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Solo quiero sugerirles que se pongan cómodos, se relajen y busquen una taza de café u otra bebida de su preferencia para que puedan disfrutar más de este complicado capítulo.

Capítulo 12

Estamos en el auto de Albert, justo afuera del bar de los hermanos Evans. Mejor dicho, mi bar.

Es el mismo bar de aquella vez cuando vine con Thaniel en la fiesta de Jeal.

Seguimos dentro del auto mientras Albert nos da unas instrucciones para entrar. Se supone que hemos venido un poco... disfrazados, por si vemos a Ryder o a Thaniel.

Diana tiene una peluca color rubia chillón y larga, está toda vestida de negro. A ella tuvimos que cambiarla más porque cualquiera puede reconocer su peculiar cabello azul.

Se ve hermosa siendo rubia. La he contemplado por horas.

Albert solo lleva un sombrero de esos que usan los detectives y unos lentes de sol. Ah, y una barba falsa, como la de Santa Claus.

Yo tengo una peluca color roja, unos lentes de contacto color cafés y un atuendo... raro. Un top demasiado corto que deja a la vista el tatuaje de la pequeña serpiente que tengo justo abajo de mi pecho izquierdo y una minifalda.

Ah, y unas botas negras a la altura de mis rodillas.

Me siento como una prostituta.

—... Entonces Ryder estará con Thaniel en su oficina y no nos verán— termina de explicar Santa Claus.

—De todas formas, estamos irreconocibles— murmura Diana desde el asiento del copiloto.

—Okey... ¿Listos para entrar?— pregunto.

—¡Somos el team DAV!

—¿DAV?

—Son nuestras iniciales, imbécil— le espeta Diana a Albert.

Finalmente bajamos del auto y entramos al bar. Hay muchas personas, algunos bailando en la pista de baile, otras parejas tocándose en los rincones y otros simplemente bebiendo en la barra.

No es muy grande, pero sin duda yo vendría aquí a echarme unos tragos. Hay unas escaleras que dan a la segunda planta, donde supongo que están las oficinas.

—¿Dónde están los pandilleros?— pregunta Diana.

—Los que tengan un tatuaje de un cuervo en sus cuellos.

—Casi todos lo tienen— pronuncia Diana.

—Casi todos son pandilleros.

Caminamos hacia una pequeña mesa y tomamos asiento en las sillas.

—Okey— empiezo a decir—. Ustedes deben esperarme aquí mientras yo busco al tal Henry.

—¿Qué harás con Henry?

—Buscar respuestas.

Me levanto de la mesa y subo las escaleras. En la segunda planta hay tres puertas, obviamente abro la que dice "Jefe". Cuando entro, veo a Henry sentado en la silla que está atrás de su escritorio. Mirándome maliciosamente.

—Me preguntaba cuánto tiempo tardarías en dar conmigo— me dice.

—Aquí estoy.

—Toma asiento, querida— hago lo que me pide tomando asiento en la silla que está al frente de su escritorio.

—No has cambiado nada— admito.

Aunque casi me dobla la edad, Henry siempre ha sido muy atractivo. No tanto como los Evans, pero sí mucho más que otros hombres.

Caos PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora