19 de enero, 2024. Parte 2.

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Capítulo 7.

19 de enero, 2024. Parte 2.

-Esto te va a doler, piensa en algo bonito.

Mi mente vuela a la playa, a ese momento en el que Eva vino a mi lado con aquel cura. Todo me pareció una locura, pero que ahora repetiría una y otra vez, y no lo dejaría solo en algo de mentira.

Siento como se estiran mis labios, como una sonrisa se queda fija en mi boca al pensar en esa chica castaña, que me espera en la sala de espera, en sus ojos, en la nitidez con la que la recuerdo todavía.

-Me casé con ella.
-¿Qué? -Sus dedos dejan de presionar sobre mi brazo unos segundos. Yo solo puedo sonreír al recordar aquel momento, me hubiera encantado poder verla, ver ese azul de sus ojos fundirse con el color del mar mientras nos decimos solo con silencios que queremos pasar el resto de nuestras vidas juntos.-
-No fue de verdad, no teníamos papeles ni nada... Solo había una boda en la playa y el cura "nos casó" a nosotros también. -Hago las comillas con mi mano izquierda. Ojalá no tener que hacerlas.-
-Joder Hugo, me habías asustado. Yo quiero ir a vuestra boda, no me vayáis a dejar fuera. -Sus dedos vuelven a hacer presión sobre la piel que cubre mis músculos debilitados.-

Sonrío pensando en una boda de verdad, es ese instante en el que Eva cruce una iglesia o el camino que hagamos con pétalos hasta el altar, su cuerpo ceñido bajo un vestido blanco con una gran cola, el velo cubriendo su cara, su pelo cayendo por su espalda y sus ojos rojos de la emoción.

Me encantaría poder ver ese momento, poder mirarla dar cada paso, agarrada por el brazo de su padre, ver como muerde sus labios nerviosa, ver como me sonríe y me arruga la nariz para que deje de morder mis uñas.

Imaginarla cada vez me vale menos.
Quiero verla.
Necesito verla.
Ser capaz de recuperar la luz en mis ojos y quizá así las voces dejen de gritarme que está conmigo por pena.
Quizá así sienta que puedo darle todo lo que ella merece, que no voy a limitarla en cosas tan cotidianas del día a día como pasar el cepillo por el suelo de la casa.

-Entonces ahora estáis bien ¿No? -Giro la cara hacia su voz, hacia la voz de Lidia que parece interesada en mi respuesta, y dejo escapar un suspiro.-
-Sí. Eso creo.
-¿Eso crees?
-Sigo sintiendo que estaría mejor sin mí, que su camino tiene que separarse del mío. Sigo escuchando esas voces que me gritan que la deje.
-¿Aceptas un consejo? -Muevo la cabeza para decirle que sí.- Nunca he visto a dos personas que se miren como lo hacéis vosotros. Hugo, aleja esas voces de tu cabeza, de ti, de ella, de vosotros, y déjate ayudar.

No digo nada, me es difícil hacerlo, admitir que quizá ella tiene razón, que tengo que dejarme ayudar, que yo solo no puedo evitar que esas voces me atormenten.
Que siempre me acaban ganando, como esta mañana.
Y que ha sido Eva quien sin tener claro contra qué luchaba no se ha dejado vencer.
Quien me siguió a la habitación, quien no se conformó con que le dijese que la dejaba, quien no quiso creer que eso era verdad.
Y fue ella quien evitó el mayor error de mi vida.

-La dejé Lidia, le dije que la dejaba y no se lo creyó, me preguntó si había alguien más. ¿Puedes creértelo? ¿Alguien más? Eso es imposible.
-¿Nunca has pensado en que puedes tener algo con otra persona? ¿No has sentido algún tipo de atracción por otra chica que no sea Eva? -Voy a negar con la cabeza a sus preguntas pero las voces vuelven, se hacen presentes y me hacen odiar sus palabras. Sí he pensado en eso, he llegado a pensar que si no hubiese conocido a Eva, podría haber tenido algo con ella.-
-Solo podría ser si no hubiese conocido jamás a Eva. Tú y yo haríamos buena pareja, pero no podría sentir nada parecido a lo que me produce ella, es algo que me cuesta expresar con palabras. -Hay un pequeño silencio entre los dos, Lidia hunde sus dedos con fuerza en mi piel hasta que suena la alarma que nos hace saber que se ha terminado el tiempo de la rehabilitación por hoy.-
-Pues entonces no la dejes escapar, Hugo. No la alejes de ti.

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