capítulo doce

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Los días transcurrieron rápidos y de un pestañeo ya era miércoles. Ya habíamos vuelto de Mar del Plata. Llegamos anoche y en este preciso momento me encontraba saliendo del colegio para ir al gimnasio.

El día fue normal, compartí algunos recreos con Mateo y Camilo, las clases fueron las mismas de siempre... Nada fuera de lo común.

Me subí al auto en el asiento del acompañante, tire mí mochila a los asientos de atrás.

—Hola pa— sonreí y deje un beso en su mejilla.

—Hola chiquita, ¿cómo estás?— arrancó el auto, me acomodé en el asiento.

—Estoy bien, emocionada. ¿Vos como estás?, ¿mamá?.

—Lo de hoy es importante, es obvio que estás emocionada— sonrió de lado, saliendo del estacionamiento—. Mamá está bien, se quedó en casa fijándose la huerta.

Los pongo en contexto; el lunes me llegó un mensaje de Fede, en el cual me decía que hoy, miércoles, iban a ir algunos gimnastas profesionales a darme una clase privada durante dos horas.

Algunos de estos gimnastas forman parte de los jurados que estuvieron el sábado en la competencia, por lo tanto es algo importante, es algo nuevo.

—Si, estoy un poco nerviosa la verdad— confesé, arrancandome la pielcita de mí labio inferior.

—No estés nerviosa, hacelo de forma natural, es cuando mejor te sale— afirmo, entrando a la ruta.

—Gracias pa.

—No agradezcas— negó con una sonrisa. Luego de un rato nos encontrábamos en el estacionamiento del gimnasio, me despedí de mí papá y me baje del auto.

Fui hasta el baúl, abrí este y saque el bolso; lo colgué en mí hombro para luego cerrar
el baúl.

Caminé a la entrada del gimnasio, abrí la puerta; saludé a algunas chicas que justo iban saliendo y fui directo a los vestidores.

Me cambié, poniéndome la maya que uso para entrenar. Agarré mis cosas e ingresé a la parte donde se encontraban los aparatos, encontrándome con Fede.

—Menos mal que llegaste, ya están por llegar— me miró, nos saludamos; deje mis cosas sobre el banco.

—Había mucho tránsito en la ruta— empecé a estirar mis brazos y me hice un rodete en el pelo—. ¿A parte no te enseñaron a vos el dicho?— frunció su ceño, miransome.—. Lo bueno siempre tarda en llegar— solté una risa, el rió mientras negaba.

—Dale aparato, anda a hacer las veinte vueltas— me hizo una seña con su dedo. Asentí y empecé a trotar, haciendo las veinte vueltas; una vez que terminé, empecé a estirar.

La puerta se abrió y vi ingresar a cinco personas, entre ellos pude reconocer a la jueza que me entrego el premio y también a David, el chico que estaba a cargo de las barras asimétricas. El último recién nombrado miro a Fede, y le sonrió. Fruncí levemente mí ceño, empezando a sacar algunas hipótesis que es preferible borrarlas de mí mente en este momento.

Me levanté del piso una vez que terminé de estirar mis piernas, saludé a cada una de las personas, las cuales se presentaron.

—Bueno Serena, ¿que te parece si empezas mostrando tu rutina de piso?— pidió una de las mujeres; Claudia.

Yo asentí y mire a Fede, quien no tardó en hacerme una seña de que se encargaba el de poner la música.

Por lo que me explicaron, ellos se iban a encargar de perfeccionar cada una de mis rutinas para las internacionales; cambiando saltos, pasos y alguna que otra cosa.

querido cáncer | truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora