capitulo veinte

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Ya comenzaba a anochecer, y con Mateo estábamos volviendo a mí casa, ya que se iba a quedar a cenar, y probablemente a dormir.

Caminábamos por la vereda, balanceando nuestras manos entrelazadas de adelante hacia atrás, conversando de cosas triviales pero divertidas. Todo con él era divertido.

—Tengo que entrar a comprar— señaló con un movimiento de cabeza el negocio que estaba cruzando la calle. Yo asenti.

—Bueno, vamos— me encogi de hombros y cruzamos luego de mirar a ambos lados, asegurandonos que no viniera ningún auto.

—¿Entras conmigo o te quedas acá?— cuestiono, mirándome, elevando una ceja.

Lo mire y luego mire hacia el interior del negocio, viendo a varias personas dentro.

—No, entra vos, yo te espero acá— asenti, volviendo mí mirada a él.

—¿Segura?— enarco una ceja.

—Si amor, hay mucha gente; a parte la que atiende no me cae muy bien— comenté, haciendo una mueca rara.

El ladeo una leve sonrisa y asintió.

—Si, es un poco insoportable... Bueno, ya vuelvo, cualquier cosa entras, ¿si?— soltó mí mano suavemente y se agachó un poco, dejando un corto beso en mis labios.

—Si, un poco demasiado...— respondí divertida. Sonreí ante el beso y volví a asentir, viéndolo entrar al negocio.

Yo, por mí parte, decidí apoyar mí espalda en la pared de ladrillos que tenía detrás mío, descansando en esta.

Observé el panorama, pero mí mirada cayó en la puerta del kiosco, la cual se abría. Rápidamente distingui su pelo rubio, y alce ambas cejas, frunciendo mis labios a un costado.

Milagros salía demasiado sonriente del local, con su celular en mano, como de costumbre.

Mí mirada se mantuvo en ella, pero más cuándo mis ojos se conectaron con los suyos. Al verme, pude ver qué sus ojos se abrían como platos, y que rápidamente su piel palidecio con levedad.

Arrugue mí nariz y decidí no darle importancia, así que saque mí celular del bolsillo de mí parca, encendiendo la pantalla de este para ver las notificaciones. Respondí algunos mensajes de mí mamá, de los cuales no pude terminar, ya que por reflejos subí mí mirada, viendo a la rubia frente a mí.

Solté un suspiro y baje el celular, no la iba a ignorar si la tenía al frente, yo no era tan irrespetuosa.

—Hola— saludo, con su voz algo baja, pero no lo suficiente como para que yo la pudiera escuchar.

—Hola— respondí, asintiendo con mí cabeza. No me podía mirar mí propia cara, pero aseguraba que estaba neutra, o por lo menos así lo sentía.
Llevaba teniendo un buen día, un día que no quería que ella arruinara.

—¿Cómo estás?— pregunto luego de unos segundos de silencio.

Guarde mis manos en mis bolsillos y relami mis labios.

—Bien, gracias.

Ella asintió, y yo no deje que se formara un silencio incómodo.

—¿Y vos? ¿Que onda tu nuevo equipo?— pregunté al azar. Sabía por parte de Jazmín que luego de lo sucedido hacia dos meses, Federico la había echado de su equipo, y que Milagros no tardó ni dos días en presumir su nuevo equipo de competencia, quienes casualmente fueron nuestras rivales durante varios años.

Ella me miró con algo de sorpresa, pero respondió.

—Yo estoy bien; el equipo no es tan malo, me recibieron bien— se encogió de hombros, y yo solo asenti, dedicándole una sonrisa a boca cerrada, dándole a entender que me alegraba esa noticia.

querido cáncer | truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora