17 de junio, 2024.

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Capítulo 21.

17 de junio, 2024.

Son casi las seis de la tarde, el cartel de la provincia de Córdoba ya hace unos minutos que lo hemos dejado atrás.
Es cas imposible describir como se ha encogido mi estómago en ese momento, como la saliva a abandonado mi garganta.

La mano de Eric sigue sobre mi pierna, sigue ahí desde ese preciso momento. Intenta en vano darme algo de la calma que siempre consigue, pero ahora es distinto, ahora eso es imposible.

¿Qué hago si por casualidad lo veo al cruzar la calle?
Por la dirección que Ana me ha mandado de la casa que nos ha conseguido, no está muy lejos de la suya.
Es de una amiga suya, lleva cerrada unos años y no quieren alquilarla, es solo un favor lo que la mujer nos hace.
Ana insistió en qué aceptase y no supe decirle que no, no supe negarme.

El problema es que solo la separan dos calles de la suya, después de estar a miles de kilómetros de él, ahora solo voy a estar a un par de calles.
Una distancia ridícula que puede ocasionar un encuentro para el que creo no sentirme preparada.

Mañana tiene las pruebas para que le den cita para la operación, no podía retrasar más mi viaje hasta aquí.
Suspiro cuando paramos el coche que hemos alquilado en Madrid, quizá elegí esta forma de llegar porque es la que más iba a tardar, la que más me iba a dejar pensar y prepararme.

El tiempo que esté aquí, las situaciones a las que me pueda enfrentar puede cambiar todo lo que ahora conozco, lo sé yo y lo sabe Eric.
Puede que le cierre la puerta definitivamente a Hugo o que sea todo lo contrario y no me siento preparada para ninguna de las dos opciones.

Miro hacia la izquierda, los ojos de Eric están fijos en mí, sus dedos aprietan y hunden la piel de mi pierna a través de la tela del pantalón y yo entiendo cada gesto que su cara no hace.
El GPS nos indica que hemos llegado a la casa de la que me fui hecha pedacitos.
Esa casa donde tantas cosas he vivido y que desde fuera me eriza la piel.
Reconozco cual es el balcón, ese en el que tantas noches hemos amanecido Hugo y yo abrazados, disfrutando de los primeros rayos del sol, solo tapados por una manta mientras nos acurrucabamos los dos en una silla.

"-Me encanta esto. -Mi mirada se pierde entre el cielo que comienza a ser azul, que también se tiñe de amarillo y expulsa a la oscuridad de la noche. A pesar de solo tener una manta que me cubre, el frío no es algo que me importe, que me moleste, los brazos de Hugo rodeándome es todo lo que necesito en estos momentos.-
-A mí me encantas tú.
-Idiota. -Me giro para besar sus labios solo un instante antes de esconderme un poco más debajo de la manta.- Ojalá podamos estar así siempre.
-¿Por qué no vamos a estarlo?

Me encojo de hombros, pensando en que no hay ningún motivo por el que esto no pueda suceder todos los días.
Aunque no sea en este mismo balcón, yo apostaría al rojo todas mis noches con el rubio y no las perdería."

Pero las perdí, lo perdí todo o más bien, él me arrebató todas esas fichas que yo ponía en nuestra ruleta particular.
Me quedé sin un motivo por el que seguir aquí, y me marché.
Ahora vuelvo, pero no a recoger estas fichas que me quitó, no a su lado.

Siempre le prometí que estaría a su lado cuando le hicieran las pruebas, que me iba a tener ahí pasase lo que pasase, y aunque no sé si él querrá que esté aquí, aquí estoy.

Bajamos del coche, le pido con mis silencios y con los ojos que no me deje ir sola, que haga conmigo ese camino que tantas veces hice en el pasado, que me empuje para subir las escaleras y no caerme.
Que me haga quedarme frente a la puerta de su piso sin dar la vuelta y salir corriendo.

Ana abre y en su cara muestra una gran sonrisa que le achican los ojos, que le hacen aparecer unas arrugas al final que me dejan ver que es una sonrisa de verdad, de las que extrañaba, de las que siempre me ha mostrado.

Ahora y siempre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora