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Capítulo 3

Abro los ojos y me sorprende que no veo nada. Nada, todo está completamente oscuro.

Recuerdo que me quedé dormida en el sofá de la sala pero... esto no es la sala. ¿Dónde diablos estoy?

Camino por el lugar, no es muy grande, pero es más espacioso que un cuarto. Choco con algunos objetos que no tengo ni puta idea de qué son.

No tengo mi celular, así que no tengo con que alumbrar. Mierda.

Toco las paredes, en busca de alguna ventana, pero no hay. Tampoco consigo ninguna puerta, solo algo que parece un portón.

Le doy golpes al portón, pero no se abre, también intento darle patadas pero no tengo resultados, solo el sonido de los golpes.

Odio los lugares oscuros, odio estar encerrada. Por eso nunca entraba al...

Sótano.

Esto tiene que ser un sótano.

¿Y si los Evans quieren matarme? ¿Y si me han encerrado por eso? No, mi miedo más grande no puede hacerse realidad.

-AYUDA- grito fuerte con la esperanza de que alguien me escuche.

Desesperada me desplazo por todo el espacio. Camino rápidamente buscando alguna luz, alguna claridad, pero nada.

-SAQUENME DE AQUÍ- mi voz tiembla.

No puedo creer que van a matarme. No quiero estar aquí, necesito salir.

Mi respiración se vuelve agitada y mi vista se nubla por las lágrimas. Dios, tengo tanto miedo.

Mi espalda choca contra una pared y yo decido deslizarme hasta quedar sentada en el piso.

Por favor, que sea una pesadilla.

Quiero despertar.

-Por favor, ayuda- esta vez no grito, susurro.

No tengo fuerzas para gritar, y tampoco para levantarme. Si los Evans no me matan, de todas formas, moriré aquí.

-Me voy a morir.

La tranquilidad no vuelve a mi cuerpo cuando escucho el portón abrirse, y la luz del sol choca contra mi rostro. Me limpio mis lágrimas y me levanto del suelo. Aún tengo miedo, pueden ser los Evans para matarme.

Veo una figura, pero no lo reconozco bien, parece un hombre.

Él se acerca a mí a paso apresurado y sostiene mi rostro con sus manos.

-¿Estás bien?- pregunta la voz de Bruno.

Sin responder, lo abrazo fuertemente y más lágrimas salen de mi rostro. Él me devuelve el abrazo. Creo que no estoy en peligro.

Nos separamos y él toma mi mano, sacándome de ese horrible lugar. Ya estando afuera, me doy cuenta de que no es un sótano. ¡Es la maldita cochera!

-Vivian ¿Estás bien? Estás temblando.

-Yo... yo estaba durmiendo en la sala y... simplemente abrí los ojos aquí.

-Tranquila, fue una pesada broma de Thaniel.

¡MALDITO THANIEL!

Joder... juro que me las va a pagar, ese hijo de...

Bruno vuelve a tomar mi mano y entramos a la casa. Nos acercamos a la cocina y yo me siento en la encimera. Él me sirve un té y yo le doy un trago.

-Bruno, gracias por sacarme de ahí.

--Sabemos que tienes nictofobia. Tu padre se lo comentó al señor Joseph y el señor Joseph nos lo dijo a nosotros.

Caos PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora