5. Ritual de Comienzo

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Ganamos el partido.

    Veo cómo todos los jugadores se abrazan y unos minutos después salen del campo hacia los vestuarios. En diez minutos salen de allí y Kate se lanza a los brazos de su hermano para felicitarle, Thomas y yo también lo hacemos después de presentarnos. A su espalda se acerca Blake, y yo solo puedo bajar la mirada y mantener la boca cerrada mientras los demás lo felicitan. Cuando nota que no digo nada, habla.

—¿Te ha gustado el partido? —cuestiona de forma arrogante.

Sé perfectamente que lo hace por el tema del gol.

—No ha estado mal, pero los he visto mejores —sonrío orgullosa.

Le acabo de callar la boca a Blake Gray.

Él sólo sonríe de lado mientras me mira.

—¿Vais a la fiesta de después? —pregunta Jonas, el hermano de Kate.

Nosotros tres asentimos en respuesta y ellos sonríen.

—Pues nos vemos allí entonces —se despide Blake.

Aunque solo me mira a mí cuando lo dice. Jonas se despide de nosotros con un movimiento de mano y se dirige hacia el aparcamiento seguido por Blake que no duda en pasar por mi lado rozándome el brazo al marcharse.

    He terminado de arreglarme y estoy esperando con Kate a que Thomas decida qué camiseta queda mejor con sus nuevos pantalones, según él tiene que ir impresionante esta noche, Will estará allí también y quiere impresionarle.

Después de casi treinta minutos aconsejando a Tom conseguimos llegar a la fiesta que se celebra en la casa de uno de los chicos del equipo. Cuando la veo solo puedo abrir los ojos como platos, es gigante y preciosa, parece sacada de una película, aunque debo admitir que pierde un poco de glamour con el jardín lleno de vasos rojos de plástico y adolescentes enrollándose.

—¿De quién es esta mansión? —pregunto aún sorprendida.

—De Blake.

¿Cómo no? Todo tiene que ver con Blake.

No te hagas la sorprendida.

Empiezo a odiarte querida mente.

Cuando conseguimos entrar, vamos directamente a la cocina a por algo de beber, me ofrecen alcohol pero me decido por una coca-cola, hace un año que dejé de beber.

Kate nos arrastra hacia una especie de pista de baile improvisada y los tres empezamos a bailar una canción rarísima que no soy capaz de reconocer. Esto es lo que más me gusta de las fiestas, así que pasamos un buen rato bailando juntos hasta que se nos acaba la bebida y volvemos a por más.

—¿Seguro que no quieres beber nada? —pregunta Thomas mientras me enseña una botella de tequila.

—Venga, Sav tenemos que celebrar que nos hemos conocido, tómalo como el ritual de comienzo de una bonita amistad —me anima Kate.

Ese fue el principal error esta noche, aceptar ese chupito, ese y los tres siguientes.

Tenía bastante resistencia al alcohol, pero las dos partidas de beer-pong junto a Thomas y Kate me pasaron una mala jugada y si también le sumamos que después de eso me bebí otras dos copas más y que ahora me estaba sirviendo otra mientras ni siquiera diferenciaba la botella del vaso, pues sí, fue mala idea.

No aprendes Savannah, no aprendes.

En algún momento de la noche pierdo a Thomas y Kate, Tom se marcha con Will y Kate creo que está ligando con un chico con él que habla en el jardín de atrás, así que decido ir a la pista a bailar un rato. Unos diez minutos después noto como alguien se pega a mi espalda, hacía un año que no sentía esa sensación, al girarme choco contra un chico castaño con ojos verdes con el que me había cruzado un par de veces por los pasillos.

Admite que lo que tú querías era a tú rubio de ojos azules.

Mentira.

Verdad.

Agh cállate.

El chico me hace girar de nuevo y pega mi espalda a su pecho mientras seguimos bailando, estoy demasiado borracha para cuando vuelve a girarme y se acerca a mí con la intención de besarme. No me opongo, pero tampoco tengo fuerzas para hacerlo.

¿Cuándo fue la última vez que hice esto?

Noto sus labios chocar contra los míos e intento seguirle el beso como puedo, él sigue bailando aprovechándose para restregarse contra mí mientras introduce su lengua en mi boca y baja sus manos a mi culo. Estoy demasiado mareada cuando coge mi mano para sacarme de la pista y dirigirse hacia las escaleras que llevan a la planta de arriba.

—¿A dónde vamos? —murmuro como puedo mientras pestañeo repetidamente en un intento de que todo deje de dar vueltas.

—Vamos a pasarlo bien, no te preocupes —susurra en mi oído.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunto emocionada como una niña que está apunto de irse con un hombre que le ha ofrecido un caramelo.

—Muchas cosas divertidas, pero tenemos que subir arriba para hacerlas —explica mientras yo sigo intentando mantenerme en pie y enfocar mi vista.

Cuando voy a volver a quejarme o preguntar algo empiezo a notar como me mareo.

—Creo que no me encuentro bien —es lo último que digo antes de que mis ojos se cierren.

101 Latidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora