31.

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La lluvia seguía constante, había momentos en los que paraba un par de minutos y parecía volver con más fuerza, el ruido del fluido se escuchaba tenuemente en la habitación del colocador, el pelirrojo estaba recostado sobre el mientras que el pelinegro masajeaba sus caderas con cuidado.

- ¿Estas mejor? - recargó su mejilla en la cabeza de su novio.
- Si, gracias - suspiró, después de un masaje de 10 minutos ya no sentía tan adolorida su parte baja.
- Trataré de ser más paciente - suspiró preocupado por haberse pasado.
- Dios no - dijo de inmediato el pequeño sorprendiéndose ambos - es decir, solo se un poco más suave al hacerlo - se ocultó en su pecho.
- Bien - sonrió sonrojado.

Alcanzo como pudo un par de servilletas limpiando sus manos y la cadera de Shouyo por el aceite que había usado.

Una vez terminó de limpiar lo abrazó exhalando suavemente, podía ser que la lluvia sonará muy fuerte, pero el sonido brusco también relajaba, más la luz que desprendían los relámpagos de vez en cuando, así que feliz empezó a acariciar su cabello, en silencio, tras un rato la quietud y silencio los hizo entrar en un ambiente muy relajado, pero no podían seguir acostados, ya era casi de noche y no habían comido nada, así que sujetó sus muslos cargándolo a la cocina, lo dejó en la barra de la cocina y se puso a cocinar algo, tantos años solo lo llevaron a eso, además de las dietas que hacía como deportista.

Terminaron de comer y fueron a la cama nuevamente, se sentía extraño haber pasado todo el día en cama, también sentía la necesidad de hacer ejercicio o jugar un rato.

- No creo que sea bueno jugar en estos momentos, necesitas descansar - lo arropó - además el clima no va a permitirlo.
- Si, solo me siento algo extraño por romper la rutina - lo abracé - ¿tú estás bien?, has estado cuidando de mi todo el día aunque te dije que me sentía bien.
- Estoy muy bien, además... vale la pena hacerlo - sonrió y me sonroje haciéndolo reír.

Ambos se quedaron dormidos platicando, pero Hinata despertó cuando escuchó una llamada entrante, a tientas buscó su celular y contestó.

- Hola cariño, llamaba para ver si estabas bien, acabo de escuchar en la radio que han habido apagones, perdón por llamar a esta hora - dijo nerviosa.
- Tranquila mamá, estamos bien, al parecer la luz no se ha ido aquí - dije mirando el aire acondicionado encendido.
- Me alegra saberlo, ¿lograron comprar provisiones?.
- Nos tomó por sorpresa al despertar, pero la noche anterior habíamos comprado comida, ¿cómo están ustedes?.
- Bueno, tu padre dice que donde está el no hay ni una gota de lluvia, estoy algo nerviosa por no estar todos juntos.
- Si papá lo dijo no es mentira, y yo estoy bien, te haré saber si pasa algo, ¿qué hay de Natsu?
- Está encantada como no tienes idea, juega a tener aventuras en un barco por toda la casa - se rió - me alegra que no esté asustada.
- No hay porque estarlo, llámame si pasa algo más o te sientes intranquila - sonreí.
- Está bien cariño, descansa, llámame mañana sin falta.
- Claro que sí, descansa mamá.

Ella colgó y yo miré por la ventana, el agua estaba inundando la calle y fluía fuertemente llevándose basura y ramas, al girarme Kageyama estaba dormido profundamente, miré en el reloj las cinco de la mañana, supongo que no iba a poder dormir ahora, me senté mirando la lluvia y acaricie el cabello de Kageyama.

Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo, sin embargo, la preocupación por como nos tratan era permanente, no quiero separarme de él, y ahora sé que no será fácil que eso suceda, pero detesto el ambiente pesado en la escuela y las miradas o comentarios que hacen seguido.

¿Cómo íbamos a poder vivir con tal rechazo?, solo porque me gusta una persona no puedo vivir en paz, sentía la frustración de no poder hacer nada, me estresaba de pensar que fueran a hacerle algo malo a cualquiera de los dos, es cierto que ya han pasado semanas y ya no es tan frecuente, pero aunque no me traten mal tampoco me incluyen en nada, si me acerco responden incómodos, aunque haya excepciones, suspiré feliz recordando a ese pequeño grupo de amigos que me apoyan en clases, pero otra cosa es en los pasillos, empiezo a sentir indigestión de solo pensar en ir ahí cada día, por suerte la lluvia canceló las clases unos días, sé que no puedo evitarlo, pero no sé porqué debería enfrentarlo para empezar, el romance de dos personas no tiene nada que ver con la sociedad.


Veinte minutos (Kagehina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora