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Capítulo 12

Henry.

Abro los ojos y lo primero que veo es el retrato de Vivian que tengo pegado en el techo de mi habitación. Justo a la altura de mi cama, para poder verlo cada vez al despertar.

Hoy es un simple dibujo, pero pronto serás tú en carne y hueso, mi Viv.

Sé que parezco un loco, pero no me juzguen. Si vieran a Viv entenderían mi obsesión.

Su cabello castaño claro, siempre lo tiene al natural y va un poco más allá de sus hombros. Sus ojos azules y grandes, adornados con sus largas pestañas. Sus labios rojos y carnosos, su perfilada nariz y su sonrisa radiante.

¿Quién no estaría obsesionado con una diosa así?

Su hermana Camille era muy diferente. Pelirroja, ojos oscuros y muy separados, cejas pobladas y muy delgada.

Camille no era fea, pero muy simple para mi gusto.

Desde que vi a Vivian, supe que sería ella la única privilegiada en entrar a mi vida.

Mi padre adoptivo me fue a visitar al hospital. Estábamos sentados en la sala de visitas. Uno al frente del otro.

Me gustaba que me siguiera queriendo como si fuera su hijo, aunque no lo fuera.

Me gustaba que me siguiera visitando a pesar de haber matado a su esposa.

—¿Cómo te sientes últimamente?— preguntó.

—Afligido— respondí con mi mirada en el suelo.

—Hay algo que te va a alegrar.

—Lo dudo.

—Tus tíos ya tuvieron a las bebés. Son dos niñas hermosas.

Otras mocosas iguales o peor que Amy.

Papá sacó una fotografía del bolsillo de su chaqueta. Me la extendió y yo la cogí. Detallé todo a la perfección.

Había dos bebés acostadas en una cama. Una de las niñas tenía el cabello rojo, la otra lo tenía castaño.

La del cabello castaño tenía algo más que me llamó la atención: unos hermosos ojos azules.

—La pelirroja es Camille, la favorita de todos— dijo papá.

—¿Cómo se llama la otra?

—Vivianne, pero yo le digo Vivian.

Ese es el nombre del amor de mi vida.

Así empezó mi flechado por mi amada Viv.

Luego de ver esa foto, hice un plan para escaparme del hospital. Y lo logré, me escapé y a los meses fui a casa de mis tíos, para secuestrar a Vivian.

Entré en la madrugada, me costó ya que habían muchos guardaespaldas rondando la casa. Pero no fueron un impedimento.

Entré al que supuse que era el cuarto de las niñas. Ambas estaban acostadas en su cuna, con sus ojos cerrados. Tenían un gorrito de lana en sus cabezas, así que no podía saber cuál era la  castaña y no podía perder tiempo.

Cogí a una de las niñas y me fui corriendo. Cuando llegué al basurero donde me estaba quedando, le quité el gorro a la mocosa y me di cuenta de que era la equivocada.

Había secuestrado a Camille, no a Vivian.

Obviamente no podía volver a casa de mis tíos para devolver a Camille y llevarme a la otra.

Caos PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora