Capítulo III

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Pasaron tres días desde la agresión de Massen.

Los hematomas se perciben cada vez menos y me siento algo mejor.

Gracias a Dios no lo volví a ver, tampoco a Dylan.

Termino de arreglarme frente al espejo del armario, mientras Michael observa desde la cama lo que estoy haciendo. En el reflejo veo que baja la mirada, algo triste y con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa, pequeño? —pregunto al levantar mi cabello en una coleta alta.

Suspira antes de contestarme.

—¿Trabajarás de noche otra vez?

—Cariño —digo con voz suave al mismo tiempo que me inclino frente suyo—. Debes recordar que hago esto por nosotros ¿Sí? Hoy tía María me dijo que empezaré a trabajar en cierto lugar, ella dice que es muy importante. Ella trabajó en este lugar —Dejo un mechón de su cabello detrás de su oreja—, y ya verás como todo será mucho mejor para nosotros en un tiempo, ¿entiendes?

Michael asiente apenas y me mira con ojitos ansiosos.

—¿Volverás a la hora de dormir?

—Haré lo mejor que pueda.

Baja la mirada otra vez.

—Hey boo-boo, es para que podamos vivir un poco mejor, guardaré un poco de dinero para salir de aquí, para que luego tengas tu propio cuarto, irás a la escuela y ¡Conocerás muchos amigos! ¿Está bien?

—Pero no quiero irme de aquí, no quiero dejar a tía María.

—Entonces, buscaremos un mejor lugar cerca de aquí.

Le sonrío.

Michael afirma con la cabeza, esta vez más animado.

—Ahora dime ¿Dónde está tu mochila?

—¡Aquí! —Extiende sus bracitos para dejar su mochilita en mis manos. Verifico que estén guardados su ropa de dormir, sus juguetes y su mantita.

—¿Estás listo para ir a casa de tía María? Alguien me dijo que...— Levanto una ceja—. Tía María preparará pizza de pepperoni para la cena. —Michael festeja levantando sus brazos al aire. Verlo así me hace tan bien y siento un gran alivio en mi pecho al saber que estará en perfectas manos. A salvo.

Llamo a la puerta del departamento de María. Grande es mi sorpresa al ver que Amanda abre la puerta para nosotros, Michael se lanza a su cuello y ella hace un gran esfuerzo en levantarlo con ambos brazos—: ¡Estás grande y fuerte! —afirma mientras entran al living.

María se recuesta en el umbral de la puerta y saca una tarjeta del bolsillo delantero de su tan característico delantal.

—Valerie aquí tienes una tarjeta, el lugar está en la Calle 59 frente al Central Park. —Asiento, a la vez que doy un vistazo a la tarjeta y es elegantísima: letras de color plateado resaltan sobre un papel blanco algo duro y de tramados delicados. HAYES GROUP está escrito en mayúsculas con tipografía sobria y debajo del nombre está la dirección y el número de la recepción.

—Hayes Group. —leo en voz baja.

—Debes ser puntual, hija. —Asiento al escucharla y suspiro algo nerviosa—. No te pongas así, los Hayes son buena gente. —María me da un abrazo más que reconfortante para apaciguar mis nervios. Me despido de ella con una amplia sonrisa y al bajar las escaleras guardo la tarjeta en el bolsillo de mi mochila.

Lunes 15 de agosto de 2016.

Vine con la mejor ropa que tengo y a mejor me refiero con aquellas ropas que no parecen tan viejas, deberían ser de color negro pero por lo gastada de la tela se ven de color gris.

Llámame CrystalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora