Capítulo VII

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 —Dolores ¿Te importaría si Hunter te lleva? Quiero llevar a Michael y a su madre a casa.

Se llama Hunter, aquél que revisó mis cosas la primera vez, para quien ahora soy señorita.

—Seguro, hijo.

—Por aquí —El hombre guía a Dolores hasta el elevador, se despide de Michael en la distancia—: Adiós, Michael.

—Adiós, Señora.—responde. Gira hacia mí para estirar la tela de mis pantalones—. ¿Ya iremos a casa, mami?

—Enseguida.

Troy se pone de cuclillas frente a Michael—: ¿Te divertiste con Dolores? —mi hijo responde afirmando con la cabeza.

—Bien ¿Cenaste?

—La señora me dio unos sándwiches de pavo con jugo de manzana.

—¿Estuvieron buenos?

Michael asiente tímidamente con la cabeza y bosteza—: ¿Estás cansado, amiguito?

Asiente una vez más a la vez que suelta otro gran bostezo.

—Vamos a tu casa.

Detiene su vehículo frente a la entrada. Han pasado tan sólo minutos de aquellos besos en su oficina, minutos que fueron mágicos. En el camino hablamos sobre nuestros gustos, de las tortas de limón que prepara María y resulta ser que tenemos más cosas en común de las que creía.

—Gracias —Bajo del auto de Troy.

—Sí —Cierra la puerta del acompañante. Michael entra corriendo al edificio no sin antes pedirme la llave de nuestra habitación.

—Ha sido una jornada... interesante —Sonrío y muerdo mi labio inferior. Troy mira hacia el edificio hasta que se deja de escuchar el correteo de Michael.

—Te veré mañana.

—Sí —Camino lentamente hasta la puerta, con la esperanza de obtener un último beso. Giro para verlo una última vez, está de pie frente a su auto con las manos escondidas dentro de los bolsillos de sus pantalones. Retomo el camino hasta mi habitación, un poco frustrada.

—¿Valerie? —Al escucharlo decir mi nombre me detengo para enfrentarlo—. ¿Sí?

A grandes y veloces pasos se acerca, estira suavemente los cabellos de mi nuca y me arrastra hasta su boca. Su beso es apasionado y húmedo. Su lengua, maestra, se mueve contra la mía de forma salvaje y primitiva. Como aquel sueño pero mucho, mucho, mucho mejor. Gimo en su boca y él contra la mía. Me tiene atrapada entre su cuerpo y su lujoso auto. Esta devorándome y con ansias deseo que me haga suya en este preciso momento. De a poco disminuye la intensidad de sus movimientos a pesar de que no quiero que se detenga. Muerde y estira suavemente mi labio inferior, para liberarme dejándome jadeante y deseosa. Antes de separarse, susurra mi nombre contra mis labios y me besa castamente.

Abro mis ojos, embobada por este último beso. Relamo mis labios palpitantes y disfruto de la forma en la que con su voz tan profunda pronuncia mi nombre. Él también se relame y sonríe.

—Sabes tal y como te imagine, tan dulce.

Siento el calor creciente en mis mejillas y toma mi rostro con ambas manos—: Me encanta el color de tus mejillas en este momento.

Exhalo ruidosamente.

—Hasta mañana —se despide en voz baja. Se inclina hacia mí y me preparo para recibir otro beso igual al anterior, pero besa una de mis mejillas y me entrega una seductora media sonrisa.

Llámame CrystalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora