21. Dar el paso

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Llego a mi apartamento y veo a mis amigos con un café en la mano.

-Hombre si es Marlena...- dice Carlos.

- Vámonos ya, que quiero ver Roma.- dice Bea saltando.- Mamma mia!

Nos reímos y nos cambiamos. Yo me dejo el pelo suelto con una boina beige, una camiseta blanca con un chaleco de tonos marrones en moteado de vaca, con mis vaqueros estrechos terminados en acampanados, y mis Converse. Visitamos todos los monumentos y las plazas más importantes. Mis amigos chillan y saltan cada vez que ven algo. Nos echamos miles de fotos y hacemos vídeos de cachondeo.

-A las 2.00pm hemos quedado en la puerta de la empresa.- dice Bea montándose en el coche.- Así que venga que nos tenemos que cambiar.

- ¿De blanco hay que ir?- asiento y pone los ojos en blanco Carlos.- Ni que fuéramos a hacer la comunión.

- Haría falta porque pecar...Hemos pecado todos.- se ríe Bea.

Bea escoge un vestido de gasa suelto y unos tacones de aguja blancos. Carlos va con un jersey de cuello vuelto blanco y unos pantalones de vestir negros. Yo me decanto por un crop top blanco y una falda larga estrecha con una abertura en el muslo del mismo color. Me recojo el pelo en mi típico moño y salimos los tres hacia el lugar de la quedada. Mis hermanos van en camisa blanca, mi padre va con un traje blanco y negro, Mario igual, y mi madre con un vestido pegado agarrado en el cuello blanco.

-Habéis hecho todos caso a mi dress code.- dice Mario con una sonrisa.- Lenita, preciosa...

- Gracias.- digo seca. Mi madre me mira de reojo.

- ¿Podrías haberte puesto algo más provocativo?- suelta de manera borde.

- Habló la mujer que lleva ese vestido teniendo 50 años.

- ¡Tengo 46!- dice ofendida.

- Tengamos la fiesta en paz por favor.- interviene mi padre.- No le hables así a tu madre.

- Dejó de serlo hace años.- suelto mirando de mala manera.

- Bueno, ¿entramos?- dice Mario.

Entramos en el restaurante donde anoche comimos. Pedimos cada uno su plato y nos quedamos en silencio. Mis hermanos empiezan a hablar de la empresa, para disolver la tensión, que perfectamente se podía cortar con cuchillo. Mientras nos tomamos el postre (el mejor tiramisú que he probado en mi vida) Mario se levanta. Coge una copa y la golpea con el cuchillo.

-Bueno, hoy quiero decir algo muy importante. Conocí hace 4 años a una persona muy especial, que me hizo reír, y saber cual era el verbo amar. Marlena. Esas noches entre las sábanas, o nuestros viajes, y salidas por Madrid. Todo este tiempo me ha dado para pensar...

- No, Mario...- digo susurrando al ver por que camino va. Mis amigos me miran con los ojos muy abiertos y me hacen señales.

- Que te amo más que a mi propia vida, y que eres la persona con la que quiero pasar el resto de mis días.- se mete la mano en la chaqueta y saca una cajita de terciopelo. No, no...- ...Marlena...- Por favor, no, no, no.- ¿Quieres casarte conmigo?

Se arrodilla y abre la cajita, dejando al descubierto un anillo dorado con un diamante enorme.

-Yo...- miro a mi alrededor y veo a la gente mirándome. Mi madre aplaude emocionada y asiente continuamente, mis hermanos están boquiabiertos, mi padre tiene su semblante típico (cara póker) y mis amigos están aterrorizados porque saben lo de...Dan. Trabaja aquí. Miro hacía la cocina y lo veo allí de pie serio. Mierda, mierda.

- Marlena, es para hoy hija, venga.- insiste mi madre.

- Yo...Mario lo siento...- su semblante pasa de una sonrisa a oscuro.- No siento nada por ti, lo siento.

- ¡¿Eres idiota?!- salta mi madre- ¡Mario es perfecto para ti Marlena! Tendrías una mansión de lujo, con hijos preciosos educados en la mejor escuela con...

- ¡Deja de organizar mi vida, joder!- me levanto de golpe y salgo del restaurante.

- ¡Marlena Fernández Ruiz!- mi madre se levanta y todos los demás a la vez.- ¡No huyas!

-¡Marlena!- grita Mario.

Corro a la salida y veo que me siguen todos menos mi padre. Una puerta se abre, la de servicios del restaurante.

-¡Chsss!- me giro y veo a Dan con el delantal. Corro hasta él y lo abrazo.- Marlena...Te quiero...

- Y yo Dan...- le beso rápidamente y nos metemos en la cocina. Me quito los zapatos, Dan el delantal y salimos por la puerta trasera. Estamos corriendo de la mano, cuando nos topamos con Samuel. Él abre los ojos y mira nuestras manos enlazadas.

- Samuel por favor...- le digo.

- Corre.- le beso en la mejilla y corro por donde Dan me guía.

Me sentía no sé porqué, libre. Como si hubiese roto una barrera. De repente salimos a la Fontana di Trevi. Nuestra primera cita.

-El destino...- digo riéndome.

- El destino para mi, fue encontrarte.- me coge la barbilla y me besa.

Dan te quiero. Eres lomejor que he conocido. Dan, sé eterno.

Lo que se llevó el mar (1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora