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𝐿𝑖𝑑𝑖𝑎.


Gala miraba con sorpresa la prueba digital que le había puesto sobre el comedor. Esta mostraba un resultado positivo y un +3 semanas.

Quiero gritar y llorar de emoción, pero no quiero que David ni Sebastián bajen. —le dije sosteniendo la prueba entre mis manos. —Sé que quizá no estamos pasando por un buen momento, pero un bebé siempre es una bendición.

—Estoy muy feliz por ustedes, Lid. —me sostuvo las manos y sonreía de oreja a oreja. —¿Segura que no vas a decirle nada aún? —volvió a preguntar.

—Segura. —confirmé. —Primero necesito que él esté bien y solucione lo que tenga que solucionar.

—Entiendo y te apoyo. Pero no te salvas de tener que hacerte el ultrasonido, eh. —me advirtió con diversión. —Eso te ganas por tener una amiga ginecóloga. —bromeó.

Oí pasos provenientes de las escaleras y me vi obligada a quitar la prueba de la mesa y guardarla en las bolsas de mi sudadera. Mi hermano David, junto con Sebastián entraron a la cocina y saludaron a Gala.

Mi esposo en estos días había estado un poco callado, quizá se sentía apenado por no recordar todo lo que había dicho y hecho. Apenas entró a la cocina, se sentó en una silla junto a mí y me sonrió.

—Buenas tardes, señoras. —saludó mi hermano y le saqué la lengua. —¿De qué hablaban?

Miré a Gala, como pidiendo que me ayudara con la respuesta. No podía pensar en algo y comencé a ponerme nerviosa.

—Sobre vaginas. —soltó sin ningún tipo de vergüenza y mi hermano casi escupe el cereal que recién se había servido. —¿Qué? Querías saber.

—Claro, olvidaba que trabajas con miles de ellas al día. —habló y se sentó frente a mí.

David llevaba dos días en la casa, en los cuales, había estado ayudando a Sebastián en este proceso de dejar las drogas. Por suerte el médico con el que lo llevamos, nos dijo que el sistema de Sebas no había caído en adicción, así que sería fácil hacerlo dejar ese hábito.

Lo giré a ver y noté como movía su pie sobre el piso. Sus ojos encontraron los míos y me dedicó una media sonrisa. Mi pecho brincó de alegría y supe que Sebastián estaba volviendo. Me estiré un poco para tomar su mano y acunarla con la mía.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté, dejando caricias en sus manos. El doctor había dicho que le haría bien platicar sobre cómo fue que comenzó a consumir y alejarlo de la persona que le haya comenzado a dar las drogas.

—Bien. Muy sediento pero bien. —decía mirando nuestras manos y jugando con mis dedos. —Yo... Yo quiero disculparme con todos ustedes. —alzó la vista y nos miró a cada uno. —Les juro que no sabía lo que hacía... Ni siquiera recuerdo bien las cosas, solo pequeños fragmentos. —su voz se volvió débil y apreté el agarre de nuestras manos.

Permanecimos en silencio varios segundos y solo se podía oír a David comer su cereal. Él no solía demostrar sus ganas de llorar o algo que lo hiciera ver vulnerable, y sabía que lo estaba evitando ahora.

—Tienes suerte de tener a alguien como Lidia, Sebas. —habló Gala. —No tenía por que aguantar las malas actitudes que tenías, pero sin embargo lo hizo por que te ama y fue lo que prometió cuando se casaron. —dijo y le dediqué una sonrisa de agradecimiento. —Fácilmente pudo haberte abandonado y dejar que te perdieras en la adicción. Pero el que no lo haya hecho, habla bien de lo importante que eres para ella. —finalizó con un suspiro, pues mientras decía lo anterior, se comenzaba a oír molestia en su voz.

—Espero que esto te haya dejado una lección y no vuelvas a dejarte influenciar por malas personas. —comentó David. —Más que amigos, somos una familia, Sebas. Y cualquier cosa que te esté haciendo mal, puedes decírselo a Lidia o a cualquiera de nosotros. No tengas miedo a ser juzgado, aquí estamos para apoyarnos. —le dijo con sinceridad y Sebastián asintió con una media sonrisa.

Miré a todos y agradecí a la vida por tener este tipo de apoyo. No sé si habría podido manejar esto sola.

—Muchas gracias a todos, en serio. —decía mirándolos a los ojos. —Principalmente a ti, Lidia. Sé que te decepcioné y por mi culpa perdiste una oportunidad increíble. —su labio volvió a temblar al igual que su voz. —Dios, te juro que me gustaría regresar el tiempo y haberme negado a probar el cigarrillo. Así habría evitado causar tantos problemas. —la culpa que sentía se vio reflejada cuando comenzó a sollozar y tuvo que soltar mi mano para taparse la cara. —Sé que no merezco a una mujer como tú, Lidia. Pero voy a salir de esto y te voy a demostrar que en verdad me importas.

El verlo en ese estado me ponía mal. Me levanté de la silla y lo abracé fuerte, sintiendo sus manos posarse alrededor de mi cintura y escondiendo su rostro en el hueco de mi cuello. Besé su frente y apoyé mi mejilla en su cabeza.

—Te amo, Sebastián. Y el hecho de que estés aceptando ayuda para dejar de consumir, me pone muy feliz. —le confesé. —No he dejado de creer en ti, mi amor.

—Te amo mucho, mucho. Gracias por no abandonarme. —su voz seguía siendo débil.

Seguí abrazándolo y me giré para ver a Gala y a David. Ambos veían la escena y lucían igual de conmovidos por la reacción de Sebas.

—Necesitamos saber quién te daba la droga, Sebas. —habló mi hermano. —Sólo queremos asegurarnos de que esa persona no esté más en el club.

Sebastián se separó de mí y se limpió las lágrimas con la manga de su sudadera.

—No tiene sentido que lo sepan. Y aunque se los dijera, a esa persona no pueden hacerle nada. —nos dijo convencido.

—Era Giovanni, ¿no? —quise saber de inmediato.

Él negó con la cabeza y suspiró fuerte antes de responder.

—Es decir, él me las daba, sí. Pero él es una víctima más en esto. Giovanni no era quien las conseguía. —confesó.

—¿Entonces quién las conseguía? —insistió Gala.

—Giovanni está saliendo con la hija del director del club, quien es fisioterapeuta del equipo. —comenzó a contar y yo trataba de recordar el nombre, pues él me lo había dicho. —Cuando comenzaron a salir, él se volvió más fiestero y salía a diario con ella. Volvían de madrugada y no entendía cómo le hacía para estar como si nada. Hasta que un día me invitaron a una fiesta y me dijo que ella le hacía consumir drogas como la marihuana y cocaína para estar activo. 

—¿Cómo se llama la chica? —volvió a preguntar Gala.

Mi mente viajó a aquel día en que Sebastián debutó y Giovanni me llevó a los vestidores por que me sentía mal. Recuerdo que Sebas estaba hablando con una mujer de pelo rubio...

—¿Hanna? —mi mente hizo clic y su rostro vino a mi mente. —Fue ella, ¿no es así? —le dije, sintiendo la rabia.

Él asintió y mi enojo aumentó aún más. Esa tipa me iba a escuchar y no me importaban las consecuencias que me podría traer el arrastrarla del pelo por toda Alemania.



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Buenos días por aquí y buenas noches para ustedes, mis chicas. 🙈
Aquí les dejo este capítulooo, ¿qué opinan sobre todo esta situación? Díganme que ya saben que las leo con mucho gusto.
Tenemos nuevas portadas, btw. 🤫
Y bueno, ojalá les vaya gustando la historia. 🥰
Nos leemos pronto. Cuídense, por favor.

Ivonne.

𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora