capítulo veintinueve

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—Dale Mateo, vamos a bañarnos— insistí, puchereando.

Él me miró y se tapo los ojos.

—Deja de hacer eso, ¿querés?.

—Bueno, pero vamos, dale— sonreí levemente. El bufo y asintió.

—Bueno, pero si después vamos a pasear— dijo, destapandose los ojos, y yo asenti sonriente.

—Si, dale, vamos— me levanté de la cama y fui hasta nuestras valijas para buscar toallas.

Nos estábamos quedando en un hotel, en Puerto Madero. Nos tomamos unos días para nosotros solos, y hoy ya era el segundo día.

Camine al baño, mientras veía como el se levantaba de la cama. Comence a llenar la gran bañera con agua tibia, y me comence a desvestir.

Escuché como empezaba a sonar "creo" de callejeros, y sonreí.

Me saque la colita de pelo y vi de reojo como el morocho entraba al baño.

—Foa, mí amor— chiflo, y yo solté una leve risa, metiendome a la tina. Le hice una seña y el rápidamente se sacó la ropa, metiéndose también.

Se acomodó, apoyando antebrazos sobre los bordes de la bañera. Yo me acerque, poniéndome casi sobre él, posando ambas manos en sus mejillas, acunando su rostro.

—Todo decanta en tu amor— murmure al unísono de la canción que sonaba, dejando un suave beso sobre sus labios, el cual él correspondió, posando una de sus manos sobre mí cintura para acomodarme bien sobre él.

Luego de unos segundos se separó unos centímetros, y quitando mis pelos húmedos de mí rostro, canto.

—Creo en tu voz. Creo en la vida, en la noche, en tu alma., Y no creo en todo lo demás— canto en un murmuró, y yo sonreí.

—Creo en tu estrella, en aquella que busco en mí sueño mejor, para poder luchar— se la seguí, volviendo a unir nuestros labios, deslizando una de mis manos hasta su cuello lateral.

Sus manos recorrían mí cuerpo por debajo del agua, acariciándolo, apretándolo con suavidad e intensidad a la vez.

Me acomode mejor sobre él, rodeando con mis antebrazos su cuello y nuca, atrayendolo más a mí cuerpo.

Con las yemas de sus dedos acaricio mí espalda, haciéndome estremecer.

Por alguna extraña razón, el beso iba al compás de la música que sonaba, generando mil emociones dentro de mí.

Me separé nuevamente, pero no tanto, eran pocos centímetros los que distanciaban nuestros rostros.

—Creo en tu sonrisa, creo en mí si te veo hoy— le cante con la respiración algo agitada, apoyando mí frente sobre la suya, dejando caer mis párpados.

—Y me pedís que no me rinda... Sigo por vos— canto, también, aún acariciando mí espalda—. Te amo, Sere— yo abrí mis ojos, para poder mirarlo.

—¿Para siempre?— pregunté, sonriendo de lado, sin despegar mis labios.

—Para siempre— elevó una de sus manos, mostrándome su dedo meñique. Mí sonrisa se amplió y eleve el mío, entrelazandolos, haciendo la famosa "pinky promise".

—Te amo más, sabes— murmure, acercándome a su rostro para dejar un casto beso sobre sus labios.

El se separó, y me tomo suavemente por el mentón, mirándome y haciendo que lo mire.

—Eu, ¿que pasa?— pregunto, y yo lo mire, entre lágrimas.

—Tengo miedo— frunci levemente mí nariz, y el comenzó a secar mis lágrimas.

—Miedo de que, ¿princesa?— pregunto, con un tono suave, acariciando mí mejilla.

—No se... Tengo un mal presentimiento, algo va a pasar— musite casi en un murmuró, pero lo suficientemente alto como para que el me oiga.

—No te hagas la cabeza, Sere. Está todo bien, y todo va a seguir así... Créeme— afirmó, asintiendo, quitando delicadamente las lágrimas de mis mejillas con las yemas de sus dedos.

—Y es que eso me da miedo... Que todo está muy bien, y la última vez que estaba así, paso todo lo del...— me interrumpió.

—Amor, deja que fluya. Disfruta, disfrutemos, lo que tenga que pasar, va a pasar., Y créeme, van a ser cosas buenas— volvió a asentir, y yo frunci mis labios, sorbiendo mí nariz.

Dejo un corto beso sobre mis labios, y al separarse, me miró nuevamente.

—¿Que me dijiste vos? Que tenía que sonreír, pase lo que pase. Hacelo conmigo, ¿si?— pregunto, y yo asenti levemente, tenía razón. No podía dejar que esto me sobrepase.

Solté un gran suspiro, tranquilizandome, limpiando las pocas lágrimas que quedaban en mí rostro.

—¿Sabes que estaba pensando?— pregunto, cambiando de tema y yo alce una ceja.

—¿Que?— pregunté con curiosidad.

—No sé si sea muy apurado, o que... Pero me quiero mudar, y quiero que vos vengas conmigo— acotó con una leve sonrisa, y yo abrí mis ojos, sorprendida.

—¿Posta me decís?— pregunté.

—Si amor, ¿te gustaría?— consulto y yo ni la dude, ya que rápidamente asenti.

—Si, me gustaría— afirme, asintiendo.

—¿Y sabes que me gustaría también?— pregunto, frunciendo sus labios.

—¿Que te gustaría?— pregunte, pasando mis dedos entremedio de sus rulos húmedos.

—Que adoptemos un gatito— asintió, y mí sonrisa se extendio.

—Esa idea también me gusta— asegure, sonriente.

—Bueno, entonces nos mudemos a un departamento y adoptemos un gatito— propuso, y yo asenti, cien por ciento segura.

—Acepto. Todo lo que sea con vos, lo acepto— afirme, sonriente.

—Bueno, entonces vamos a hacer eso— musitó sonriente, asintiendo.

—Listo, todo planeado— achine mis ojos—. ¿Cómo le querés poner al gatito?— pregunté, alzando una ceja.

—Mile— asintió seguro.

—¿Mile? ¿Por qué?— consulte interesada.

—Por 8 Mile, la película de Eminem— una sonrisa se extendió en sus labios.

—Me gusta... Entonces se va a llamar así— afirme, asintiendo con una leve sonrisa en mis labios.

—¿Segura?— pregunto, alzando ambas cejas.

—Segurisima.

—¿También estás segurisima de que me amas?— ladeó una sonrisa divertida.

—De eso también estoy segurisima— asegure, sonriendo, antes de unir nuestros labios en un beso que él rápidamente correspondió.

Podría quedarme toda la vida así. Toda la vida, sin dudas.

querido cáncer | truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora