1. Felicidad

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Estoy nerviosa, muy nerviosa. Hacía tres años que no viajaba y nunca lo había hecho sola. Me sudan las manos mientras giro el volante para aparcar, consigo hacerlo sin provocar ningún accidente y abro la puerta decidida, tampoco es como si pudiese echarme atrás.

Mis oídos pitan debido a la cantidad de tráfico y universitarios que me rodean en este momento. Respiro hondo y abro el maletero para coger mi maleta, cierro el coche y me paro a observar el lugar en el que estaba, UCLA, la universidad de mis sueños.

Aunque ya llevara un tiempo sin soñar.

Se me forma un nudo en la garganta, me recuerda tanto a ella, siempre quiso que acabara aquí, admito que yo también lo quería, hasta que dejé de contarlos...

Ahí fue donde se acabaron los sueños.

Eres capaz, ella creía en ti no puedes decepcionarla.

Me dirijo a paso firme hacia mi residencia, donde hay una recepcionista muy amable que me acompaña hasta mi habitación y me da las llaves, después de darle las gracias cierro la puerta y apoyo mi frente contra ella, como si pudiese darme fuerzas. Cuando me giro me doy cuenta de que la habitación es bastante amplia, está amueblada con tonos cálidos al igual que el baño, me alegra ver que todo está limpio y que no tendré que darme una paliza recogiendo.

Cuando estoy ordenando mi ropa alguien llama a mi puerta, enarco una ceja por qué no tengo ni idea de quién puede ser, aún no conocía a nadie aquí. Abro con curiosidad y mis ojos se encuentran un chico alto y delgado de pelo negro con una gran sonrisa en su cara, frunzo el ceño y no me da tiempo a preguntar quién es antes de que el abra la boca.

-Hola, soy Thomas, vivo en la habitación de al lado, soy nuevo también y pensé que debía presentarme con mi nueva "vecina" -la última palabra la dice haciendo comillas con sus dedos y me doy cuenta de que es un chico muy risueño.

-Yo soy Savannah, encantada

-¿Necesitas ayuda con algo? -debe de ver mi expresión de confusión cuando empieza a tartamudear. -Estoy siendo un pesado lo siento, debería...

-No, no, para nada -le corto -Solo que no sé si te gustará mucho ordenar mi ropa -digo con una sonrisa.

No quería caerle mal, parecía un buen chico y por ahora el único que conocía por aquí.

-No te preocupes, adoro la ropa -responde haciendo un movimiento despreocupado con la mano.

Thomas pasa por mi lado sin siquiera preguntar y da un grito mientras levanta uno de mis bolsos alegando que es muy cool, yo solo puedo reír mientras me encojo de hombros.

Después de dos horas habíamos conseguido acabar, Thomas y yo estabamos encajando bastante bien, había reído más en esas dos horas que en los últimos tres años. Me había contado infinidad de historias, yo no era una persona muy habladora, pero me encantaba escuchar, supongo que por eso habíamos conectado tan rápido. Me ha contado que va a estudiar arquitectura y lo mucho que le apasiona, en ese momento sí he hablado, si hay algo que me podia hacer hablar es la medicina, así que yo también le he contado lo que me apasiona de mi carrera y me he sentido realmente bien al ver que me escuchaba atentamente. Hasta me preguntó si tenía novio a lo que yo negué rápidamente, cuando yo pregunté me dijo que él sí, no me sorprendió su confesión pero me resultó agradable que me lo contara, pasó un largo rato haciéndome una definición exacta de como era su novio.

Bajamos juntos a la cafetería cuando se acercó la hora de cenar. Todo está lleno de adolescentes y resulta un poco agobiante, pero conseguimos abrirnos paso y sentarnos en una mesa. La cena pasa entre conversaciones y risas, me sentía muy cómoda con Thomas y me tranquilizaba saber que quizá podíamos llegar a ser buenos amigos.

Me despido de él antes de entrar a mi habitación de nuevo, me pongo el pijama y me acuesto en la cama antes de llamar a mi padre.

Al tercer pitido escucho su voz.

-Hola cariño, ¿todo bien por allí?

Noto el cansancio en su voz y suspiro.

-Sí, todo genial, hasta he hecho un amigo, es mi vecino de al lado.

Intento entablar algo de conversación antes de pasar a lo que verdaderamente me importa.

-Me alegro mucho hija, sé lo difícil que es para ti todo esto sobre todo después de...

Lo corto, no quería que lo dijese, no podía escucharlo.

-¿Qué tal está Sarah?¿Ya tenéis los resultados?

-No he querido llamarte antes, sabía que estarías ocupada y no quería molestarte -empieza con un tono de voz que conozco demasiado bien. -Todo sigue igual, Savannah, no ha disminuido.

Se me hunde el pecho y un nudo se forma en mi garganta por segunda vez en el día, durante estos años he aprendido a ser pesimista, a nunca esperar que algo va a salir bien, pero, aún así dolía, dolía muchísimo.

No podía dejar de contar, no con ella.

Me despido de mi padre antes de colgar. Miro hacia el techo y las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas, pensaba que algún día dejaría de llorar, que las lágrimas se agotarían, pero parece que ese momento no llegará jamás.

Enciendo el móvil y empiezo a mirar fotos, de Sarah, de ella, momentos en los que era feliz, momentos que me demuestran que la felicidad no dura, solo te hace tocar las estrellas para después soltarte en caída libre y sin paracaídas, eso es lo que hace la felicidad, te lo arrebata todo.

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