capítulo nueve

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Un auto negro tocó bocina, haciendo juego de luces. Nos acercamos a este, el vidrio se bajó y un morochito saludo con su mano—. ¿Jaz y Sere?— pregunto él.

—Las mismas— asintió mí amiga.

—Joya... Soy Nahuel, amigo de Mateo y Camilo— se presentó—. Suban, suban— indico.

Lleve mí mirada a Jaz—. Voy yo atrás, tranqui— musite, abriendo una de las puertas traseras del auto.

Me subí, cerré la puerta y me acomodé en el asiento; observé a mí amiga subirse en el lado del copiloto.

El morocho arrancó el auto, el cual se empezó a mover después de unos segundos—. Vamos a ir al hotel a ver qué onda y de ahí vamos al boliche— avisó el.

—Bueno— asintió la pelirroja.

El caminó fue tranquilo, con charlas de por medio y algún que otro comentario sobre la competencia.

Después de algunos minutos estacionó el auto contra el cordón, frente a un edificio., Un hotel, para ser más específica.

Bajamos, Nahuel trabó el auto y nos señaló la entrada al hotel.

Él de la recepción nos dejó pasar, subimos al ascensor y luego de unos instantes ya estábamos en el último piso.

—Estan en la terraza de arriba— comentó el chico, señalando unas escaleras que al final tenían una puerta, la cual estaba abierta.

Empezamos a subir las escaleras, se escuchó algo de música y algunas risas.

Al llegar, vi a varías personas; mí mirada cayó en el morocho de rulos.
Conectamos miradas, note como me escaneó con su mirada y luego sonrió.

Estábamos a algunos pasos de distancia, el se encontraba apoyado contra el barandal. En una de sus manos tenía una botella cortada, con posiblemente fernet.

Le dí una cálida sonrisa y lleve mí mirada hacia arriba, viendo a Camilo.

—Hola Sere— saludo, depositando un beso en mí mejilla, una sonrisa se formó en sus labios y yo mantuve la mía.

—Hola Camí— devolví el saludo, correspondiendo el beso en la mejilla.

—¿Que onda? ¿Todo bien?— preguntó en general, acercándose a mí amiga, la cual estaba a mí lado.

—Hola lindo— saludó ella, los mire durante unos segundos, captando el momento justo en el qué mí amiga le robó un beso.

Solté una risita, observando la cara de sorpresa y emoción de Camilo; quien no tardó mucho en tomarla por las mejillas y dejar un casto beso sobre sus labios.
Sonreí, viéndolos. Saque mí vista de ellos, observando como Mateo se acercaba a mí, con una sonrisa plasmada en su rostro.

—Hola chiquita— dejó un beso en mí frente y bajo su mirada a mis ojos.

—Hola Teo— sonreí sin despegar mis labios.

—¿Todo bien?— preguntó, ladeando un poco la botella cortada que tenía en su mano.

Asentí—. Si, ¿y vos?

—Yo bien, gracias— me miró de pies a cabeza nuevamente, sonriendo—. Tas linda— comentó.

Sonreí, sintiendo como se acumulaba un poco el calor en mis mejillas—. Vos también estás lindo— hice puntitas de pies, dejando un beso en su mejilla.

Sonrió y pasó uno de sus brazos por mis hombros—. Vení, te quiero presentar a alguien— eleve mis cejas, mirándolo con algo de curiosidad.

—¿A quien?— consulté, mientras seguía los pasos de el, quien ya había empezado a caminar.

querido cáncer | truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora