17 de abril, 2024.

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Capítulo 17.

17 de abril, 2024.

Salgo de la revisión con una sonrisa amplia e incrédula en la cara.
No puedo creer que exista la posibilidad de poder operarme para volver a ver.
Estaba nervioso por lo que me pudieran decir hoy.
Estaba nervioso porque pensé que tenía que resignarme a vivir en la oscuridad.

¿Y si no?
¿Y si es posible volver a ver?

El pecho se me hincha, me cuesta respirar y todo es porque tengo dentro de mi cuerpo más felicidad de la que puedo retener.

"-Después de hacerte las pruebas, hemos visto que la inflamación ha casi desaparecido y el daño en tu nervio óptico es operable. Aún es pronto pero hay muchas posibilidades de que puedas volver a ver."

Quisiera poder tatuarme todas y cada una de las palabras que ha dicho el doctor.
Quisiera poder no olvidarlas nunca.
Quisiera poder contárselas a la única persona que no está y que quiero que esté.

-¡Cariño es increíble! -Mi madre me abraza, una vez más ya fuera de la consulta del hospital. Le sonrío, esta vez de verdad, esta vez enseñando los dientes.- ¿Qué te pasa?
-¿Se lo dirás? -No me hace falta decirle a quien, sabe que sé que habla con ella, todos los días.-
-¿Quieres que lo haga?

Me encojo de hombros, quiero que lo sepa, pero quiero ser yo quien se lo diga. Quiero ser yo quien escuche si en su voz hay ilusión por esta noticia.
Soy yo quien quiere escucharla de nuevo.
Me sé de memoria el último mensaje que me mandó, me sé de memoria muchos de los vídeos que nos hicimos.

No he podido borrar nada de ella, aunque no pueda ver las fotos, soy incapaz de borrar algo que me obligue a olvidar el rastro de ella en mi vida.

La operación tiene un pequeño riesgo, algo que no tiene relevancia ante todo lo que puedo recuperar.
Puede crearse un coágulo que se desplace hasta mi cerebro y me ocasione daños graves, incluso la muerte.

¿Pero que es la muerte si no puedo ver y he alejado a Eva de mi vida?

-No, no le digas nada.
-¿Por qué?

Pero la pregunta de mi madre se queda sin respuesta, no soy capaz de responder. Realmente no sé qué quiero responder.
Quiero ser yo quien se lo cuente, pero a la vez sé que no voy a ser capaz de llamarla.

Eva ya no forma parte de mi vida, yo mismo la eché.
Tampoco tiene que seguir preocupándose por mí.

-Es un día perfecto para celebrar la buena noticia. -Lidia aparece por detrás de mí con su voz alegre. Intento sonreírle y asentir con la cabeza.-
-No estaría mal.
-¿He oído fiesta? -Siento su voz muy cerca de mí, casi como si su aliento chocase con mi cara.-
-Sí.

Tengo que dejar de pensar en llamar a Eva, en querer decirle lo que me ha dicho el médico. Tengo que dejarla salir al completo de mi vida y se me hace muy difícil estando pendiente todos los días de la llamada que le hace a mi madre.
Siempre detrás de la pared, de la puerta, de la esquina de casa, en silencio, tratando de escuchar su voz más allá del murmullo que no me deja distinguir palabras en el teléfono.

Hace algo más de dos meses que no sé gran cosa de ella, que solo sé que no está en España, que está bien.
Mi madre no ha querido decirme muchas más cosas, tampoco he insistido en preguntarle.
Tiene que hacer su vida lejos de mí.
Tiene que salir, disfrutar, conocer gente, vivir.

¿Habrá encontrado a otro chico?

-Conozco un lugar que te va a encantar.

Y el entusiasmo en la voz de Lidia hace que esa última pregunta se quede apartada en mi cabeza, preparada para asaltarme cuando por la noche esté solo en mi habitación, sobre esa cama que cada vez me resulta más incómoda sin su cuerpo al que abrazar.

Ahora y siempre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora