capítulo treinta

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5 DE JUNIO DE 2021

Ya habíamos finalizado con la mudanza a nuestro nuevo departamento, de hecho, hoy habíamos terminado de traer toda la ropa y nuestras pertenencias.

Mí papá no había estado muy de acuerdo, no por algo en especial. Sino que simplemente repetía que yo aún no podía irme de casa, pero luego de una extensa semana de hacerle "psicología barata", con mamá pudimos convencerlo y accedió.

Además, tampoco me iba a ir muy lejos. Si, nos mudamos con Mateo, pero no muy lejos de nuestras casas.

Nos encontrábamos viviendo en un departamento, frente a los puentes de La Boca. Un departamento normal, con una sola habitación y un baño, una cocina y un comedor-living. Pero sin dudas, lo que más nos atrapó, fue la vista que teníamos no solo desde el balcón, sino también desde el gran ventanal de la habitación.

Así que no tardamos en tomar la desición de que era el departamento correcto, y comenzamos con la mudanza luego de firmar los papeles del alquiler, etc.
Fuimos de compras, para buscar los muebles y electrodomésticos, y todas esas cosas.

Fue una semana extensa, movida. A eso, sumándole que ambos estábamos trabajando en aspectos diferentes, y más que nunca. Mateo estaba enfocándose en su música, y yo en la gimnasia, por lo tanto teníamos poco tiempo para organizar todo esto.

Pero hoy, ya lunes, estaba todo más tranquilo y por fin, todo terminado. Ya habíamos acomodado, los muebles habían llegado, y hasta fuimos a hacer las compras al súper. Todo okey.

Y aunque todo pasaba muy rápido, todo estaba bien.

Ahora, nos encontrábamos en la clínica, ya que debía hacerme un control rutinario. También, para controlar el hecho de que mí respiración quedaba agitada por un buen rato luego de hacer algún tipo de esfuerzo.

Ya había salido de hacerme la resonancia, y en este momento ya estaba en una habitación, junto con Mateo y mamá.

Estaba emocionada por irme de acá, ya que con el morocho habíamos organizado y coordinado con una chica de un centro en el cual rescatan gatitos de la calle, para poder ir en busca de uno.

—Si, tienen que ir a comer a casa está noche. Juan me dijo que los obligue— asintió mamá, y ladeo una sonrisa.

Yo los mire, estaba ella y Mateo sentados en la camilla, mientras que yo, por mí lado, estaba apoyada en la ventana, viendo los edificios.

—Bueno, está bien... Si el suegro lo pide— el morocho se encogió de hombros—. Podríamos pedir sushi— propuso él, y yo alce una ceja, negando levemente con mí cabeza.

—A Lucía no le gusta... Los va a matar si piden sushi— advertí.

—Ohh, pero, ¿vos viste lo que son esas piecitas bien acomodadas y con ese sabor único?— pregunto Mateo, mordiendo su labio inferior con levedad mientras negaba con su cabeza.

—Si, son lo más rico del mundo— apoyo la moral mí mamá.

—Pero...— no me dieron bola, y siguieron hablando sobre el sushi.

Saque una moneda de mí bolsillo y se las tire.

—¡Da, de nuevo la moneda!— se quejo Mateo, ladeando su cabeza. Yo sonreí—. ¿Algún día me vas a decír por qué me tiras monedas? ¿Que querés? ¿Que te haga un baile a lo stripper así me tiras monedas con razón?— pregunto, provocando mí risa.

querido cáncer | truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora