26. Buena suerte

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Blake baja a la cafetería a por un café para que pueda hablar con mi padre.

—¿Qué te han dicho? —pregunto con un poco de esperanza, al menos no está en cuidados especiales como pensaba que estaría.

—Está bien, todo salió perfecto, tiene que descansar pero quizá esta noche tenga fuerzas para soplar las velas —me cuenta sonriendo.

—¿En serio? —pregunto sin creerlo.

Mi padre asiente y yo no puedo evitar dar un saltito de emoción.

—¿Por qué no acompañas a Blake a casa para que se instale? Yo te aviso si se despierta —sugiere mi padre.

Asiento y le doy un beso en la mejilla antes de salir en busca de Blake.

—Eh, cuidado —exclama Blake riendo cuando casi nos chocamos en el pasillo. —Supongo que esto son buenas noticias.

Yo asiento con una sonrisa de oreja a oreja y él me sonríe de vuelta.

—Puede que cuando despierte sople las velas y todo —explico.

—Me alegro mucho Savannah.

Me pongo de puntillas todo lo que puedo y le doy un beso en los labios. Él se queda sorprendido ante mis muestra de afecto, no suelo dar muchas.

—Estoy contenta, ¿vale? —me excuso con una sonrisa mientras le cojo por el brazo para arrastrarlo a la salida.

—Espera, ¿a dónde vamos? —pregunta confuso.

—A mi casa, para que dejes tus cosas y eso —le aclaro.

El me sigue hasta que salimos del hospital.

—¿Y tú coche?

—Por aquí —responde girando a la derecha.

Cuando llegamos a su coche nos montamos en él y no tardo mucho en poner mi música.

—¿Me vas indicando?

—Sí, sal del aparcamiento y te voy diciendo.

Después de un viaje de muchas risas por mis despistes y los suyos, nos ha quedado claro que indicar direcciones no es lo nuestro.

Blake aparca en coche frente a mi casa, coge la mochila de su maletero y caminamos hacia la entrada. Abro la puerta con mis llaves y pasamos dentro.

—Pues está es mi casa —le enseño a Blake desde la entrada.

—Me gusta —opina.

—Ya sé que no es como tu casa, pero bueno... —no sigo hablando porque él me corta.

—Esto es mucho mejor que mi casa —dice.

Y entiendo a lo que se refiere.

Esto es un hogar, con algunas grietas y goteras transformadas en heridas y cicatrices, pero un hogar.

Su casa es tan solo eso, un lugar frío perfectamente estructurado, sin un solo defecto en su fachada, pero vacía por dentro, con muchos espacios por rellenar.

—¿Quieres que te enseñe mi habitación? —pregunto intentando que deje de pensar en sus padres.

El asiente y me sigue escaleras arriba.

—Mi querida cueva —digo mientras le dejo entrar.

Él sonríe aguantandose la risa al ver todas mis paredes llenas de posters de One Direction y Taylor Swift.

—Son geniales ¿vale? —me defiendo.

—Sí sí, a mi me encantan —responde con ironía soltando una risilla.

Inspecciona mi habitación por unos minutos mientras yo me quito los zapatos y me siento en mi cama.

—Ven —le pido dando unos golpecitos a mi lado en el colchón.

Se sienta a mi lado y se quita los zapatos para poder subirse a la cama como yo y ponerse en frente mía.

Pone sus manos en mis rodillas y yo dejo caer mi cabeza hasta que llega a su pecho, suspiro dejando todo mi peso caer.

Han sido dos días tan duros que ahora necesitaba esto. Necesitaba un poco de tranquilidad.

Y él era el único que sabía calmar mi caos.

—Gracias por venir Blake.

Me separó para mirarle a los ojos, su mano sube hasta mi mejilla acariciandola y su frente choca con la mía.

—Me alegro de estar aquí.

Y es lo último que dice antes de juntar nuestros labios en un beso lento, nuestras bocas se mueven despacio, con tranquilidad pero con la intensidad de siempre.

Nos separamos y nos miramos sacandonos una sonrisa cómplice. Los dos sabemos cual es el próximo movimiento, por lo que no tardamos ni medio segundo en chocar nuestros labios de nuevo, pero esta vez no hay ni pizca de tranquilidad.

Mi manos can a su cuello y las suyas, más atrevidas, se cuelan por debajo de mi sudadera.

Me la quita con un movimiento rápido y yo hago los mismo con la suya. Me muerdo el labio inferior admirando sus abdominales marcados. Él me da una de sus sonrisas ladinas y ataca mi cuello con sus labios húmedos mientras sus manos van a mi espalda para desabrocharme el sujetador, me lo quita y lo tira a alguna parte de mi habitación.

Jadeo cuando sus labios bajan hasta la parte de mi cuerpo que acaba de liberar, se entretiene ahí un rato hasta que decide que es momento de quitarme el resto de la ropa y hacer lo mismo con la suya.

Me acaricia lentamente haciendome gemir bajito, estamos los dos sentados y yo estoy encima de él.

—Creo que tengo un condón en los vaqueros —me dice Blake.

Me levanto y lo busco en los bolsillos hasta que lo encuentro en el derecho.

Subo de nuevo a la cama y me colocó encima suya como estábamos antes.
Abro el envoltorio y saco el preservativo para colocarselo bajo su atenta mirada.

Rodea mi cuello con su mano y me atrae a sus labios, nos besamos con un ritmo intenso que hace mi piel arder. Me muevo en su regazo rozándonos y los dos jadeamos en los labios del otro.

—Joder Savannah, me estas volviendo loco.

Sonrio en su boca y me alzó un poco para que Blake pueda colocarse, bajo lentamente, sintiéndolo. Y me es imposible no soltar un gemido, al igual que oigo a Blake gruñir contra mis labios.

Me ayuda a moverme poniendo sus manos en mi cadera hasta que alcanzamos un ritmo perfecto con el que no tardamos mucho en acabar.

Blake se quita el condón haciéndole un nudo y lo deja en el suelo para después dejarse caer hacia atrás en la cama conmigo encima.

Mi cabeza esta en su pecho y su mano en mi pelo acariciandolo.

—Creo que esto era justo lo que necesitaba para relajarme un poco —suelto una risilla.

—Bueno, estoy aquí para relajarte siempre que quieras.

—No lo dudo —me rio con él.

—Me alegro de que todo vaya un poco mejor —me dice.

—Creo que me das buena suerte —digo de broma.

Aunque por dentro sé que no hay ni pizca de broma en esas palabras.






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