25. Hogar

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Llevaba despierta desde las cinco de la mañana, me había pasado cinco horas mirando al techo mientras mi mente iba de un lado a otro intentando buscar una solución.

Pero esta vez, al igual que muchas otras, no había solución.

O al menos yo no podía encontrarla.

Hoy mi hermana cumple diez años, y ni siquiera sé si voy a poder verla.

Cuando era pequeña mi madre solía repetir muchas veces la palabra "impotencia", no fue hasta que cumplí once años cuando supe lo que significaba, al ver cómo una compañera de clase le quitaba los deberes a otra niña.

Pero cuando de verdad lo sentí, fue cuando vi que perdía a mi madre, y que yo, solo podía observar poco a poco como se me escapaba entre los dedos.

Nadie puede parar una enfermedad, solo el tiempo puede curar y a mí no me gusta esperar.

El control.

El control reina en mi vida desde que tengo uso de razón, me gusta controlar todo, y me cuesta aceptar que hay muchas cosas que no se pueden controlar.

Mi plan era llegar a la universidad, estudiar, sacar buenas notas y acabar en un buen hospital, donde ayudar a la gente sea lo único que haga en todo el día.

Mi plan se rompió el primer día, cuando Thomas se presentó en mi habitación con esa sonrisa y esas ganas de hacer amigos.

Cuando dejé que un desconocido me hiciese una foto en la playa.

Cuando Thomas me presentó a Kate.

Cuando me empezó a llamar "sirenita".

Esas son las principales razones por las que mi plan se fue a la mierda.

Pero se fue de la mejor manera.

—¡Savannah! —la voz de mi padre me saca de mis pensamientos. —Me voy al hospital, ¿te vienes? —grita desde la planta de abajo.

—¡Sí!, dame un minuto —respondo.

Me levanto corriendo de la cama, voy al baño para lavarme la cara y los dientes en tiempo récord. Me pongo unos joggers con una sudadera y salgo de la habitación escaleras abajo para ir al coche donde mi padre me espera montado.

—¿Qué tal has pasado la noche? —pregunta mi padre mientras arranca.

—No ha sido la mejor de mi vida —respondo obvia.

—Todo va a ir bien Sav, ya lo verás —intenta animarme.

—Ya...

El viaje termina unos minutos más tarde cuando mi padre aparca en frente del hospital.

Justo antes de cruzar la entrada mi teléfono empieza a sonar y el nombre de Blake aparece en la pantalla. Dudo en si o cogerlo o llamarle más tarde cuando ya hayamos hablado con los médicos, pero mi padre me saca de dudas.

—Cógelo anda, te espero arriba —dice antes de entrar y dejarme allí.

Descuelgo y me llevo el móvil a la oreja.

—Hola —le saludo.

—Una pregunta —empieza él según termino de hablar.

—Dime.

-¿Llevas puesta una sudadera gris? —pregunta.

—¿Vas borracho? —respondo con confusión.

—No, ¿llevas la sudadera gris? —repite.

—Sí, pero ¿por qué preguntas eso? —sigo confundida.

—Date la vuelta anda.

—¿Estás de coña, no? —pregunto ante su insinuación.

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