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12 𝑑𝑒 𝐽𝑢𝑛𝑖𝑜, 2023.


𝐿𝑖𝑑𝑖𝑎.


Al día siguiente de la discusión entre Sebastián y yo, él no recordó nada y decidí no mencionarlo más. Creí que había sido un ataque de estrés y también creí que no iba a volver a pasar; pero estuve equivocada.

Eran casi las ocho de la noche y en diez minutos tendría una entrevista virtual con los directivos de la Universidad, pues iban a elegir a un solo candidato de los muchos que había.

Marqué por milésima vez al celular de Sebas, ya que me había dicho que vendría para ayudarme con los bebés mientras yo estaba en mi entrevista. Sin mencionar que hoy era su cumpleaños y también debía de estar aquí para recibir a nuestros amigos que vendrían.

Un día antes de su cumpleaños, juro que le rogué estuviera presente en casa. No quería molestar más a Gala, pues ella era la que me había estado ayudando con ellos y muchas veces estaba ocupada.

—¿Por qué mierda no contestas, Sebastián? —dije con desesperación al oír el buzón de voz.

Leonardo, a quien sostenía entre mis brazos, derramó un poco de leche sobre mi saco negro y me sonrió inocente. Justo cuando pensé en correr por un trapo para limpiarme, Alessandro, que estaba jugando con unas sonajas sobre la alfombra de la sala, comenzó a llorar y tuve que volver hacia donde estaba.

Las esperanzas de que Sebastián llegara y me salvara de este apuro, fueron desapareciendo cuando el reloj marcó las ocho en punto y perdí mi entrevista.

Decepcionada, me senté sobre el sofá con ambos bebés en mis piernas y los miré con tristeza. Ambos no entendían nada, solo se reían al verme y tocaban mi cara con sus manitas.

—Yo también extraño a su papá. —les dije triste.

Pasaron treinta minutos y el timbre de la casa sonó. Tuve que dejarlos a cada uno en su andadera para correr a abrir. Puse la mejor cara, como si no hubiese perdido mi trabajo y salí a recibir a la gente.

Al abrir la puerta, me encontré con mi hermano vistiendo un abrigo enorme y un gorro gris.

—¡Hola! —se lanzó a darme un abrazo y sentí de nuevo el calor de un cuerpo. Hace mucho que Sebastián no me abrazaba y lo extrañaba tanto. —¿Lidia? ¿Estás bien?

Volví mi vista hacia él, dándome cuenta que ya se había separado de mí. Carraspeé un poco la garganta y le sonreí.

—Sí, lo siento. Pasa, por favor. —le dije, cerrando la puerta detrás suyo. —Hace mucho frío afuera.

—Claro, odio los fríos de aquí. Al parecer ya te acostumbraste, eh. —me miró de pies a cabeza y negó. —¿Por qué vistes como una ejecutiva? ¿No tienes frío? —cuestionó.

—Ehm, yo...

—¿Es por el cumpleaños de Sebas, verdad? —habló y no dije nada. —A todo esto, ¿dónde está el festejado? —miró a todos lados y volvió su vista a mí después de no encontrarlo.

—No ha llegado. —le dije como si nada, caminando hasta la sala para sentarme de nuevo.

David me siguió, encontrándose con mis hijos de camino a la sala. Leonardo estrelló su andadera contra las piernas de mi hermano y él se agachó para jugar con él.

𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora