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𝑆𝑒𝑏𝑎𝑠𝑡𝑖𝑎́𝑛.


Cuando llegamos al hospital, se tomaron el tiempo de hacerle una ecografía a Lidia y se dieron cuenta que los bebés no estaban colocados correctamente. Por esa razón ya no sería parto natural, sino por cesárea. 

Lidia estaba de pie y sostenía sus manos contra la cama. Vestía la típica bata de hospital y un suero salía de su mano. Sus ojos estaban cerrados y movía su cadera de un lado a otro y de atrás para adelante.

Yo estaba detrás de ella con mis manos sobre su espalda, dándole masajes suaves para así al menos calmar el dolor que tenía.

Lizeth, la enfermera mexicana que nos fue asignada, entró al cuarto y caminó hasta nosotros.

—¿Cómo van con las contracciones? —nos preguntó, mirando a Lidia que seguía con los ojos cerrados.

—Cada vez son más. —soltó mi esposa en un tono bajito, tratando de controlar su respiración.

—Bueno, acuéstate ya en la cama que los camilleros vienen por ti en menos de cinco minutos. —le dijo, ayudándola a subirse a la cama. —¿Entonces sí vas a entrar al quirófano? —me preguntó a mí.

—Sí, claro. —respondí sin dudar, tomando la mano de mi esposa. —Dicen que es bonito vivir esa experiencia, ¿no?

—Jamás lo he pasado, pero he visto a otros hombres llorar al convertirse en padres. —me sonrió y asentí.

Dos hombres entraron y procedieron sacar la camilla fuera del cuarto y así llevarla al quirófano. No me despedí de ella, pues en unos minutos la enfermera me llamaría para estar en el parto.

Mi madre había salido por un café, pues aunque recién eran las seis de la tarde, ya se empezaba a sentir frío.

Así que estaba yo solo en la habitación, poniéndome la ropa quirúrgica que Lizeth me había entregado. El típico gorro, bata, guantes, zapatones y el cubrebocas.

Mi madre apareció por la puerta con dos cafés en la mano y detrás de ella venía la enfermera.

—Hijo, te traía un café pero la enfermera dice que ya debes entrar al quirófano. —me dijo, poniendo los vasos sobre un mueble y se acercó a abrazarme. —Todo va a salir bien, Sebas. Tranquilo.

—Sí, mamá. Lo sé, gracias. —besé su frente y me alejé de ella. —Son los nervios de saber que voy a ser papá.

—Imagínate como estoy yo. ¡Voy a ser abuela! —dijo emocionada y me volvió a abrazar. —Bueno, ahora sí vete. Que la enfermera te está esperando.

Asentí y seguí a Lizeth, quien me guió hasta donde se encontraba Lidia. En todo el camino, sentí mis piernas temblar y mi corazón latir con fuerza.

Al entrar al lugar, pude ver a muchas personas alrededor de mi esposa. Ella estaba acostaba en la plancha con ambas manos extendidas y, lo que parecía ser una tela, cubría lo que hacían los doctores y enfermeras. De modo que Lidia no viera todo lo que le estaban por hacer.

Bist du der zukünftige Vater? *¿Usted es el futuro papá? —me preguntó el que parecía ser le doctor.

Ja, ich bin es. *Sí, soy yo. —le respondí cuando estuve cerca de él.

Ein Vergnügen, ich bin Arzt Müller. Du wirst an der Seite deiner Frau sein, um sie ein wenig abzulenken, okay? *Un placer, soy el médico Müller. Usted va a estar a lado de su esposa para distraerla un poco, ¿de acuerdo? —pidió y asentí.

𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora