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Lidia.

Salí casi corriendo de la oficina y cuando estuve en contacto con el aire libre, solté un suspiro pesado y llevé ambas manos a mi  pecho. Estuve a punto de salir gritando de ese lugar si no me daban una solución.

Caminé hacia uno de los enormes ventanales que había en la planta de arriba, dejando ver a gente con los jersey de los equipos que se enfrentaban hoy y supe que el partido comenzaría en unos minutos. La verdad no quería encontrarme con nadie hoy, así que apresuré el paso hacia la salida.

La camioneta estaba estacionada en donde los jugadores y el personal también podían dejar sus autos, así que tendría que volver por ahí.

Mientras caminaba, metí la mano en mis jeans y saqué las llaves de la camioneta. Desde donde estaba le quité la alarma y comencé a caminar más rápido.

Al llegar a la camioneta, mi vista viajó hasta una hoja que tenía una imagen y estaba pegada en la ventana de mi camioneta. Mi pecho comenzó a doler al darme cuenta de quienes aparecían en la foto.

Mis ojos veían con detenimiento aquella imagen que me había dejado con el cuerpo temblando.

La despegué de ahí y la acerqué para verla mejor. En la imagen se podía apreciar a mi esposo con el torso desnudo y una sábana le cubría levemente los pies. A un lado también aparecía Hanna en ropa interior y casi encima de él.

—¿Qué mierda? —solté al ver la imagen. No tenía dudas de que Hanna había hecho esto, pues era la única interesada en meterse en mi relación.

Llevé una mano a mi cabeza y cerré los ojos, llorando en silencio y sintiendo mi pecho doler como hace unos meses atrás. Sentía una mezcla de enojo y tristeza en estos momentos.

Me sentía como una estúpida ahora. Estuve apoyando a Sebastián y creí que me había contado todo. Había vuelto a confiar en él y me había vuelto a decepcionar.

—Ich habe dir gesagt, er würde dich langweilen. *Te dije que se iba a aburrir de ti. —la voz de Hanna se hizo presente detrás de mí pero no volteé.

—Lárgate de aquí. No te quiero ver ahora. —decía con la vista aún en la imagen. Mis lágrimas bajaban y no podía respirar bien.

—No te dijo nada, ¿cierto? —volvió a hablar y no respondí. —Claro, lo supuse. No serías tan estúpida como para perdonarle una infidelidad. —su voz estaba llena de burla y de orgullo, como si disfrutara lo que estaba viendo.

Yo amaba a Sebastián. En serio lo amaba tanto y no sé qué pasaría ahora.

Sentía un nudo en el pecho al pensar en lo mejor para nosotros. Lo juré cuando en mi anterior relación pasó lo mismo; juré no volver a perdonar una infidelidad por más que amara a la persona.

Pero ahora era diferente... Ahora tenía una familia y lo que sentía por Sebastián era más grande que cualquier cosa.

Dios... Necesitaba pensar tantas cosas.

Giré sobre mis talones y miré a Hanna, tenía una sonrisa de triunfo en la cara y quise golpearla. Pero no podía, no quería poner en riesgo la integridad de el bebé que esperaba.

—No entiendo de qué mierda te sientes orgullosa si acabas de destrozar una familia. —mi voz temblaba y llevé mi mano a mi vientre. —¿Te hice algo para que estés haciéndome esto?  —le imploré por una respuesta, pero ella se mantenía en total silencio. —Dios, estoy embarazada... Solo quería ser feliz con mi familia. —le dije y ella parecía culpable. Limpié las lágrimas con la manga de mi suéter y me enderecé. —Espero que estés feliz ahora. No sé cuál era el objetivo de todo esto, pero lo lograste. Nos destruiste. —di media vuelta y subí a la camioneta lo más rápido que pude.

𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora