Capítulo XXII

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Hace horas que vigilo el sueño de Michael.

No puedo dormir.

Suspiro y me levanto para ir a la habitación principal. Con mucha precaución abro la puerta, Troy no está allí. Camino hacia la cocina y no lo veo, no está en su estudio, tampoco veo las llaves de su auto.

Ha salido.

Aspiro ruidosamente y voy a preparar las cosas para irnos de aquí por la mañana bien temprano. Ordeno mi ropa y la de Michael en grandes bolsas de plástico. No voy a llevar absolutamente nada que no sea nuestro, entre esas cosas, toda la ropa nueva para nosotros, los juguetes, nada.

Al terminar de arreglar guardo la pulsera en la misma caja en la que Troy me la entregó y la dejo abierta sobre la cama.

Ni bien los primeros rayos de sol aparecen despierto a Michael y tomo nuestras cosas. Al salir veo que Dolores está recogiendo los pedazos de la botella de whisky que siguen en el suelo.

— ¿Está Troy por aquí, Dolores?

—Me temo que no hija, creo que no ha vuelto anoche — Ella detiene la limpieza para responderme con voz triste.

¿A dónde fue?

Afirmo con la cabeza resignada. Nunca más lo volveré a ver.

—Michael y yo ya nos vamos —Dolores afirma con la cabeza lentamente.

— ¿Puedo... puedo despedirme del niño? —pregunta aguantando unas lágrimas.

—Claro —le sonrío.

Rodea la isla de la cocina hasta alcanzarnos, se inclina hasta Michael y se unen en un abrazo —Te voy a extrañar, chiquitín.

—Yo la voy a extrañar, Señora —ella le sonríe y le toma de una de las mejillas —Podrás venir a verme cuando quieras.

—Gracias Señora —responde Michael. Dolores se endereza y me mira con la misma expresión con la que miraba a Michael —Buena suerte, hija.

—Gracias Dolores —me toma entre sus brazos para abrazarme: —Cuídalo por favor —suelto.

Nos apartamos y afirma con la cabeza —Lo haré —agrega.

Le sonrío débilmente para no llorar. Lamento con todo mi corazón haber terminado de la peor manera posible, pero fui feliz a su lado.

—Vámonos, Michael.

Él se aferra a su mochila y caminamos hasta el ascensor.

— ¡Esperen!—Dolores nos alcanza hasta allí —El Señor Hayes ordenó que Hunter los puede llevar hasta su casa.

Niego con la cabeza —Creo que el Señor Hayes ha hecho suficiente, gracias Dolores.

—Como desees, también quiere que te entregue esto —me alcanza un sobre blanco.

¿Otro maldito cheque?

—Es una carta de recomendación firmada por él, para un próximo trabajo.

—Gracias —guardo el sobre en mi mochila.

Hunter nos está esperando al lado del vehículo en el que él se desplaza cuando debe escoltar a Troy, uno de esos vehículos grandes, una Hummer color gris oscuro. Nos saluda asintiendo con la cabeza y abre la puerta para nosotros, Michael camina hacia el vehículo y lo detengo tomándolo de los hombros —No Michael, iremos en tren.

—El Señor Hayes me encargó llevarlos hasta su domicilio.

—Creí que eso era opcional.

—Me temo que no, recibí órdenes expresas del Señor Hayes.

Levanto la palma de la mano para hacerlo callar.

—No Hunter, gracias. Si eso te trae problemas con el Señor Hayes, lo siento mucho, iremos por nuestra cuenta, dile eso.

Hunter asiente algo dubitativo.

Tomo a Michael de la mano mientras caminamos hacia una de las entradas del tren subterráneo.

Empujo la puerta de entrada del edificio en donde vivía hasta hace un tiempo. Devolví las llaves al Señor Monroe, no tenemos donde quedarnos esta noche.

Tocamos a la puerta de María. Ella nos recibe con la alegría que la caracteriza y su sonrisa se apaga cuando ve mi rostro. Nos hace pasar e inmediatamente prende la televisión para que el niño se entretenga mientras ambas nos dirigimos a la cocina para poder hablar. Le conté lo sucedido con Troy, que terminamos y al preguntarme la razón, me vi obligada a contarle toda la verdad con demasiada vergüenza. Me preguntó por qué no le había dicho a qué me dedicaba antes de conocer a Troy, que iba a encontrar la manera de ayudarme, de hecho, lo hizo.

Si no era por ella no viviría algunos de los momentos más felices de mi vida.

—Quiero que sepas Valerie que estaré aquí para lo que necesites, lo sabes — dice al entregarme una taza de té. Le sonrío en agradecimiento.

—Si me encontrara en esa situación yo haría exactamente lo mismo ¿Qué harás ahora?

—No lo sé, debo buscar otro trabajo —le doy un sorbo al té —Debo buscar otro lugar para vivir.

—Pueden vivir conmigo, ya trajeron sus cosas y podremos hacer espacio para todos.

Sonrío débilmente ante su propuesta —Te lo agradezco, pero —suspiro —Todo aquí me recuerda a él, necesito salir de aquí —agrego con tristeza.

—Será lo que tú digas, pero no me apartes de Michael.

—Dios no, nunca.

—No te lo permitiría.

Sonrío —Lo sé.

—Ahora, ayúdame a terminar el pozole que estoy haciendo para la cena, toma aquel delantal y manos a la obra.

Estamos a punto de dormir, todo el departamento de María se encuentra a oscuras, ella ya se encuentra dormida. Michael y yo dormiremos en la sala. Lo arropo en el sofá y me acuesto en un colchón sobre el suelo.

— ¿Mami?—escucho la voz de Michael en la oscuridad.

—Dime, boo.

— ¿Por qué Troy dejó de quererte?

Aspiro ruidosamente —Mami hizo algo muy malo, le ocultó un secreto, eso le hizo enojar y rompió su corazón, es por eso que no debes decir mentiras, puedes lastimar a alguien.

Michael se queda en silencio.

— ¿Podremos ir a buscar el mono?

— ¿Cuál mono?

—El de la feria, me gusta mucho.

Cierro mis ojos con fuerza —Creo que no.

— ¿Por qué?

—No podemos volver, no si Troy no lo permite.

— ¿Puede él traer el peluche?

Michael, ya me estás cansando.

—Seguiremos hablando mañana, ya duérmete que es tarde.

—Pero, mami...

— ¡Ya duérmete! —le respondo de mala gana. Escucho como se acomoda en el sofá y no dice ni una sola palabra.

Me acurruco sobre el colchón y cubro mi boca con ambas manos para que mi hijo no escuche mis sollozos.

Llámame CrystalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora