2 de febrero, 2024. Parte 2.

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Capítulo 10.

2 de febrero, 2024. Parte 2.

-Estás hoy muy ausente. ¿Estás bien Hugo?

Me tomo mi tiempo para responderle, para pensar en qué respuesta dejo salir.

La verdad: que estoy mal, que nada está bien dentro de mí ahora, que ir al psicólogo solo está haciendo que Eva se separe cada vez más de mí y yo siento que la poca luz que conservo se va detrás de ella.

O la mentira: que estoy bien, solo que me he despertado mucho por la noche y no he dormido como debería.

Una sonrisa intenta dibujarse en mis labios pero es imposible, no soy capaz de mentir. Acabo agachando la cabeza cuando siento como los dedos de Lidia dejan de hacer presión en los músculos de mi brazo.
Sus manos agarran mi cara e interpreto que hace el gesto para que la mire su alguna vez pudiera mirarla de verdad.

-Todo está mal.
-¿Qué ha pasado?

Muerdo mi labio inferior recordando la voz casi rota de Eva diciéndome que sabía que no iba a rehabilitación, como se me paró el corazón en ese instante, como después se oprimió al saber que pensaba que yo le estaba siendo infiel.

¿Cómo podría serle infiel si a ella es a la única persona que puedo ver aunque mis ojos no me dejen verla?

Es de locos pensar que tengo ganas de besar otros labios que no sean los suyos.
Es de locos pensar que quiero cambiarla por alguien más cuando me siento el tío con más suerte del mundo porque ella está a mi lado.

Es de locos pensar que voy a querer a alguien de la forma en la que la quiero a ella, es que ni siquiera creo ser capaz de querer a otra chica ni la mitad de la mitad de lo que la quiero a ella.
Mi corazón no se va a desbocar de la manera en que lo hace al verla o sentirla cerca con nadie más.

-Sabe que los jueves por la tarde no voy a rehabilitación. -Hago un pequeño silencio en el que logro zafar mi cara de entre sus manos.- Nos vio entrando a tu bloque de pisos.
-¿Sabe que vas al psicólogo? -Niego con la cabeza, ojalá fuese eso lo que ella hubiera pensado.-
-Cree que la engaño contigo.
-¿Qué?

Imagino su cara, sus ojos abiertos, la sorpresa reflejada en su gesto.
Y es que es increíble que pueda pensar eso, es tan poco creíble que hasta a Lidia le ha sorprendido.

Llevo una de mis manos a mis cejas, las masajeo unos segundos para aliviar el dolor se cabeza que comienza a aparecer. Consecuencia de retener con tanto ahínco las lágrimas que pretenden salir de mis ojos.

-Pero eso es estúpido, Hugo. Tú jamás...
-Lo sé, claro que lo sé. Pero ella parece que ella no.
-¿Le has dicho la verdad? -Niego con la cabeza y escucho un suspiro por su parte que parece cansado y lleva entre ese aire un "te lo dije" cargado de verdad.- Te dije que tenías que decírselo, que ella está siempre a tu lado y te iba a apoyar.
-Quería sorprenderla, llegar un día a casa siendo capaz de derrotar a mis demonios yo solo. ¿Sabes? -Sonrío al recordar el momento de esta mañana en la cocina, como mi voz y mis ganas de ella eran más altas que los ruidos que mis demonios hacían para separarme de ella. Sonrío al recordar y casi poder oír de nuevo su gemido cuando mi mano se coló entre sus pechos sin temblar.- Hoy casi lo hacemos en la cocina. Ella estaba enfadada y yo solo quería que se quedase, que me perdónase, solo quería besarla una vez más por si era la última.
-¿Y qué pasó?
-Llegó tu mensaje, se reprodujo y ella se fue.

Me empujó y se fue de la cocina, no ha vuelto a hablarme desde ese momento, casi no deja que entrelace mi mano con la suya, rehuye cualquier contacto que intento, cada palabra se queda en el aire, muere sola sin su compañía.

Ahora y siempre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora