23

626 83 12
                                    


𝑆𝑒𝑏𝑎𝑠𝑡𝑖𝑎́𝑛.


Los meses fueron pasando y yo seguía saliendo de fiesta para distraerme. En verdad lo necesitaba, pero creo que me había salido un poco de control.

Comencé a llegar de madrugada a la casa, incluso se podía decir que casi ya no pasaba tiempo ahí.

Mi rutina era en las mañanas ir a entrenar, ir de fiesta, llegar a casa a dormir y al día siguiente volver a entrenar. Y así estuve todos los días por casi dos meses.

Me encontraba en los vestidores y mi cabeza estaba que explotaba por la resaca. Solo podía mirar a Giovanni y preguntarme cómo carajo podía estar como si nada si ayer no se podía ni mantener de pie de lo ebrio que estaba.

Lo miré por unos segundos más y me puse de pie para ir hacia él. Le pediría una de esas pastillas que me había mencionado hace unos meses. Dijo que lo ayudaba a sentirse mejor y le quitaba por completo la resaca.

—Luces terrible. Parece que un camión pasó por encima tuyo. —se burló cuando estuve junto a él.

Le dediqué una mirada de pocos amigos y se limitó a reír con la boca cerrada.

—Y tú luces jodidamente bien a diferencia de ayer. —confesé.

—Entiendo a lo que vienes. —me sonrió de forma cómplice y se acercó mucho a mí, dejando su boca cerca de mi oído. —Quieres una pastilla, ¿no es así?

Se alejó de mí y asentí de prisa. Necesitaba algo con urgencia, lo que fuera para que la maldita resaca desapareciera.

—Con urgencia. —le dije.

Miró a todos lados, como cuidando que nadie nos estuviera espiando. Cuando se aseguró, volvió a acercarse a mí para después hablar bajito.

—Escucha, Sebas. Estas pastillas, —hizo comillas con los dedos—no son pastillas como tal. Necesito que me prometas que no vas a decir nada sobre esto. —me pidió.

—Claro, sabes que no. —le dije un poco confundido por su actitud.

—Hanna fue la que me las comenzó a dar hace meses. —metió la mano en el bolsillo de su campera y sacó lo que parecía ser un rollo de marihuana. —Por ahora solo tengo esto, pero estoy seguro que te servirá. En cuando tenga otra cosa, yo te aviso. —me extendió el porro y yo dudé en tomarlo.

Entonces eso era, Hanna le estaba haciendo consumir drogas para así estar como si nada en los entrenamientos. Ahora entendía todo, sin embargo, jamás lo había hecho y sentía que estaba haciendo algo malo.

Para nosotros como jugadores de fútbol profesional, drogas como el cannabis y la cocaína estaban prohibidas. Aunque las consumas en un día libre, permanece en tu organismo durante un tiempo.

—Ehm, no... No sé si hacerlo. —le dije nervioso. —¿Qué tal si nos descubren y nos echan?

—Tranquilo, Sebas. Las pruebas de antidoping se hacen cada mil años y además son aleatorias. —me hizo saber. —Hanna lo sabe y nos va a cubrir en todo momento. —me volvió a extender la marihuana y la tomé. Sacó un encendedor de su bolsillo y lo acercó al porro para prenderlo.

Miré el porro con cautela. Jamás lo había hecho y claro que tenía curiosidad por saber a qué sabía y cuáles serían sus efectos. Muchos decían que era divertido, así que me dejé llevar y sin rodeos le di una calada profunda.

Saqué el humo y en cuestión de minutos comencé a sentirme relajado y la resaca desaparecía poco a poco.

—Mejor, ¿no? —me preguntó Gio.

𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora