capítulo diecinueve

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Habían pasado aproximadamente dos meses de aquel día en la casa de Milagros, con quien no volví a hablar, y lo cierto es que todo lo otro marchaba casi igual.
Todos los viernes la quimioterapia, ir de vez en cuando a visitar el gimnasio, juntarme con Mateo, Jaz y Camilo o simplemente sentarme en mí cama a escuchar música mientras dibujo.

No podía hacer más, y a decir verdad, eso me ponía triste.
No iba al colegio, y no porque no quisiera, sino porque los médicos recomendaron evitar la presencialidad y tratar de adaptarme a una modalidad nueva. Cómo estudiar en casa, por ejemplo.
Algo que había resultado neutral; era aburrido, pero lo hacía porque no tenía nada más interesante para hacer.

Pero volviendo un poco a la actualidad... Ya es viernes, y yo me encontraba en la clínica con mí mamá; caminando por los pasillos, esperando a que se haga la hora de la quimio, ya que habíamos llegado un poco más temprano.

Mientras frotaba mis brazos con mis propias manos, lleve mí mirada a un costado, viendo una puerta abierta y casualmente a Fabiana, quien se encontraba sentada al lado de la camilla, tomando la mano de un señor que dormía sobre está.

—Vos sos fuerte pa...— la llegue a escuchar, antes de que mí mamá me dijera por detrás que íbamos a llegar tarde.

Fruncí mis labios a un costado, volviendo a caminar, tratando de concentrarme en lo mío.

Ingresé a la sala de siempre luego de despedirme de mí mamá, y salude a las personas presentes. Me senté en el pequeño sillón, viendo a Fabiana ingresar luego de unos segundos.

Se acercó a mí y comenzamos con el procedimiento de todos los viernes, pero está vez el tiempo se paso un poco más rápido y luego de unos cuarenta minutos, yo ya me estaba por ir.

Se sentó frente a mí y yo le estire mí brazo, dejando que ponga el tensiometro en este, ya que debía tomarme la presión.

—¿Sabías que estuve haciendo gimnasia liviana estos días?— comenté alegre, buscando tema de conversación. La mujer mayor me miró, enarcando una ceja.

—No deberías, así que yo que vos dejo de hacerlo... Estás gastando energía y podrías llegar al punto de que no vuelvas a hacer gimnasia si es que te mejoras— respondió—. 117, estás bien— comenzó a sacar el tensiometro de mí brazo y yo solo la mire, enarcando una ceja, borrando la leve sonrisa que se había formado en mis labios.

—Dijiste "si es", no "cuando"— dije, repitiendo sus palabras, haciendo referencia a que había mencionado que no se sabía si yo iba a mejorar.

Ella me miró luego de dejar las cosas sobre la mesita. Mantuvo silencio por unos segundos, los cuales parecieron eternos a mí parecer.

—Mira... No sé de qué forma te estás tomando tu enfermedad, o si las personas a tu alrededor eligen no decirte lo que está pasando exactamente. Pero vos necesitas saber con qué estás lidiando, y el cáncer... El cáncer es grave— respondió de una forma tan seca, como si de lo que estuviéramos hablando fuera no se... "¿Que comiste ayer?".

Trague en seco y respondí.

—¿Tengo que estar muriéndome para que seas un poco empática conmigo?— cuestioné, ya que desde el día número uno recibía ese tipo de trato indiferente, y yo no pedía que ella me muestre cariño, solo que no sea tan brusca a la hora de hablar.

—Serena, solo te dije que dejaras la gimnasia, y...— la interrumpí.

—No, dijiste "si es que te mejoras"

—Lamento tu situación, se que es difícil... Pero necesitas saber exactamente a lo que te estás enfrentando— dijo mientras me miraba, y yo solo suspiré, recostando mi espalda en el respaldar del sillón. La observé levantarse—. Nos vemos la próxima semana— agarró su planilla y me dio una última mirada para luego irse de la sala.

querido cáncer | truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora