CAPÍTULO 42

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POV Aaron:

Sentir sus labios unidos a los míos menguaba un poco la ira que siento dentro de mí, calma esas ganas de volver a ese salón y matar a golpes al miserable de Jacob. Cómo podía haber hombres tan ruines como ese maldito que se atrevió a tocar a mi preciosa gema. Pero su abuso le estaría demasiado caro, Jacob Brown pagara lo que hizo y disfrutare mucho pasarle la factura.

El aroma de mi chica inunda mis fosas nasales y siento estar en el paraíso, así que bajo mis manos hasta su cintura y la apego a mi cuerpo con necesidad, deseando tenerla entre mis brazos para siempre, protegerla y venerarla como una verdadera diosa que merece que le rindan total pleitesía.

Amo su fortaleza, pero sé que por dentro se derrumba y se empeña en ocultarlo muy bien, pero no conmigo, no con quien conoce sus cualidades más hermosas. Esta mujer es única, imperfectamente perfecta y así la amo.

Demora en corresponder a mi abrazo, pero cuando lo hace, escucho como deja escapar un suave sollozo, mismo que se cuela de forma despiadada hasta mi ser y me ahoga. Maldigo el no intervenir antes, maldigo el haber esperado tanto para que ese hombre pusiera sus sucias manos sobre su cuerpo. Es que tengo unas inmensas ganas de matarlo muy lentamente y con demasiada alevosía.

—Estoy aquí, preciosa gema —murmuro contra sus labios que se quedan entreabiertos—. Perdóname. Perdóname por no intervenir antes —le pido.

Niega con la cabeza, abre sus ojos y los veo enrojecidos. Sus lágrimas se mezclan con las gotas de lluvia que nos bañan por completo, pero no sabe que verla llorar me parte el alma en millones de pedacitos.

—No era tu obligación intervenir —responde después de un momento de silencio.

—Lo es —contradigo—. Eres la mujer que amo, Haley, y no puedo permitir que te hagan daño, no lo tolero.

Sus ojos no se apartan de los míos y percibo la incredulidad en su mirada. Nunca había sido tan sincero como ahora, pero ella ya no confía en mí y me duele porque yo soy el responsable de eso.

—¡Mientes! —masculla ofendida—. Solo dices mentiras.

Se aleja un paso de mí, privándome de su calor.

—Te juro que no miento, preciosa, tienes que creerme —suplico.

Su cabeza se mueve en una negativa y sus ojos se cierran unos segundos. Y, por primera vez, siento que su rechazo es real, que se está escapando de mis manos sin que pueda evitarlo.

—Me mentiste desde el principio —me acusa y no se equivoca—. Sabias quien era yo y por eso te acercaste, planeaste todo esto con tu padre —su voz se vuelve gélida.

Sus últimas palabras no son verdad, ella no conoce la historia, no sabe nada y no sé cómo demonios puedo explicarle algo que ni yo mismo término de entender.

—No es así —niego—. No hay ningún plan, al menos no de mi parte —me sincero—. Supe quien eras desde que te miré varada en la carretera, pero me gustaste desde ese momento y sabía que decirte quien era solo me cerraría las puertas para acercarme a ti —confieso avergonzado—. Pero no hay un plan… bueno… es decir sí, pero yo…

—¡Cállate! —exclama furiosa—. Eres un maldito Adanson, eres un ser sin corazón como tu padre.

—Yo no soy como él —niego—. Jamás seré como él.

Me niego a ser como mi padre, despiadado, cruel, vengativo y ambicioso. No, yo no soy ni seré como él, ni en esta vida ni en otra.

—Tienes razón, tú eres peor —suelta sin un ápice de duda en el tono de su voz.

Enfrentando a La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora