Me encantaría que lo hiciéramos

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En la habitación blanca del hotel, en medio de la oscuridad que la noche los abrazaba, flotaban toda esa gran cantidad de feromonas nauseabundas para alguien de tan delicado olfato, pero, que después de un rato, podía soportarlo más porque estaba concentrado en otra cosa.

En no venirse.

El alfa soltaba gemidos roncos y sonoros contra su oreja donde tenía posados sus labios y su frente a un lado de la cabeza.

Las embestidas eran algo torpes y el sonido de sus cuerpos chocar era lo que ahora lo mantenía más atento ante la situación.

— Mierda — masculló mientras mordía su labio inferior, pero tuvo que deshacerlo cuando el alfa empezó a besar su cuello ascendiendo hasta su boca.

Su miembro erecto dolía de lo duro que estaba, con el pre semen empezando a escurrir por la cabeza.

Su cabeza era la que iba a perder si llegaba a correrse.

— Omega — ronroneó el alfa — Vamos... no te he escuchado gemir en todo el rato — dijo con voz entre cortada.

— Eh... e-estoy contando ovejas.

— ¿Qué? — preguntó el alfa deteniendo el vaivén de sus caderas.

El omega abrió los ojos y miró lo desconcertado en los ojos del otro. Le sonrió descaradamente y tuvo que usar todas sus fuerzas de los brazos para poder empujarlo y que este quedara boca arriba, con la espalda contra el colchón.

— Te enseñaré una cosa — dijo el peli gris — El sexo no es solo sexo.

— ¿Pero, qué? — preguntó confundido.

— No es solo meter y sacar, meter y sacar como si yo fuera un simple hueco, ¿Y mi placer personal que?

El omega volvió a acomodar el miembro del alfa en su entrada y lo metió suavemente.
El alfa soltó un gruñido y posó sus manos en los rechonchos y suaves muslos del omega, cuando este empezó a dar unos pequeños saltos y luego a dar movimientos circulares en distintas velocidades.

Obviamente, el otro empezó a sentir mejor estos movimientos, puesto que ahora gemía más y más. Al omega le han gustado que los alfas lo hagan, puesto que, muchas veces no lo hacían y eso le hacía pensar que no lo disfrutaban o su frágil ego los hacían retenerlos.

Esta vez, el omega tocó sus propios pechos, mientras cerraba los ojos, con sus caderas en movimientos circulares y verticales intercalados entre sí. El alfa, esta vez tomó el miembro erecto del omega, tan duro que chocaba contra su estomago blandito y empezó a masturbarlo.

𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐈𝐓 𝐈𝐅 𝐖𝐄 𝐌𝐀𝐃𝐄 𝐈𝐓 ᵏᵒᵒᵏᵛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora