Capítulo IV

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Ha pasado una semana desde que empecé a trabajar en Hayes Group. Las personas que trabajan aquí resultaron ser muy agradables, especialmente Allison, que me invita alguna que otra taza de café para sentarnos a conversar cuando ella debe quedarse a cumplir horas extra. Me cuenta detalles sobre la preparación de su boda, sobre sus planes y yo solamente escucho, ya que no tengo demasiado que decir sobre mi vida.

Será mejor que no sepa nada de mí.

También los guardias de la entrada comenzaron a comportarse, al menos ahora me devuelven el saludo, pero a quien noto diferente es al Señor Hayes... Se ausentó por dos días, ha vuelto muy estresado y un poco antes de empezar mis labores en su oficina, al menos eso fue lo que su asistente me había dicho hace minutos cuando el Señor Hayes cruzó frente a su escritorio sin despegar la mirada de sus zapatos.

El día de hoy comencé limpiando su espacio, ya que no quería molestarlo aproveché que salió unos minutos a hablar con alguien para limpiar y acomodar su despacho, y con el pasar de los días me di cuenta que cada vez falta más whisky en la botella del minibar en su oficina, pero no quería emitir ningún comentario al respecto ¿Qué pasaría si mi indiscreción me cuesta el puesto? No, no.

Según Allison él no ha recibido visitas en la oficina esta semana ¿Estará bebiendo?

No lo esperaba de un tipo como él.

Ordeno el cuarto de limpieza de manera a dejar todo listo para mañana.

Antes de llamar al elevador camino hacia el escritorio de Allison para avisarle que ya voy camino a casa. Me sorprendo al no encontrarla allí, me pregunto en qué momento se habrá ido, hubiera sido genial que espere por mí para tomar el elevador juntas. Me gusta compartir tiempo con ella y creo que podremos llegar a ser grandes amigas.

Me dirijo hasta la oficina del Señor Hayes para saber si se le ofrece algo ya que la cantidad faltante de alcohol en esa botella de whisky me dejó pensando, me preocupo al verlo ocultar su rostro entre sus manos y suspirando fuertemente.

Doy suaves golpes a la puerta para llamar su atención.

—Señor Hayes, voy a...

No se mueve.

—¿Señor Hayes? —pregunto desde la puerta y no responde.

¿Debería acercarme o...?

¿Por qué tengo este presentimiento de que debo ayudarlo?

Y sin darme cuenta, ya estoy a medio camino a su escritorio.

Un vaso de whisky semivacío humedece una pila de documentos.

«Señor Hayes, eso no está bien.»

Llevo el vaso hasta el bar de su oficina y vuelvo frente a su escritorio.

—¿Señor Hayes?

No responde.

—¿Troy? ¿Te encuentras bien?

Lentamente yergue la cabeza, su mirada cansada se clava sobre mí.

—Estoy bien —su voz es monótona.

Niego con la cabeza.

—No, no lo estás.

Aparta la mirada, se deja caer en su silla y con la yema de sus dedos ejerce presión sobre sus ojos.

—Dios... —Suspira—.Me siento una mierda.

—¿Por qué dice eso? —Dejo caer mi mochila al suelo y tomo asiento frente a él—. ¿Le gustaría hablar?

—Tengo que... —Observa algo abrumado el montón de papeles frente a él—. Tengo que... —Se relame los labios y queda boquiabierto por unos segundos—. No tengo idea sobre lo que tengo que hacer.

Llámame CrystalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora