Capítulo 33

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Una vez la bebé se ha dormido entre mis brazos es llevada de nuevo a la incubadora y sacada de mi habitación. Es imposible no sentir ese sentimiento de tristeza e impotencia, yo debería tenerla mucho más tiempo entre mis brazos, debería estar conmigo, pero su estado de salud en este momento es vulnerable. Y no solo ella, ya que yo me encuentro en las mismas condiciones.

Con dificultad me acomodo en la cama, ya que al darle pecho a Beatriz tuve que sentarme y ahora me provoca dormir, estoy agotada, es como si al alimentar a la bebé una gran parte de mi energía se hubiese ido con ella. En ese momento entra otra enfermera que llega directo a cambiar el medicamento que pasa por mis venas mediante una vía intravenosa.

— ¿cómo te sientes? — la enfermera revisa mis heridas mientras el medicamento es absorbido por mi cuerpo

— Como si un elefante hubiese pasado sobre mí, me duele hasta respirar

— No es para menos. Pido a Dios que puedan encontrar a los culpables, usted merece justicia, esto no puede quedar así

Bajo la mirada entristecida, si puede y quedará así

— Ojalá — susurro

— Ya verá, lo mejor de todo es que ya tiene a su bebita con usted y eso consuela bastante ¿cierto?

— Totalmente, aunque no sé si con mi estado de salud podré ver de ella completamente — confieso

— Ya verá que sí. Es usted una mujer totalmente fuerte, no cualquiera recibe una paliza y está como usted en estos momentos. Verá que el amor hacia su hija la hará más fuerte..., el amor por nuestros hijos nos hace invencible

Con esas palabras termina de revisarme y deja que el medicamento pase a cuenta gotas por mis venas para luego salir de la habitación dejándome sola, pero acompañada con mis pensamientos. Estoy harta de pensar, no quiero sentir ni pensar nada. Es por ello que cierro los ojos con la intención de dormir, pero, los toques en la puerta me hacen abrir los ojos de golpe.

No quiero que sea él

Afortunadamente, o desafortunadamente, una cabellera entrecana y un porte impotente se perciben sobre la puerta. Trago saliva de forma nerviosa. Esperé que todos vinieran, menos él, quien se acerca con paso decidido hasta sentarse frente a mí.

— ¿Cómo te encuentras? — su voz grave hace que todo mi cuerpo tiemble

— Pude estar mejor, pero ya ve..., no se puede

— Deja la insolencia Zahina, conmigo tienes que comportarte de forma diferente, no soy Hugo, que hace lo que a ti se te pega la gana.

— ¿Qué quieres Fernando? — lo tuteo. A la mierda él, su hijo y su mujer

— Quiero pedirte disculpas, primeramente. Hugo actuó por impulso... él quedó tocado luego de todo lo que...

— Sí, lo que vivió, ya se me ese cuento— lo interrumpo — aun así, no es justificación para esto — me señalo llorando— ¡mírame! Mira como quedé. Por poco y mata a su propia hija, Fernando. No puedo seguir aguantando esto. Tú como padre debes ayudarnos, ayúdame a mi hija y a mi

— Como madre me estas pidiendo que te ayude, lo haré, haré que esto no vuelva a pasar, pero como padre te pido que olvides esto y ayudes a Hugo, él te necesita

— No puedo. No puedo

— Tú harías cualquier cosa por tu hija ¿cierto?

Asiento

— Yo también, por eso te exijo que permanezcas a su lado. Zahina, soy capaz de todo por mi hijo, y tú no serás la piedra en su camino, serás su soporte, te guste o no. No necesito recordarte quien soy ni el alcance de mi poder... si crees que Hugo es peligroso, yo soy el puto demonio que hará que tus días sean una pesadilla.

Se levanta arreglando su americana, da media vuelta y sale de la habitación tal como entró. Maldito momento en que entré en esta familia.

Lloro como una niña desamparada, tal vez no sea una niña. Pero estoy desamparada, estoy sin salida con un monstruo que es capaz de todo, hasta de hacerle daño a su propia hija.

 (****)

— Zahina...

Algo me hace cosquillas en la nariz

— Zahina, despierta

Aleteo mis pestañas varias veces hasta lograr despertarme encontrándome con la mirada verdosa de Hugo. Me asusto en el momento, quiero que se vaya, no soporto tenerlo cerca

— Tranquila amor, soy yo. Soy yo

Ese es el problema.

— ¿pasa algo? — pregunto de forma dubitativa

— Nos vamos a casa amor, la bebé fue dada de alta

— Pero... aun yo no me puedo ir, estoy en tratamiento

— Ya eso está arreglado, se interrumpirá el tratamiento intravenoso para seguirlo vía oral, Zahina — asevera — en unos minutos vendrá una enfermera a prepararte

Se da media vuelta saliendo de la habitación dejándome atónita. Ni si quiera puedo estar hospitalizada porque a él no le da la gana.

Efectivamente una enfermera entra en la habitación y comienza a desconectar cables y vías. Al mismo tiempo, quita la colcha de mi cuerpo — lo siento — susurra bajo para luego ayudarme a sentarme en la cama. En este momento me siento como una muñeca, y no lo digo por lo bonita, lo digo por cómo me están tratando todos, que hacen conmigo lo que se les pega la gana... ella comienza a vestirme. Estoy inerte, ningún musculo de mi cuerpo se mueve, estoy trabajando en automático.

Por eso veo todo rápido. Me veo a mi misma ser sentada en la silla de ruedas, luego ser empujada por un pasillo largo de color blanco; veo a Hugo salir de una habitación con la niña en brazos para luego situarse a mi lado. Sigo igual, sigo en estado de shock en este momento estoy viviendo mi vida sin vivirla.

— Nos vamos a casa, por fin voy a tenerlas solo para mí — vuelvo mi cara mirando a Hugo — ¿no estas emocionada, Zahina?

Tiemblo

— Sí, muy emocionada...

Éste se adelanta hasta donde aparcó la camioneta y con cuidado abre la puerta trasera, coloca a Beatriz en el porta bebes asegurando que vaya cómoda sin hacerse daño, luego, viene hacia mí. Quiero llorar, decirle que con él no voy a ningún lado, en cambio, opto por dejar que él me ayude a subirme a la camioneta, justo al lado del porta bebes. Me extraña que ni Lucia, ni Gianluca estuvieran esperándome fuera de la habitación, por eso me atrevo a preguntar

— Hugo... ¿Dónde está lucia?

Me mira momentáneamente por el retrovisor para luego fijar su vista en la carretera. Se queda callado como si estuviera sopesando si decirme o no

— No la necesitas, te lo he dicho miles de veces

— Hugo, ¿Dónde está Lucia? — repito nuevamente sintiendo frío

— ¡No sé! — grita golpeando el volante — no la vas a ver más nunca en tu puta vida, ni a ella, ni al desgraciado ese, a ninguno

— No puedes...

— Si puedo, pudo hacer lo que se me peque la maldita gana contigo, eres mi mujer y eso me da el derecho de hacer lo que se me peque la gana

— ¡ellos son mis amigos, Hugo!

— No lo serán más. Tiene prohibido acercarse a ti. Te guste o no

— No puedes obligarlos, tal vez a mí, porque me tienes amenazada, pero a ellos no.

— Eso lo veremos.

Me obligo a no derramar ni una sola lagrima más. Él no podrá doblegarme más nunca. Es la promesa que le hago y que me hago. Mientras, haré el papel que inconscientemente he venido haciendo, el de una mujer sumisa... hoy digo NUNCA MÁS. 

estamos muy muy cerca del final...

¿Qué creen que pasará con Hugo y Zahina? escucho sus teorías 

Zahina ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora