19 de enero, 2024.

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Capítulo 6.

19 de enero, 2024.

Tres días desde que "nos casamos" en la playa. Tres días en los que tenriamos que haber estado bien, felices, más juntos que nuca. En nuestra particular luna de miel.
Pero esa miel se ha derramado, el bote se ha partido, ha estallado en mil trozos de cristal de diferentes tamaños, imposible de poder juntar, sin un indicio de por donde a empezar.

Tengo la miel cayendo por mis manos, resbalandose entre mis dedos.
Dejo escapar un suspiro que se topa en el techo del salón, mi cabeza se apoya en el sofá y me permito cerrar los ojos unos segundos.
Solo de tiempo para poder recordar con nitidez su sonrisa al mirarnos, su piel erizada al tocarnos, sus labios rojos de tanto besarnos.
Esas noches en las que el tiempo volaba y a nosotros no nos hacía falta nada más.

Ahora todo es complicado, raro, extraño.
Dormimos en la misma habitación, en distintas camas. Ese día, al llegar de la playa bajamos el colchón, ahora él duerme solo en esa cama que no hace mucho fue de los dos.

Siento como el sofá se hunde a mi lado, abro los ojos para encontrarme con la madre de Hugo, que retira una lágrima que, rebelde, sin permiso, se había escapado de mis ojos.

-¿Quieres hablar? -Separo mi mirada de la suya con temor de que pueda leer en mis ojos que yo solo quiero a mi Hugo de siempre, que quiero ayudarlo, que quiero tener un día a día con él, que seamos los dos.-
-Estoy bien.
-No, no lo estás, y él tampoco. -Hasta ahora no había visto el cigarrillo que pasa de sus dedos a su boca. Me concentro en el humo que sale de sus labios y no escucho apenas su voz.- No me ha querido contar nada.
-No hay mucho que contar.

Solo que apenas nos hemos dirigido la palabra desde hace tres días, que dormimos separados, que ni un solo beso ha vuelto a rozar mis labios. Que casi ni recuerdo como era tocar entrelazar su mano con la mía.

Me encojo de hombros, intento restarle importancia ante los ojos de la mujer que me mira atentamente, que busca el momento para dejarme hablar, para que suelte lo que llevo dentro.
Que me da el espacio para que pueda quejarme, para que termine por explotar.

-Vamos Eva, no hace falta que intentéis aparentar que todo va bien, se nota muchísimo que no es así.
-Supongo que así es como quiere que vaya Hugo, no lo sé. Ya no sé qué creer, que hacer o no hacer para poder estar bien con él.

No quiero desahogarme con Ana, no quiero hacerlo con alguien tan cercano a él, no quiero tener que hacerlo.
Pero hay veces en que más palabras se amontonan en la garganta, que me empujan los labios y no tengo otra opción que dejarlas salir.
Hacerlo para intentar aflojar el nudo que cada vez siento que se aprieta más en mi pecho.

-He pensado en volver a mi casa, no me gusta esta situación, odio estar tan cerca de él y sentirlo a miles de kilómetros. Pero no es lo que quiero, no quiero que nos volvamos a separar tanto tiempo, no quiero echarlo de menos y solo tener su voz a través del maldito teléfono. -Dejo escapar un suspiro a la vez que también se escapan algunas lágrimas de mis ojos.- Odio que un día me diga que quiere que venga, que se le noten las ganas de estar conmigo y otro me aparte a un lado como si le estorbase.
-Eva, Hugo solo está...
-Lo sé. -La interrumpo sin ser demasiado brusca.- Lo sé Ana, créeme que entiendo a Hugo mejor que nadie. Joder, yo pasé por ahí, yo sé lo que es creer que alguien está conmigo por pena, pero yo lo quiero, yo elijo estar con él día tras día. -Juego con mis dedos, con el borde de la sudadera que llevo puesta, de Hugo, impregnada de su olor, para se alguna forma sentirme un poco más cerca de él.- He estado mirando alguna habitación o piso compartido aquí en Córdoba, para alquilarlo, para darle su espacio sin estar a más de ochocientos kilómetros de él.

Giro la cabeza al escuchar como se estalla contra el suelo un marcó de fotos de los que tiene Ana sobre la él mueble de la entrada.
Hugo lo ha caído sin darse cuenta, sin querer, haciendo que las dos sepamos que él está ahí, que estaba ahí y que probablemente haya escuchado gran parte de la conversación.

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