16 de abril, 2024.

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Capítulo 16.

16 de abril, 2024.

Miro atentamente el calendario que cuelga en la cocina mientras que se calienta la cena en el microondas.
Mañana es 17 de abril.
Mañana Hugo tiene que ir a revisión de su lesión en él nervio óptico, a ver como va la inflamación, a ver las secuelas y a valorarse como candidato a una operación que le pueda devolver la vista.

Quiero y necesito que todo le vaya bien. Que las pruebas le devuelvan la esperanza, que sus ojos vuelvan a brillar, que la luz le escandile por la mañana al despertarse.
Aunque yo no vaya a estar ahí para verlo, para dar cada paso con él, ojalá vuelva a ser el mismo de siempre.

Quizá ahora está perdido en su versión más oscura según me cuenta Ana todos los días.
Hay veces que no quiere salir de la cama, que tienen que sacarlo tirando de las sábanas.
Su sonrisa no es la de siempre, puedo ver como es fingida en las fotos que su madre me pasa.
En más de una ocasión he querido decirle que no me hace bien verlo, que quiero olvidarme de él y así no me ayuda.

Soy yo quien la llama todos los días, soy yo quién quiere saber cada día como está, pero verlo me hace dar tres pasos atrás cada vez que doy uno hacia delante para olvidarlo.

El pitido del microondas me hace quitar la mirada del calendario.
Cojo con cuidado el plato y me siento en la mesa.
Suspiro antes de que el reloj marque las 22:00h .
Marco un número que ya me sé de memoria, al que llamo todos los días. Siempre a la misma hora.

-Eva, cariño.
-Hola Ana. -Sonrío porque siempre me contesta casi de inmediato, como si estuviese pendiente de mi llamada.-
-¿Cómo estás?
-Bien.
-¿Estás comiendo? -Es imposible que deje a un lado su lado madre un segundo, y sonrío por ello, sonrío al ver que se preocupa por mí.-
-En ello estoy ahora. -Escucho su risa al otro lado del teléfono.- ¿Y... Cómo está?

Se me hace muy difícil pronuncia su nombre de nuevo, se me atraganta y no sale. Llamarlo por su nombre solo me recuerda lo lejos que está, y no solo me refiero a la distancia física, que es más que evidente, sino a la parte emocional, a como estamos en dos polos opuestos que parecen no atraerse.

-Ayer no quiso ir a rehabilitación. -Frunzo el ceño, le queda poco más o menos un mes para terminar, para comprobar si ha puede recuperar la movilidad total del brazo, y además está Lidia.- Se quedó en la cama y no hubo forma de levantarlo.
-No puede perder días Ana.
-Lo sé, pero ya sabes que cuando se le mete algo en la cabeza...

Claro que lo sé.
En su cabeza se afianzó la idea de que tenía que dejarme, que yo sería más feliz sin él, en su cabeza se metió otra chica que nos terminó separando.
Sé lo que su cabeza puede hacer, conozco esa parte buena y esa parte mala.

-Mañana tiene las pruebas para la vista ¿No?
-Sí, por la tarde, después de comer. A ver si quiere levantarse para ir. Ya está otra vez metido en la cama sin querer salir. -Toco mi nariz como gesto nervioso, mis labios tiemblan antes de dejar salir la pregunta que me ahoga.-
-¿Ha tenido problemas con Lidia? Quizá se han peleado y...
-No. -Su voz me corta, hace que las palabras dejen de salir de mi garganta.- Lidia es solo una amiga, Eva. Aunque él te dijese que no. Mi hijo es imbécil, lo sé, sé merece pasarlo mal como lo está haciendo ahora, pero te puedo asegurar que la única a la que quiere es...
-No sigas Ana, por favor. -Ahora soy yo quien la detiene, al borde de las lágrimas, a punto de que mi voz se rompa de nuevo. No quiero escuchar que me quiere, no puedo creerlo cuando delante de mí la besó a ella, cuando no le importó romperme en mil trozos para separarme de él.-
-Es la verdad Eva.
-¡No lo es! Me dijo que me fuera, la besó delante de mis narices. No me quiere, no haría eso si tan enamorado está de mí como dices. -Hago un silencio en el que con rabia limpio las lágrimas que caen con peso propio de mis ojos.- Y yo solo quiero olvidarlo.

Ahora y siempre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora