Capítulo 30. Un adiós por siempre

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El prisionero en la fría celda lucía tan fúnebre como aquella prisión, el frío del calabozo se filtraba por sus huesos hincando su pecho. Xue Yang se sostuvo a cuestas de la pared y descendió hasta el suelo. Las nuevas heridas reemplazaron en tono y gravedad a las anteriores, su corazón estaba vacío y ningún pensamiento pasaba por su mente. No estaba dispuesto a morir, aún no se había rendido, entonces, ¿por qué su espíritu parecía derrotado?

Cerró los ojos un momento, quería desvanecer la bruma en su pecho, aquella neblina era más dolorosa que las heridas en su cuerpo. Y se quedó así, en la misma posición por horas hasta recibir una visita inesperada.

No te ves nada bien. Me alegro— adornó su rostro con una sonrisa.

Ver a esta persona hacía que los ojos de Xue Yang ardieran en ira. Jin Guangyao— escupió su nombre con resentimiento. El monje sonrió aún más Todavía me reconoces hermanito.

Asesinaste a nuestro padre, asesinaste a mi madre, ¿crees que pude olvidarte?— preguntó con una mirada feroz.

Sigues pensando que Padre era un rey sabio y justocomentó con desilución Nuestro padre cosechó lo que sembró y arrastró a su gente con él. La guerra iba a suceder algún día, simplemente serví en el templo para traer bendiciones a mi nuevo reino, como cualquier otro monje lejos del campo de batalla. No fue mi culpa— su declaración fue fría, su sonrisa cínica y sus ojos oscuros.

Me conmueven tus mentiras— respondió con sarcasmo, una sonrisa desequilibrada se asomó por las comisuras de su rostro. Arruinar a mi padre y tomar el reino vecino. Brillante plan. Pero algo salió mal, continúo con vida.

No por mucho, príncipe Xue. Al amanecer el príncipe traidor será ejecutado— antes de terminar su discurso ya había dado media vuelta perdiéndose dentro de la oscuridad del estrecho pasillo.— Me aseguraré de que así sea hermanito. 

Cuando la presencia del monje desapareció del horizonte, Xiao XingChen abandonó su escondite.

Xue Yangllamó en voz baja al fúnebre hombre en la fúnebre celda. Xue Yang— repitió con la misma dulzura.

Finalmente, el prisionero levantó la vista y encontró que no estaba escuchando voces. XingChen realmente estaba allí. Se acercó con duda, pero la incertidumbre no detuvo la rapidez de sus pasos. En cuestión de segundos se encontraba de pie frente a XingChen entre ellos solo quedaba la reja de acero, imponente muralla que le imposibilitaba tomarlo en sus brazos y estrecharlo contra su pecho, solo entonces estaría convencido de no estar viendo una alucinación, un espejismo.

XingChen, ¿eres tú?— interrogó muy seguro de que sus demonios intentaban engañarlo.

Las dudas desaparecieron cuando XingChen respondió muy claro Si, soy yo. La calidez de su mano llegó a la mejilla de Xue Yang quitando el frío. Esa tibia mano fue envuelta con extrema delicadeza temiendo que con cualquier movimiento brusco la imagen de su Alteza desapareciera.

XingChen, yo... — su confesión fue callada por el príncipe.

Lo sé. Siempre fuiste tú, todo este tiempo estuviste cerca y de alguna forma ya lo sabía, aunque no sé exactamente cómo, tal vez porque olvidabas cerrar la ventana al irte todas las noches— transformó el ambiente con una sonrisa genuina, no había más tristeza. Los ojos del prisionero se ensancharon al conectar su mirada con la del hombre frente a él, no era más un fantasma, tampoco un sueño, era realmente Xiao XingChen, su príncipe en corcel blanco lo había venido a salvar. Literalmente.

|Enamorado del enemigo| - Xue Yang y Xiao XingChenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora