrió, un gran detalle que se disculpe por sus amigos.

—No te preocupes, no me importan tus amigos— Intenté sonar lo más amable posible pero al parecer no sirvió del todo.

—Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?— Preguntó.

—Me llamo Damien pero todo el mundo me dice Damm.

—Mucho gusto Damien, es decir Damm. Yo soy Darren, Darren Black— Me estrechó la mano y se marchó.

Gran manera de comenzar la mañana, el chico lindo se disculpa por que el resto de amigos me tienden una broma de mal gusto. Quizás estoy acostumbrado a pasar por alto las cosas que realmente me parecen estúpidas así que no me molesté tanto, lo dejé pasar muy fácil. Llegué a la habitación y tomé unos cuantos libros y me marché al taller de fotografía que comenzaba hoy, en el folleto de la universidad decía que me facilitarían todos los artículos necesarios en los talleres precisamente espero que me faciliten una cámara porque no tengo, nunca he tenido una a excepción las Polaroid que guardaba mi padre en el sótano de mi casa en Chile. Cuando llegué al lugar donde me habían indicado en la recepción me percaté que habían más personas como yo, o como le llamaría la rubia zorra de la noche anterior "Inadaptados", por una extraña razón me sentí cómodo de inmediato así que me acerqué con plena confianza en que nadie me haría una broma como la de hoy en la mañana.

Limerence.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora