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Capítulo 8

Diana Evans.

Mi padre siempre fue una persona importante, así que supongo que por eso hay tantos políticos en su entierro.

Yo decidí no ir al funeral y Jeal amablemente se ofreció acompañarme en casa, pero hoy es el entierro, así que decidí estar presente.

Aún me cuesta asimilar que mi padre no está aquí. Siempre fue tan bueno, tan noble, tan cariñoso, o al menos lo fue conmigo.

¿Por qué se suicidaría?

Que yo sepa él no tendría algún motivo para hacer eso.

—¿Todo bien?— pregunta tía Erin a mi lado.

Como dije antes, estamos en el cementerio. El sacerdote está diciendo unas palabras que no logro entender. Aún no han enterrado el ataúd y tengo miedo de ese momento.

—Nada está bien— le respondo.

Me fijo en Thaniel y en Ryder, ellos están atrás del sacerdote. Se que fingen estar bien, pero no es así.

Repaso con la mirada a Bruno y a Kira, ellos están escuchando atentamente al sacerdote. Kira me parece tan misteriosa, pero también tierna e indefensa.

Paso mi vista hacia Albert, Elisa y Jeal. Los tres están más alejados de nosotros. Hablando y soltando risas, que mal educados.

Por último, me fijo más en Vivian. Ella está junto a sus padres y su hermano. Por cierto, su familia me da como mala vibra.

La mamá de Vivian es muy diferente a ella. Tiene el cabello rojo y los ojos oscuros, mientras que el papá de Vivian tiene los ojos azules— igual que Vivian— y el cabello algo blanco por las canas.

Hace rato crucé algunas palabras con la señora Wals, y me parece que es muy... ¿Falsa? Sí, esa es la palabra.

Vivian tiene un aspecto demacrado, incluso se ve peor que yo. Tiene muchas ojeras en sus ojos, como si hubiera estado llorando. Tiene la mirada perdida entre mis hermanos.

—A mí también me parece raro— dice la tía Erin.

—¿Qué cosa?

—El aspecto de Vivian.

—Como si hubiera llorado.

—No creo que le doliera la muerte de tu padre.

—Quizás lloró por otra cosa.

—No la pierdas de vista, Diana, ella es peligrosa.

Tía Erin se aleja caminando y la veo acercándose a mamá.

Veo como bajan el ataúd dónde está mi padre y lo entierran. Las lágrimas salen de mis ojos y los recuerdos con mi padre vienen a mi cabeza.

Siento unos brazos rodearme y no debo voltearme para saber que es Jeal.

—¿Nos vamos a casa? Todos se quedarán un rato más aquí— dice él.

—Sácame de aquí.

(****)

Estoy sentada en la encimera de la cocina de mi casa mientras Jeal me prepara un chocolate caliente. Aún no ha llegado nadie, todos decidieron quedarse un rato más en el cementerio y la verdad es que me alegra estar sola aquí con Jeal.

Él se sienta al frente de mí y me extiende una taza de chocolate, yo la soplo y bebo un trago.

—¿Te he dicho que tu chocolate es el mejor?— le pregunto.

Caos PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora