capítulo veintidós

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Los meses transcurrían tan rápido que sentía que en cualquier momento podría colapsar.

El final de la primavera llegaba, y con ella todo lo que significaba el fin de año. En si, muchos planes no tenía, pero me sentía bien para poder asistir a la cena de egresados, siendo realista.

Yo aún continuaba estudiando, con la diferencia de que lo hacía desde mí casa. Era un pasatiempo más, de hecho hacia que todo fuera un poco más llevadero ya que detestaba no poder hacer nada, me hacía sentir inútil.
Pero volviendo al tema; malas notas no tenía, y eso me aseguraba el terminar mí ciclado en el secundario de una buena manera, ya que iba a recibir mí diploma y todos felices.

Cada día me mentalizaba más el poder volver a la gimnasia, y según mí doctor, hay algunas probabilidades de que pueda hacerlo. No es cien por ciento asegurado, tampoco es que tenga que hacerme ilusiones, porque ya me lo explicaron. Como también me explicaron que por el túnel en el que voy transitando, se comienzan a ver pequeños destellos de luz, y eso siempre es bueno.

Termine de desayunar y subí a mí habitación, arrastrando mis pies. Estaba aburrida, y eso comenzaba a agobiarme.

No tenía con quién verme, ya que Jazmín estaba en el colegio, y mis dos hermanas en la universidad. Mis papás trabajando, y Mateo con Camilo se encontraban en la ciudad de México, ya que tenían que dar algunos shows allí.

Bufé, quería salir, aunque sea a caminar. Pero las palabras de mí mamá retumbaban entre estás cuatro paredes, así sea que ella no estuviera presente.

"No podes salir sola, ¿si te descompensas que haces?".

En cierto punto tenía razón, pero no puede ser tan negativa al punto de prohibirme vivir mí corta vida.

Observé por la ventana de mí habitación a la gente caminar por la calle, alguna que otra vecina regando sus plantas, y los nenes andando en bici o jugando al fútbol el la vereda.
Sonreí nostálgica, extrañaba mí niñez, extrañaba mí vida antes del cáncer.

Mí celular vibro reiteradas veces, y supuse que era una llamada, así que rápidamente me tiré a la cama para agarrar el aparato. Sonreí al ver el nombre de Mateo, y una videollamada entrante.

Atendí sin más, acomodandome en el colchón, observando la pantalla del móvil.

—¿Que onda mi amor?— saludo desde el otro lado con una sonrisa. Tenía puesta una gorra blanca, y se había cambiado su piercing por uno de argollita.

Sonreí, a lo enamorada, porque así me tenía.

—Holis— saludé—. Que bebo estás, me gusta tu piercing— comenté sonriente, para luego morder mí labio inferior con levedad.

Su sonrisa se amplió—. ¿Si? Me lo tuve que cambiar por culpa del pajero de Camilo— suspiro, negando con su cabeza, mientras que yo enarque una ceja.

—¿Y que hizo ese ahora?— pregunté curiosa, poniéndome de costado, tapandome con una frazada.

—Estabamos en la pileta jugando a la peleita, me pegó en la cara y su anillo se engancho en mí piercing, así que me lo arranco el gil— suspiro frustrado, dejando en evidencia el leve puchero que en sus labios se formó. Sonreí con ternura, mirándolo a través del celular sin decir nada—. ¿Por qué sonreis boba? Me hizo mal el salame— frunció su ceño levemente.

—Porque sos un feito, por eso sonrió— solté una leve risa.

—Bien que te gusta este feito— sonrió burlon, y yo solo solté una risa.

—Bueno, un poco si— admití, ladeando una sonrisa.

—Un poco mucho, bobita.

—No voy a negar ni admitir nada, agrandado— rode mis ojos divertida, negando con mí cabeza.

querido cáncer | truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora