𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐

06

𝐵𝑎𝑟𝑐𝑒𝑙𝑜𝑛𝑎, 𝐸𝑠𝑝𝑎𝑛̃𝑎.

𝑆𝑒𝑏𝑎𝑠𝑡𝑖𝑎́𝑛.

Después de haber estado casi cuatro días en Ámsterdam, nuestro siguiente destino fue Barcelona, ya que aquí se encontraba David y Támara tomando vacaciones de pareja, según ellos.

Nuestro plan sólo era darles la noticia del embarazo y estar dos días más para turistear y después viajar a México para darle la noticia a nuestra familia.

Los citamos en un restaurante que estaba en el centro de Barcelona. Era más bien un Carls Jr., ya saben muy bonito y para nada formal. Pues les habíamos dicho que solo estábamos de paso y queríamos saludarlos y saber cómo la estaban pasando.

Lidia y yo habíamos llegado antes que ellos, por lo que nos encontrábamos sentados en una mesa que estaba pegada a la ventana y dejaba a la vista un parque.

—Se me antojó un helado. —habló Lidia mirando por la ventana. —Y unas papás y una hamburguesa, ¿Me los pompras? —añadió con voz infantil, volviendo su vista a mí, mirándome con inocencia.

La miré con ternura, conteniendo la sonrisa que comenzaba a formarse en mis rostro. Sus labios estaban haciendo un puchero, la tomé por la barbilla y acerqué su rostro al mío para después dejar un pequeño beso sobre sus labios.

—Lo que quieras, mi vida. —le dije aún con mi mano en su barbilla, viéndola a los ojos.

—Gracias. —comentó feliz, y ahora ella fue quien dejó un beso sobre mis labios. Fue tan corto que me dejó con ganas de otro, pero ella se alejó y me sonrió inocente.

Le devolví la sonrisa y llevé mi vista a mi teléfono, pues había sonado minutos antes. Un mensaje de David diciéndome que habían llegado apareció en la pantalla, le respondí diciéndole en qué mesa estábamos y volví a dejar el teléfono sobre la mesa.

—Ya llegaron. —le informé a Lidia. Me giré hacia ella y me crucé de brazos. —¿Cuál es el plan?

—Podemos decirles algo así como, ¿Ya vieron el menú? Está increíble, ¿no? Y ahí les damos el menú con la ecografía dentro. —propuso.

—Ya, entiendo. ¿Ya pusiste la ecografía? —quise saber.

—Ya, es el que está debajo de tu teléfono. Ese es el que les vamos a dar, ¿si? —pidió y asentí con la cabeza.

Unos minutos después, alguien palmeó mi espalda y tuve voltear con rapidez, encontrándome con David, el hermano de Lidia, y con Támara, la mejor amiga de Lidia y ahora novia de su hermano. Tomaron asiento frente a nosotros y se quitaron los abrigos que traían.

—¡Tanto tiempo sin verlos! —exclamó Támara, tomando la mano de mi esposa.

Ellas comenzaron a platicar de sus cosas mientras David y yo nos poníamos al corriente de las nuestras.

—¿Cómo les ha ido en su vida de recién casados? —preguntó David, saludándome con un puño. —¿Todo bien?

—Sí, todo va de maravilla, cuñado. Aún estamos acostumbrándonos al cambio de horario, a la comida y todo eso. —le dije.