14 de enero, 2024.

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Capítulo 1.

14 de enero, 2024.

Cuatro meses parece mucho tiempo, pero en realidad pasan en un abrir y cerrar de ojos, aunque para mí eso ahora no cambie nada. Si los abro solo veo negro, si los cierro, más de lo mismo.
Ese día, no solo perdí un sentido, perdí muchas otras partes de mí.
Sentí como me rompía a la vez que el coche giraba y bajaba por el barranco.

Allí, en aquel lugar, dentro de ese montón de chatarra que antes fue mi coche, me quedé.
Sacaron mi cuerpo con ayuda de los bomberos, pero no pudieron sacarme a mí.
El Hugo que salió de ese accidente no ha vuelto a ser el mismo que se montó en su coche con toda su ilusión y su maleta en Córdoba.

Me ha costado volver a dormir sin recordar cada maldito segundo de ese momento. Como esa pequeña distracción por mi parte hizo que invadiese el carril contrario, el giro brusco al volante para no chocar con el coche que tenía enfrente, la salida de la carretera.
El silencio.
Los cristales reventando contra el suelo, el crujir del metal, las vueltas y el golpe final.
La música que comenzó a sonar de nuevo.
Aquella maldita canción que no he sido capaz de escuchar de nuevo.

Tampoco he vuelto a tocar la madera o las cuerdas de una guitarra, ni siquiera soy capaz de aguantar demasiado tiempo la radio puesta.
Todo me lleva a aquel momento, y es algo que quiero y necesito olvidar, pasar la página. Asumir que no hay vuelta atrás.

Es difícil hacerlo cuando constantemente escucho que no tengo solución, que mi nervio óptico está obstruido, que hay por culpa de la inflamación que no se fue durante un mes, se ha quedado dañado.
Que no voy a volver a ver.
Que solo hay tratamientos experimentales que no me recomiendan aún, que la operación es arriesgada y todavía estudian si puedo dar ese perfil.

¿Cómo podía vivir Eva así?
Cada día, cada segundo sumido en esta oscuridad, la admiro un poco más. Admiro la sonrisa que siempre llevaba en su cara, ser capaz de desprender esa luz que te hacia mirarla constantemente.

Suspiro al sentir como el coche se para, mi mano izquierda roza mi brazo derecho.
A parte de perder la vista, tuve otras secuelas, dos operaciones llevo en el brazo, todo para poder reconstruir uno de los huesos, y otra en la pierna.

-Vamos Hugo. -La puerta se abre y los brazos de mi hermano me rodean hasta que mis dos pies están en el suelo y puedo ponerme en pie con algo de dificultad.- Espérame aquí, voy a buscar aparcamiento .
-No creo que pueda ir muy lejos.

Una risa por su parte es lo último que escucho antes de encender el motor y alejarse con el coche.
Alzo la cabeza, como si buscase los pocos rayos de sol que hoy, en pleno mes de enero, son muy escasos.
Huele a humedad, a lluvia.
Mi brazo se resiente, mi pierna izquierda también.
Sin duda, se avecina tormenta.

Suena el teléfono en mi bolsillo, lo saco y la presiono el botón de mi lector de pantalla.

"Llamada entrante: Eva."

-Hola. -Su voz hace que mis labios se estiren hasta formar una sonrisa, una de las pocas muecas verdaderas que soy capaz de mostrar.- ¿Cómo estás? Te echo de menos.
-Yo también te echo mucho de menos, Eva.

Me había acostumbrado a tenerla a mi lado, me había acostumbrado a caminar guiado por su mano, a que ahora más que nunca ella fuese el faro que me guía en mi oscuridad. Pero no podía vivir escondido debajo de su falda, tenía que volar, que salir de la protección de sus brazos, enfrentarme a la nueva realidad, hacerlo solo. Sin ella.
Y dolió, sigue doliendo cada maldito kilómetro que nos separa. A poco me saben las interminables llamadas diarias, los te quiero sin ser susurrados contra mis labios, su risa sin que acaricie mi nuca y me erice la piel.
Miles de veces he pensado en decirle que venga, que la echo de menos, que necesito abrazarla, que me muero cada día un poco más por anhelar sus besos, por no sentir su presencia a mi lado, que los paseos se me hacen eternos sin su mano entrelazada con la mía, que las noches no tienen fin sin sus dedos delineando mi cara o moviéndose por mi espalda.

Ahora y siempre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora