Capítulo 10

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Severus sabía que Harry estaba molesto con él. Harry ya no lo llamaba Severus. Ya ni siquiera lo llamaba profesor Snape. Harry no le llamaba nada. No se dirigía a él en absoluto, excepto cuando la ocasión requería un "no, señor" o un "sí, señor".

Las amables sonrisas de Harry, sus tímidas caricias, su decidido contacto visual ya no se ofrecían a Severus. No debería molestar a Severus, de hecho debería sentirse aliviado. No lo estaba.

Severus habría preferido que sus interacciones siguieran siendo como lo habían sido en los últimos meses, pero Severus era lo suficientemente fuerte como para soportar el dolor, la ira y la inconsolabilidad de Harry. Un "hombro fuerte" no siempre tenía que secar las lágrimas o escuchar los sentimientos. A veces, un hombro fuerte tenía que soportar golpes. Si Harry necesitaba un objetivo al que lanzar sus emociones negativas, Severus podía proporcionárselo. Y lo hizo.

Severus hizo rodar la pequeña caja entre sus dedos, dentro del bolsillo de su túnica. Severus no estaba seguro de si debía dársela. Debatió consigo mismo si era apropiado. Probablemente no lo era.

Era Navidad. En lugar de nevar, llovía a cántaros. Golpeaba el techo y las ventanas con un ruido constante y furioso. El papel de envolver de colores brillantes seguía tirado en el suelo alrededor del árbol de Navidad en la esquina de la sala de estar. Sirius estaba sentado en la silla, con una botella de licor en la mano. Sirius ya no le miraba continuamente cada vez que estaba en la habitación. Quizás por fin se estaba afianzando en el hecho de que Severus no tenía intención de herir a su ahijado. Remus se sentó en el sofá, con una pierna cruzada sobre la otra y un gran tomo en el regazo, sorbiendo un vaso de whisky que mantenía en equilibrio sobre el brazo del sofá.

-Feliz Navidad, Severus-, le dijo Remus, amablemente.

Severus inclinó la cabeza. -Feliz Navidad-.

Sirius gruñó en la dirección general de Severus a modo de saludo.

-Harry debería venir enseguida-, aseguró Remus.

Severus asintió entumecido y se dirigió a la cocina, tomando su asiento habitual donde esperaría a Harry.

Siguió dándole vueltas a la cajita entre los dedos, que seguía metida en el bolsillo. Esta noche, Severus esperó a Harry más tiempo del habitual.

Intentó ser paciente, pero Severus no podía entender qué podía estar haciendo Harry en su dormitorio vacío que fuera tan importante. Severus finalmente volvió a entrar en la sala de estar. Ni Remus ni Sirius le dirigieron siquiera una mirada. Se giró rápidamente y abrió la puerta de Harry sin llamar ni anunciar su entrada.

Severus resopló y puso los ojos en blanco. El chico estaba dormido, con un libro abierto y con las páginas hacia abajo sobre el pecho de Harry. Se sentó en la cama a su lado, como hacía tantas semanas en el piso franco.

-Harry-. Severus esperó un momento, pero la respiración de Harry seguía siendo profunda y uniforme, lo que significaba un sueño confortable. Luchó por controlar el impulso de estirar la mano y tocarle la cara, pero fracasó. Severus nunca había sido bueno en el autocontrol. Extendió una mano tentativa y temblorosa y trazó ligeramente la famosa cicatriz con el dedo índice. Aparentemente por voluntad propia, sus dedos bajaron por el puente de la nariz de Harry y luego trazaron ese perfecto arco de Cupido sobre sus labios carnosos.

Los labios de Harry se crisparon y Severus retiró la mano. Tal vez podría dejar que el joven tuviera una noche de descanso. Después de todo, era Navidad. Severus se levantó lentamente y la cama crujió.

Harry bostezó y levantó una mano para frotarse los ojos bajo las gafas.

-Severus-, susurró Harry mientras se impulsaba lentamente hasta quedar sentado.

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