4. No te asustes

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Por curiosidad muchos se habían reunido alrededor de la sala de maestros, y ahí estaba yo, mirando como uno a uno iban saliendo y uno o varios amigos los acompañaban a sus salones con cuidado, pero no veía a nadie de la clase de Kageyama, hasta que llegó un grupo chicas sonrojadas y emocionadas, entre ellas, la chica que se confesó antes.

Entonces ya no necesitaba que lo ayudara a ir a clases, la puerta se abrió y salió con los ojos vendados tratando de tocar a alguien, en ese momento, sentí algo de dolor, por verlo indefenso supongo o no lo sé, pero cuando reaccioné estaba tomando su mano el dió un pequeño brinco por el susto y me reí a lo cual apretó un poco mi mano.

- Tranquilo soy yo - lo miré sonriendo - Hinata - el asintió y se relajó - ¿recuerdas tu horario? Debo dejarte en tu salón antes de que inicien las clases.
- Tu sabes donde es mi salón - mencionó.
- Pero no tu horario, tal vez tengas deporte o laboratorio y en idiomas también cambiamos de salón - le recordó.
- Tengo clases normales a la primera hora, hoy no tengo laboratorio y deportes es después del primer descanso - enlistó.
- No había pensado en los descansos, supongo que iré por ti - le restó importancia.
- Nosotras podemos llevarlo - sugirió la chica de antes mirándole seria.
- ¿Quiénes son? - preguntó Kageyama.
- Soy Haruhi - sonrió - ¿me recuerdas?.
- No te recuerdo, perdón - dijo sin siquiera hacer una mueca de vergüenza o disculpa.
- Kageyama - me burlé - ¿No puedes siquiera memorizar los nombres de tus compañeros? - me empecé a reír y el empezó a querer atraparme pero era muy sencillo evitarlo al no poder verme.
- Yo lo ayudaré - la miró sonriendo y le regresó una mirada desaprobatoria - es mejor que esté con alguien que ya conozca ¿no? - dijo en tono amistoso, pero su mirada daba miedo haciendo retroceder un poco a las chicas.
- Esta bien, cuida de él - aceptó disgustada y se fueron.
- No las recuerdo en absoluto - dijo pensativo haciéndole reír - no te burles idiota - golpeó su cabeza.
- Auch, no debes golpear a tu pareja tonto, voy a dejarte en el pasillo sólo - bromeó.
- Hazlo y dile adiós a tus pases - contratacó.
- Que cruel - se cruzó de brazos - bueno andando, dame tu mano.

El me tendió su mano y la tomé, pensé que iba a estar más tensó, pero caminaba confiado y seguro, le avisaba cuando debía bajar escalones o subirlos, las puertas y ventanas, cuando llegamos a su salón pregunté por su asiento y me lo señalaron amablemente así que lo dejé ahí.

- Vendré en el descanso, tendrás que aguantarte si quieres ir al baño - me burlé.
- No soy un niño - se quejó.
- Como sea, si quieres te traigo lo de siempre que compras en la máquina - me di cuenta que aún sostenía su mano.
- No, vamos a la azotea - sonrió y me sonrojé un poco así que tuve que girar mi cuerpo para que los demás no vieran mi rostro.
- Está bien, vengo en un rato - sonreí.

Me despedí algo apenado y lo dejé sólo, saliendo sacudí mi cabello dirigiéndome a clases, ¿por qué tomé su mano si ya había alguien dispuesto para él?.

Veinte minutos (Kagehina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora