Capítulo XXVIII

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Ingresamos al departamento en el más absoluto de los silencios.

El agente Gómez nos mira esperando alguna respuesta, automáticamente niego con la cabeza y puedo notar el alivio en su gesto al llevar sus manos a su cabeza y respirar profundamente.

Camino directamente hacia la habitación que ocupaba Michael en el tiempo que vivimos aquí. Al encender la luz me doy cuenta de que está intacto, tal y cómo lo dejó.

El mono de peluche acapara casi toda la habitación.

Él lo quería demasiado.

Levanto las persianas y me siento sobre el alfeizar, abrazo mis rodillas y me pierdo en las pequeñas luces parpadeantes de la ciudad.

Mamá te espera, Michael.

Mamá te ama.

Mamá te espera.

Te ama.

Repito como un mantra.

¿Dónde estás, boo?

La puerta se abre.

Es Troy.

Me acomodo sobre el alfeizar y observo como ingresa a la habitación, él toma asiento sobre la cama.

— ¿Estás bien?

Bajo la mirada hasta mis pies y niego con la cabeza.

—Michael está allí afuera en alguna parte, lo vamos a encontrar.

Miro al mono de peluche y su expresión es la misma, una línea curva abierta hacia arriba y sus ojos son un par de puntos que no transmiten absolutamente nada.

—Él lo quería... —se me escapa.

— ¿Qué cosa?

Me pongo de pie y camino hacia el peluche, lo tomo de uno de sus brazos y aspiro de la felpa, el aroma dulce de mi niño está impregnado en él —El mono... —aspiro ruidosamente una vez más.

—Me dijo que lo quería buscar o que tú se lo llevaras ¿Qué hubiera pasado si veníamos a buscar el peluche? ¿Si tú lo llevabas? Las cosas hubieran sido diferentes, él estaría conmigo sano y salvo... —pierdo el rumbo de mis pensamientos. Michael es lo único que me importa.

Troy me envuelve en un abrazo protector, hundo mi cabeza en su pecho y lloro, implorando a Dios y al cielo que mi hijo se encuentre entero y bien.

Lo aprieto contra mi cuerpo, lo extraño demasiado. Acaricio su pecho con la punta de mi nariz y aspiro para llenarme de su aroma característico.

—Mi peor miedo es perderlo, él es lo único que hice bien en toda mi vida.

—No, no digas eso, él va a aparecer.

Me aparto para mirarlo a los ojos — ¿Me lo prometes?

Asiente lentamente —Te doy mi palabra.

Toma mi mentón entre sus dedos y con su pulgar acaricia mi labio inferior con delicadeza. Dios, lo extrañaba, ya me encuentro jadeante, esperando con ansias el roce de sus labios con los míos. Troy se inclina de a poco, muy lento.

El agente Gómez nos interrumpe al abrir la puerta —Está llamando.

Me esquivo y corro detrás del agente hasta donde se encuentran el resto de los policías, una vez más tomo el teléfono celular en altavoz.

— ¿Michael está bien?

— ¡Cálmate maldita sea! El bastardo está entero si es eso lo que deseas saber, ve a la estación de trenes al Sur de Brooklyn ¡Sin policías! Tienes media hora.

Llámame CrystalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora