Capítulo 10

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La hora del castigo había llegado y Severus se sentía tranquilo, el ambiente del castillo no se había opacado por la muerte de Lucius, seguía como si nada hubiera cambiado, en algunos momentos se asustaba por si estaba haciendo algo que al rubio no le iba a gustar, pero tenía que recordarse que ya no estaba, que la amenaza se había extinguido, no obstante, cuando hay traumas, es difícil de borrarlos de un momento a otro.

Llegó al cuarto del castigo y encontró a Sirius durmiendo, se veía tranquilo, y a él eso le alegró, no quería que la muerte de Lucius lo afectara, se acercó y tocó el rostro del contrario con delicadeza, no podía negarlo, Sirius era hermoso, su nariz perfecta, sus labios rosados que invitaban a probarlos, tenía una cara de ángel que a cualquiera podría engañar, ahora entendía porque medio colegio babeaba por el piso que caminaba.

—¿Te gusta lo que ves?—, preguntó con ironía el Gryffindor.

Severus volteó el rostro, le daba vergüenza que lo hubieran encontrado de esa forma tan incriminatoria.

—Como siempre tan pagado de si mismo Black, bajale un poco a tu narcisismo—, contestó fríamente mientras se levantaba del asiento.

Claro, que no llegó demasiado lejos porque el otro chico lo tomó de la muñeca y lo empujó hacía abajo, causando que cayera en el pecho del contrario, el cual rodeó con un brazo su cintura para que no se fuera.

—Sueltame Black.

—No quiero—, se negó dándole esa sonrisa petulante.

—Madura de una vez.

—Puedo ser un inmaduro, pero te gusto y no lo puedes negar.

Severus sintió como sus mejillas se calentaban rápidamente, quería golpear al otro chico, pero no se podía mover, ya que de un momento a otro ambos se estaban besando, era un beso ansioso, energético, donde colocaban una parte de si mismo en el.

Se separaron agitados por lo que acababan de hacer, Severus se apartó de Sirius, a pesar de que no era la primera vez que se besaban, no se acostumbraba a besar los labios del ojigris.

—Creo que es mejor que empecemos con las preguntas—, propuso el Slytherin tomando las fichas—, Tu casa se incendia con todas tus posesiones dentro. Después de salvar a tus seres queridos y a tus mascotas, tienes tiempo para hacer una ultima incursión y salvar un solo objeto. ¿Cuál escogerías? ¿Por qué?

—Mi álbum de fotos, es un objeto con valor sentimental, ahí está mis mejores recuerdos—, contestó tranquilamente el Gryffindor—. ¿Y tú?

—Nada, dejaría que todo se quemara, que el fuego vuelva cenizas todo, no tengo nada bueno en ese lugar, así que no tengo motivo para volver—, contestó simplemente Severus, encogiéndose de hombros.

Un silencio incómodo se instaló en el lugar, pero fue roto por Sirius haciendo la siguiente pregunta.

¿Quieres casarte?, yo no me casaría con alguien que no fuera tú—, contestó guiñándole el ojo.

—Lamento decepcionarte, pero yo no, no me quiero casar, ni contigo ni con nadie.

—¿Por qué no?—, preguntó en tono triste el león.

—Porque no me imaginó compartir con alguien toda mi vida.

Sirius se acercó a él, sentándose a su lado.

—No te preocupes por eso, yo te ayudo a imaginartela, y si es conmigo mejor.

—¿Black que estás…

El aludido había colocado una mano sobre su pierna izquierda haciéndolo callar, mientras con la otra acariciaba sus labios, y le empezó a susurrar al oído.

—Imagínate que estamos casados, viviendo en nuestra casa, yo sería auror y tú un pocionista famoso, en la mañana tendríamos sexo empezar el día con buen pie. En el almuerzo, comería contigo, y luego te comería a ti. En la cena nos desestresariamos con un buen masaje, y otra sesión de sexo intenso, te preguntaría como fue tu día, me lo contarías, yo prestaría total atención porque me encanta oír tu voz, pelearíamos por cualquier cosa, pero nos rencoliariamos, porque somos así, nos matamos, mas no sabemos como seguir sin el otro—, confesó Sirius.

Severus quería alejarlo, pero su cuerpo estaba demasiado encantado sintiendo las manos del otro chico en él, y que Salazar lo castigara si decía que no le gustaba el tacto, porque sí, lo hacía, su cuerpo reaccionaba de una manera necesitada, como si el toque de Sirius fuera algo que necesitara.

Los labios del otro chico se posó en su cuello, su cuerpo se tensó, no tenía que ser adivino para saber que era lo que el otro chico quería, pero en ese momento no deseaba tener sexo.

—¿Quieres que pare?—, preguntó Sirius sin despegarse de su cuello.

El pelinegro se sorprendió ante la pregunta, Lucius jamás se la había hecho.

—Sí.

Sirius se despegó de su cuello y lo miró con expresión preocupada.

—¿Estás bien?, no quiero obligarte a nada, eres libre para decirme lo que deseas.

Severus asintió y por impulso lo besó, sintiéndose por primera vez, a salvo.

Conoceme y enamórate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora