Capítulo IX

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Almorzamos en casa de Troy, por nada del mundo me permitió volver a mi casa, según él por mi seguridad. Él vino antes que nosotros a su oficina, Hunter pasó por mí un poco antes de empezar mi turno en Hayes Group.

Antes de limpiar, llamo a María desde mi nuevo teléfono celular:

— ¿Quién habla?—pregunta al atenderme luego del primer pitido.

—Hola, María. Habla Valerie.

— ¿Valerie? ¿Dónde estás?

—Estoy en las oficinas de Troy, preparándome para trabajar, dime María ¿Cómo han estado las cosas por allí?

—Han estado tranquilas, además del ruido que están haciendo más abajo, todo en orden.

— ¿Qué ruido?— pregunto

La escucho reír del otro lado —Creo que será mejor que lo veas por ti misma, no es nada malo.

Lo último que dijo me tranquiliza un poco. Visualizo el delantal colgado en la puerta del casillero —María, debo irme, llamaba para saber si todo está en orden.

—Está bien, ya ponte a trabajar. Me saludas a Troy.

Sonrío —Lo haré.

—Hasta luego —llevo mi teléfono celular al bolsillo trasero de mis pantalones y me pongo manos a la obra.

Con demasiada fuerza arrastro la pulidora de pisos fuera del cuarto de limpieza. No tengo idea de cómo funciona esta cosa ¿Está lista para usar? ¿Cómo se supone que limpia? Busco el manual de instrucciones en el carro de limpieza, en el cuarto de limpieza y no encuentro nada que se le parezca. Mierda.

— ¿Necesitas ayuda?—pregunta Troy al guardar su teléfono celular en el bolsillo de su chaqueta.

—Un poco, sí.

—Esto —toma la pulidora —no es demasiada ciencia —la enciende en un par de segundos. Al entender la forma en la que funciona, le pido la pulidora para continuar con mis labores, pero él niega con la cabeza y continúa limpiando con demasiado entusiasmo.

¿Quién diría que un millonario enceraría los pisos por mí?

— ¿Estás lista para ir a casa?—Pregunta Troy tomando su teléfono celular mientras se levanta de su escritorio.

—Sí, sólo voy a dejar esto – por el carro de limpieza- en el cuarto de limpieza y listo —Le sonrío. Ha sido una jornada más que interesante con él.

—Está bien, te esperaré, haré una llamada.

Asiento con la cabeza, empujo el carro hasta su lugar. Deshago el nudo del delantal y lo cuelgo en el casillero, tomo mi mochila y reviso mi nuevo celular, veo que son casi las diez de la noche. Troy tomó una foto a Michael para mostrarme cómo funciona la cámara y lo dejó como fondo de pantalla, ahora para mí es un recordatorio de cuanto amo a ese niño.

Camino hasta la puerta, doy un respingo al ver a Troy recostado en el umbral, con las manos dentro de sus bolsillos y una pierna cruzando sobre la otra, entregándome una mirada lasciva.

Trago saliva.

Viene hacia mí a grandes pasos y deja sus manos sobre mis hombros unos segundos antes de dejar caer mi mochila al suelo. Lleva una de ellas hasta mi nuca y desliza la otra rozando mi cuerpo hasta llegar a mi espalda baja, se inclina con una extrema lentitud hacia mis labios y susurra contra ellos —Te deseo, demasiado — nuestros labios se fusionan en un beso, uno casi tan feroz como aquel frente a la puerta de mi casa.

Estiro suavemente de aquellos pelillos rebeldes detrás de su nuca. Siento sus grandes manos apretujando mi trasero, haciendo que mis caderas se levanten un poco hasta las suyas y de un empujón me aprieta hasta el conjunto de casilleros.

Gimo al sentir un golpecito detrás de mi cabeza.

Mis pies están en el aire y el me aprieta firmemente con sus caderas.

¿Es ese su teléfono celular, Señor Hayes o está muy feliz de verme?

No nos despegamos ni por un segundo. Cruzo mis piernas detrás de él. Se aparta para besarme el cuello, y algunos pelillos de su barba se clavan en mi piel haciéndome sentir un sinfín de cosquilleos por todas mis partes sensibles. Yo tampoco puedo evitar besar su piel descubierta y ahoga un gemido en respuesta. Muerdo el lóbulo de su oreja y ya no puede ocultar sus ganas de mí al escuchar su quejido.

Sus manos están por todas partes, en mis costados, sobre mis pechos, entre mis piernas.

Me aparto para tomar aire y sonreírle. Quiero decirle que puede hacer de mí lo que desee por más que sea muy pronto, pero mis jadeos no me lo permiten. Con una de sus manos acaricia mi mejilla y no despegamos nuestras miradas ni por un instante:

—Estás sonrojada —sonrío al recordar sus palabras.

—Me excita saber que te pongo de esa forma.

Doy un vistazo entre sus piernas —Puedo sentirlo —lo beso una vez más. De un mordisco estiro su labio inferior. Adoro cuando un hombre tiene los labios hinchados luego de un beso, pero la forma que toman los suyos, son otra cosa.

—Tienes algo que me hechiza, pequeña bruja —dice manteniendo sus ojos cerrados.

—Y usted es encantadoramente persuasivo.

—Lo sé —nos besamos brevemente y me ayuda a pisar el suelo.

Mira su reloj pulsera —Creo que es hora de irnos, pero antes, tengo algo más para ti.

— ¿Más? Troy, de verdad creo que fue suficiente.

—De hecho, esto es algo que te corresponde —del bolsillo interno de su saco quita un sobre rectangular de color blanco, me lo entrega y lo abro cuidadosamente. Un escalofrío sube desde mis pies hasta mi cabeza al ver su contenido.

¡ES UN CHEQUE POR DIEZ MIL DÓLARES!

¡DIEZ MIL MALDITOS DÓLARES!

De forma automática, niego con la cabeza —Troy no, no puedo aceptarlo.

—Debes hacerlo, es tu salario por tres meses, adelantado, ya resté el costo del teléfono celular. Oficialmente es tuyo, también este cheque y sé que lo necesitas. Allison te dará más detalles de tu salario el lunes, todavía no hemos acordado los términos del contrato de trabajo, lo haremos bien.

—Troy... esto... ¿Diez mil? —empiezo a temblar. Llevo las manos a mi rostro, estoy feliz. Finalmente dinero que no es mal habido, con más razón debo trabajar duro para compensar cada centavo de este cheque.

Me lanzo hasta su cuello y le doy un fuerte abrazo.

—No tienes idea de cuánto significa para mí —mi voz se entrecorta.

—Guárdalo bien y si quieres puedes abrir una cuenta en el banco, puedo hablar con alguien para que acelere los trámites y ponga el dinero a tu entera disposición de inmediato —Nos separamos y aparta un mechón de mi rostro.

—Después de anoche, lo único que quiero es que estés bien, que tú y Michael estén bien.

Afirmo con la cabeza y de puntillas, le doy un suave beso. Dejo reposar mi mejilla sobre su pecho mientras rodeo su torso fuertemente con mis brazos.

—Compensaré cada centavo de este cheque, Troy, lo prometo.


—Lo sé —suspira —Vamos, te llevo a casa.

Llámame CrystalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora